El Cholo Herrera estaría contento con la puesta al día del Teatro Regional Yucateco que trajo Conchi León al Festival Internacional Cervantino. Con La Tía Mariela la autora de Mestiza Power continúa una añeja tradición del teatro peninsular, renovándola. La clave de ése paso adelante es la ironía. Desde el texto, la actuación, la dirección, el diseño del espacio escénico y luminotécnico, se tomó en cuenta que sólo con una mirada ligeramente sarcástica de la Revista Musical de los años 50 que conquistó el fervor de la sociedad yucateca podrían tocar a las nuevas audiencias. Sí, esas que ponen el celular en silencio pero siguen revisando sus pantallas desde sus butacas.
El teatro de la familia Herrera era tan blanco como Mérida y a lo más que llegaba para sonrojar al púbico era a la picardía. Los tiempos cambian y las tres primas que se juntan para contarnos la historia de las 12 tías cuyos nombres comenzaban con eme no tienen pelos en la lengua y llaman a las mujeres que se amanceban con diversos varones por su nombre clásico: les dicen putas.
Sagrario, Jesusa e Inmaculada son las voces, mas que personajes, que cuentan la saga familiar. Alejandra Ley es la voz cantante; Monserrat Marañón la voz narrativa y Conchi León la voz dramática. La trama es tan simple como las del Cholo Herrera. La tía Mariela que emigró a Aguascalientes ha muerto y Jesusa debe darle la noticia a sus parientas. En el trance de hacerlo van tejiendo las historias de las 12 mujeres que tienen en común la sumisión femenina, el abandono de sus amantes, el amor a su tierra y la locura yucateca, por llamarle así al desvarió que produce el calor sofocante, los mosquitos y la inquietud de la entrepierna.
Como dicta el canon, hay pie para las canciones y los bailables, los primeros acompañados por otro trío de mujeres que a la hora de zapatear también ironizan el folclor de sus abuelos. En este rubro destaca Ana María Ortega no sólo por su altura sino porque lo hace con virtud y alegría. Originalmente la voz cantante sería la de Regina Orozco y la verdad yo estaba entre los que babeaba por verla. Un problema de salud la sacó del reparto y puso en el escenario a Alejandra Ley que además de una voz irreprochable, es yucateca. Ella es una delicia pero el cancionero peninsular es tan divino que no hacía falta recurrir a temas más comerciales.
Con dos yucatecas a su lado Monserrat tenía un problema: el acento. Sobre todo porque es ella la que lleva el hilo de las historias. Como autora Conchi tuvo el recurso de hacer vivir al personaje fuera de la península para justificar su desarraigo lingüístico pero la echó al ruedo y aunque se nota la diferencia la Marañón es tan ducha para la comedia que cortó orejas. Le falta el rabo, como a todas, porque faltan funciones para que el montaje completo corra sobre rieles. Supongo que tendrán temporada en Aguascalientes porque fue el estado que produjo el espectáculo, así que cuando lleguen a Mérida el aplauso será apoteótico, a menos que se cumpla la sentencia de que nadie es profeta en su tierra. Lo dudo porque si bien ha costado, Conchi ya tiene el reconocimiento de su tribu.
La León abre el espectáculo preguntándole al público si ya les dijeron que verán teatro regional, teatro costumbrista, como una puya a los postdramáticos.Y sí, eso vimos, pero desde el inicio, al mover las falsas columnas de la casa meridiana Francisco Franco nos indica que abordará el género con el humor necesario para que darle un giro. Me quedó la impresión que el director del montaje disfrutó hacerlo de tal forma que al final el público del estreno que había estado discreto, estalló en aplausos.
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