Por muchos años se ha pensado que William Shakespeare desplegó una variedad lingüística más grande que sus contemporáneos Marlowe, Kyd y Jonson: los académicos han estimado que acuñó un vocabulario de 1700 palabras, y que empleo uno de al menos 20 mil palabras.
También se cree que, además de escribir “el teatro completo de la humanidad”, el idioma inglés como lo conocemos hoy no existía antes de sus obras. Sin ellas no sabríamos lo que significa blushing (sonrojarse), addiction (adicción) o frugal (frugal). Y no podríamos hablar de un asesinato (assassination) o de una habitación (bedroom), o de términos como crítico (critic) o pista (hint) si él no los hubiera usado antes.
Sin embargo una reciente ola académica, impulsada por un análisis cuantitativo computarizado y bases de datos digitales que permiten la búsqueda de miles de textos al mismo tiempo, está revelando que algo de esto podría ser más deseo que realidad.
Expertos en Shakespeare están encontrando que su vocabulario pudo no haber sido muy distinto de aquél de otros escritores de la época del Renacimiento. La nueva evidencia muestra que Shakespeare fue más un producto de su tiempo que el genio suigeneris de nuestra mitología cultural, comenta Rachael Scarborough King para el Boston Globe.
Por supuesto, es casi imposible saber si Shakespeare realmente “inventó” esas palabras o si simplemente fue el primero en ponerlas en papel. Pero de cualquier manera el mito de la innovación lingüística se ha vuelto parte de su legendario estatus (al igual que los debates sobre si él fue realmente él).
Y suscribiendo lo que dijo Holger Syme, autor de un libro sobre Shakespeare del 2012 y profesor de la universidad de Toronto:
“Nunca he entendido cómo las aseveraciones de la atracción única y universal de Shakespeare, su logro artístico o cualquier tipo singularidad realmente ayudan a entender, apreciar o aprender cómo acercarnos a sus obras. Por el contrario, parece que hacen esta actividad más difícil, sustituyendo lugares comunes por un encuentro real”.
No se puede negar que es bello pensar que Shakespeare no sólo inventó un universo de la psique humana, sino que también inventó cada cosa que constituye a ese universo. No sólo la vida que yace allí sino las cualidades necesarias –el vocabulario—para que surgiera esa vida. Pero en realidad eso no importa. Como tampoco importa si robó las ideas, si era hombre o mujer, si era muchas personas. El acercamiento a su obra, como dice Syme, se ve interrumpido por una palabra que presuntamente él invento: gossip (habladuría).
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