Por: Eduardo Bautista
América Latina es como un adolescente: un día es alguien y al otro ya no se le reconoce. Así percibe el escritor y periodista británico Michael Reid a esta región tan cambiante.
Su libro, El continente olvidado, fue publicado hace una década, pero un día lo abrió de nuevo y descubrió que todo lo que había escrito no reflejaba igual la realidad latinoamericana.
Ya era otro mundo.
Lo que había empezado como un romance con la izquierda, dice, derivó en un desencanto colectivo por la clase política. Y una tierra fértil para el eterno problema de la región: los populismos. Por eso, el editor de The Economist ahora publica una edición revisada.
 ¿Por qué la corrupción es una práctica tan arraigada en AL?
Indicadores de transparencia internacional arrojan que hay una relación entre el incremento de ingresos por persona y la reducción de la percepción de corrupción. Esto nos lleva a pensar que, mientras más dinero gane la gente, mientras más se distribuya la riqueza, habrá menos corruptos. En AL la corrupción tiene que ver fundamentalmente con la debilidad de las instituciones de justicia. Mientras haya más ejemplos de castigo a los corruptos, menos corrupción habrá. El problema es que la cultura regulatoria en el continente está plagada de trampas. Detrás de cada regulación del Estado, hay una trampa y hay gente que cobra por facilitarla.
Indicadores de transparencia internacional arrojan que hay una relación entre el incremento de ingresos por persona y la reducción de la percepción de corrupción. Esto nos lleva a pensar que, mientras más dinero gane la gente, mientras más se distribuya la riqueza, habrá menos corruptos. En AL la corrupción tiene que ver fundamentalmente con la debilidad de las instituciones de justicia. Mientras haya más ejemplos de castigo a los corruptos, menos corrupción habrá. El problema es que la cultura regulatoria en el continente está plagada de trampas. Detrás de cada regulación del Estado, hay una trampa y hay gente que cobra por facilitarla.
En su libro explica cómo la región ha migrado de los gobiernos de izquierda a la derecha, casi todos con algo en común: el populismo.
El descrédito de los políticos tradicionales es un fenómeno mundial. Pero en América Latina hay uno muy especial por los políticos reformistas, porque éstos no han sabido estar a la altura. La realidad latinoamericana sigue siendo la falta de resultados, el estancamiento económico, la falta de empleo, la corrupción y la inseguridad. En Europa, aunque las causas varían un poco, existe la misma frustración. Hay una desconfianza hacia el gobierno porque la gente vive inmersa en la percepción de que ya no controla su entorno. Por eso busca figuras que se presenten como fuertes, líderes que se asuman capaces de tomar el control, aunque en la práctica sea muy diferente.
Líderes populistas…
Los populismos están muy arraigados en AL debido a la desigualdad extrema, que es herencia histórica. En toda la región hay una iniquidad combinada con la percepción de que los países ricos lo son porque tienen muchos recursos naturales. Nada más alejado de la realidad. La riqueza viene del trabajo y de la eficiencia del trabajo, pero aquella percepción, tan arraigada en la cultura latinoamericana, es campo fértil para los discursos populistas, y entonces salen los políticos a decir: “somos pobres en países ricos porque alguien nos está robando”.
¿Por qué los gobiernos populistas se valen de dividir a la sociedad entre buenos y malos, amigos y enemigos del régimen, como sucede en el discurso de AMLO?
La polarización social es muy negativa. Hay que reconocer que López Obrador ha logrado identificar correctamente el gran problema de México: la desigualdad. Dice que representa a los más pobres, grosso modo, y hay que respetar eso, pero pienso que tenemos suficiente experiencia en AL para saber que el populismo y los políticos que dicen ser los únicos que representan al pueblo son un camino muy peligroso. Entiendo que políticamente hay dos tercios (del electorado) que lo apoyan; esa gente ve las cumbres internacionales como el G20 como una pérdida de dinero y de tiempo. Y tienen algo de razón. Pero también es innegable que vivimos en un mundo interconectado en el que la diplomacia cara a cara al nivel más alto es fundamental para evitar conflictos y profundizar la colaboración. Que México esté ausente al nivel más alto de representación me parece lamentable.
¿Cómo ha cambiado la geopolítica latinoamericana con Trump?
- El contexto ha cambiado bastante y ahora es más difícil para la zona porque Trump no es un amigo de América Latina. Es un antiinmigrante, un enemigo del orden mundial neoliberal, y a la región no le conviene eso porque ya se ha adaptado a ese sistema. América Latina tiene todas las de perder frente a Trump. En los últimos 40 años se benefició de cierto modo del orden liberal mundial, pero ahora está el riesgo de regresar a terrenos políticos que no convienen para nada a los latinoamericanos. En ese contexto es importante la combinación de un acuerdo entre la UE y Mercosur.
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