Dos años antes de su muerte, Juan Ramón Jiménez (Moguer, Andalucía, 1881-Puerto Rico, 1956) terminó de escribir su poema más extenso: “Espacio”. Ámbito diurno, donde la imaginación siempre parte de lo tangible, y compuesto por tres secciones —las dos primeras en verso y la tercera en prosa, y con una soltura fluvial en el discurso insólita en Jiménez— en “Espacio” resalta, más que en ningún otro texto del andaluz, su visión panteísta; fluir continuo en el que se manifiestan las preocupaciones juanramonianas de siempre: sed de totalidad; la trascendencia de la muerte a través de la eternidad del ser y de la conciencia poética; la mujer como astro luminoso a cuyo alrededor gira la vida; la soledad cósmica; el claroscuro de las ciudades y las huellas de la historia; y, sobre todo, la contundencia de la cambiante Naturaleza como algo que es ajeno a nosotros y que nos trasciende. “Es un poema donde predominan, como ya antes en la obra de Juan Ramón, la magia y cierto animismo que pone en movimiento al universo entero y a la totalidad del ‘yo’”, como escribiera sobre “Espacio” Ramón Xirau en Dos poetas y lo sagrado.
La Naturaleza también se manifiesta en lo microscópico, en la unidad atómica: “Grande es lo breve”, dice un verso de “Espacio”; inmensidad y pequeñez que se abren y cierran, unen y desunen, para volver al principio unitario; sistema en el que la Unidad nace de lo dual. En esa realidad que se desdobla, el poeta —el hombre— está, al mismo tiempo, dentro y fuera, es eterno y efímero. Consciente de su conciencia, a ésta interroga, al final de “Espacio”: “¿Y por qué te has de ir de mí, conciencia? ¿No te gustó mi vida? Yo te busqué tu esencia. ¿Qué sustancia le pueden dar los dioses a tu esencia, que no pudiera darte yo? Ya te lo dije al comenzar: ‘Los dioses no tuvieron más sustancia que la que tengo yo’. ¿Y te has de ir de mí tú, tú a integrarte en un dios, en otro dios que éste que somos mientras tú estás en mí, como de dios?”
Resulta incomprensible que un poema fundamental como “Espacio” sea prácticamente desconocido en nuestro medio. Si bien es cierto que, aunque la lectura de poesía es para unos cuantos, y que finalmente el tiempo pone las cosas en su justo sitio, también es cierto que ciertas obras se conocen mucho o poco debido, en gran parte, a los que dictan las políticas editoriales. Es por eso que decidí, en vez de rearmar una antología de brevedades de Jiménez (como no pocas que afortunadamente abundan en el mercado), ofrecer un Material de Lectura con la publicación única de este gran poema que merece salir de la omisión para ocupar un primerísimo lugar en la biblioteca de todo lector verdadero de poesía.
Héctor Carreto
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