sábado, 7 de marzo de 2020

Yo escribo desde el lado equivocado del mundo


Por: J. Francisco De Anda Corral

Entrevista Adolfo Domínguez, costurero y empresario

“Juan Griego” es una novela monumental, como el imperio que ha edificado su autor, el modista creador de su propia marca con más de 700 tiendas en 50 países del mundo.

No es una obra  modesta, es “inaudita”, dice Adolfo Domínguez, quien me corrige cuando lo llamo escritor: “yo soy un costurero que escribió un libro a lo largo de muchos años”.

Sin embargo, uno no se topa todos los días con un costurero que tiene estudios de filosofía y letras, arte y cinematografía y que ha escrito una novela, durante un periodo no menor a 30 años, “para quienes quieren entender el mundo en el que han nacido”.

“Juan Griego no aspira a ser un bestseller”, asegura el autor. “Es una novela rara”, me dice con un gesto de complicidad, que además, está escrita en verso libre, como La Ilíada, y leerla requiere esfuerzo y decisión.

—¿Por qué tendría que embarcarse un lector en esta odisea?
Esta novela es solo para los que quieren entender y para los que quieren conocer. La trama es un pretexto para pensar y entender, es una novela-mundo, como La cartuja de Parma, como Cien años de soledad, como El Gatopardo o como El Quijote. Ésta tiene la misma ambición: está escrita para entender; yo quise entender lo que me rodeaba, quise entenderme a mí mismo y quise entender el mundo en el que vivía. Y creo que va para esos mismos lectores, para la inmensa minoría, no va para todos, el que quiera sólo entretenimiento que no la lea, que compre otra cosa.

—¿Cuál es el origen de Juan Griego?
Bueno, la novela está enraizada en la realidad de Buenos Aires de los años ochenta, que es una metáfora de todo el mundo hispánico, y el protagonista quiere entender por qué en 50 años Argentina pasó del quinto lugar del mundo en renta per cápita al sitio 150, qué pasó, por qué se dilapidó el esfuerzo de tantas generaciones, qué ocurrió, qué decisiones tomaron que los llevó a una decadencia tan brutal. Juan Griego quiere entender eso. Allí está el origen de Juan Griego.

Esta novela va de ideas, por tanto los personajes son como en Guerra y Paz (Tolstói), que están preocupados; como los de La cartuja de Parma (Stendhal) que están en pura transición, de un sistema a otro, y están preocupados, incluso ahora mismo en Buenos Aires y en México discutís mucho de vuestra realidad porque estáis preocupados, es obvio que los menos preocupados son aquellos a los que sus élites les resuelven bien los problemas, por eso sólo hablan de política cada cuatro años, pero en  cambio en aquellos países que no somos tan exitosos, la gente está politizada y habla de política todo el tiempo, porque está preocupada. Y eso es la vida.

Adolfo prescinde de las descripciones y narraciones superfluas, va directo al diálogo, los personajes se revelan por lo que dicen, por lo que hacen y por lo que callan, a veces mucho más por lo que callan u omiten. “En la novela el diálogo es el motor de la trama. Ese fue el reto más difícil: hacer verosímil el diálogo entre los personajes, que no fuera un tostón, y creo que eso está resuelto, como en Shakespeare o como en El Quijote o Pedro Páramo, que son mis maestros, puro diálogo”.

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Adolfo Domínguez se declara admirador de Jorge Luis Borges y de Juan Rulfo, sobre todo de Rulfo, a quien cita varias veces a lo largo de la entrevista y de quien elogia su brevedad; los define como autores minimalistas y geniales. Le hago notar que pese a ello, él irrumpe en la literatura con una novela de más de 700 páginas.

“Yo también soy minimalista, dice. Yo escribí millones de páginas y se quedó una quintaesencia: 733 páginas” ¿Escribir es reescribir? –le recuerdo a José Emilio Pacheco.  “Lo más importarte, escribir es editar, es más importante lo que quitas que lo que escribes. El tiempo que inviertes en editar lo que escribes es lo que le da más valor a la obra, y yo traté de hacer una novela muy cuidada, de ir siempre en busca de la palabra inevitable, como Juan Rulfo, que rompió todo y se quedó con 250 páginas.

“Yo uso una estructura sustantiva: sujeto, verbo y predicado. Este orden es el origen del verso libre. No rimo ni cuento sílabas, es sujeto, verbo y predicado, y eso acaba produciendo música. Se escucha cómo se rozan unas palabras con otras. Un mal cocinero hace que todos los sabores se peleen siempre, un buen cocinero combina los sabores; el buen verso se consigue en el arte de combinar bien las palabras y buscar la palabra inevitable.

—¿Qué relación hay entre la costura y la literatura?
Es muy distinto. La escritura es muy abstracta, no tiene nada que ver con el proceso de la costura, es otra parte del cerebro. Hacer costura es más similar a dibujar y pintar, es una cosa en el espacio, en tres dimensiones. La escritura no tiene dimensión, es abstracta, en el ordenador es pura energía, no hay materia, la palabra es un impulso eléctrico, la palabra en el cerebro no se pesa ni se mide, lo otro no. La costura es más parecida a hacer escultura o hacer muebles.

—Le he escuchado decir que básicamente todo lo que pasa en el cerebro es lenguaje...
Claro, es evidente. La gran literatura es conocimiento, porque va de lo que pasa aquí (señala con su índice la sien), y allí incluye la matemática; si Dios tiene un lenguaje no es el inglés ni el español, si Dios tiene un lenguaje es la matemática, el lenguaje del universo es la matemática, y encima está palabra, y después todo lo demás, pero el lenguaje del cerebro entre los humanos es la palabra, también están las imágenes, pero sobre todo es la palabra.  Es lo que nos coloca un paso adelante de los animales, como la matemática, pero prácticamente allí están, la palabra es un impulso magnético, como la intelección de las relaciones cuantitativas de las cosas, que son los números, y la matemática cómo se relacionan los números entre sí, y eso va al cerebro.

—¿Cómo se inserta Juan Griego en la América Latina de hoy?
Esta novela la ha leído ya mucha gente que está preocupada por las cosas y consideran que es una novela-mundo, que define perfectamente lo que sentimos la gente de nuestra  época.

Creo que he conseguido reflejar una generación y una época determinada, si hubiera escrito en California jamás hubiera podido escribir Juan Griego tal como existe...Yo escribo desde el lado equivocado del mundo. Yo creo que es pertinente para todos los que vivimos en países de fracaso relativo.

Cuando dice que escribe desde el lado equivocado del mundo, Adolfo está citando a uno de sus personajes. Un taxista porteño cuyo abuelo, escapando de la Revolución Bolchevique en 1917, tomó en San Petersburgo un trasatlántico con la intención de ir Estados Unidos  y después de muchos días desembarcó en Buenos Aires pensando que era Nueva York.  Entonces el taxista,  que era el nieto de aquel hombre, decía que por eso él había nacido en el lugar equivocado del mundo.

—¿Le gustaría que esta novela se llevara al cine?
Depende de quien la dirigiera, por ejemplo, el que hizo El paciente inglés (Anthony Minghella) o (Francis Ford) Coppola; de ese nivel, no merece otro. Si no la coge uno grande, mejor que no la hagan, está muy bien como novela (...) Yo podría hacerla, porque estudié cine y la tengo en la cabeza, yo con ayuda la haría sin ningún problema, no necesito ni guion.

—Las mujeres tienen un papel central en la novela...
“Sí, las mujeres son fundamentales, son lo mejor de la novela...mujeres de alambre y miel. Las mujeres es que son la mitad de nuestra vida. Y hay gente que no las entiende. En la novela yo las hice vibrantes porque he conocido mujeres vibrantes, no he puesto en una mujer palabras que yo no haya oído en una mujer. Es clave para pintar a una mujer usar sus palabras. No inventarlas.

—¿Cómo resumiría el mejor acierto de la novela?
La sencillez narrativa...minimalismo: sujeto, verbo y predicado. Ese orden es la clave de la novela, es el primer código de la escritura. La sencillez es el último peldaño en la escalera de la belleza.

¿Quién es?

Adolfo Domínguez Fernández nació en la provincia de Orense, Galicia (España), el 14 de mayo de 1950. Pasó su infancia en la sastrería que tenían sus padres. Estudió Filosofía y Letras en Santiago de Compostela y, más tarde, arte y cinematografía en la Universidad de Vincennes, París.

Famoso por su frase “la arruga es bella”, leit motiv de su marca de ropa y accesorios Adolfo Domínguez.

Fue bibliotecario en su adolescencia, lo que le permitió entrar en contacto con todos los clásicos.

Ha ganado varios premios, entre ellos la Medalla Castelao, que otorga la Xunta de Galicia a gallegos distinguidos en las artes, que también recibieron en su momento Camilo José Cela, Premio Nobel de Literatura 1989, y el empresario Amancio Ortega.

Escribió una primera versión de Juan Griego en 1992, publicada por Mondadori, y la reescribió durante 28 años, para entregarla de nuevo a sus antiguos y nuevos lectores.

Juan Griego

Un periplo por las entrañas de América Latina en la época más cruenta de su historia; una metáfora del mundo que nos ha tocado vivir; una novela con talante filosófico y existencial, profunda y vigorosa.

Defausta, 2018 $855 en librerías

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