sábado, 9 de enero de 2021

Es una imagen tremenda ver a las madres buscar a sus hijas o hijos: Dolores Reyes

 

La Nación

Por: Reyna Paz Avendaño

“¿Por qué nos hacen esto?, ¿por qué ni siquiera devuelven los cuerpos a los familiares?, ¿por qué tiran a la basura como si fueran desechos nuestras hijas, madres y alumnas?", cuestiona la autora.

“Pese a la voluntad de los agresores, feminicidas y asesinos, la tierra siempre tiene las respuestas, lo que hacía falta es alguien que pudiese leer esa tierra e interpretarla, demostrarle a los demás dónde están los cuerpos o qué ha pasado”, comenta Dolores Reyes (Argentina, 1978) a propósito de su novela Cometierra, donde una niña puede conocer al feminicida y el lugar dónde éste tiene a su víctima después de comer la tierra que ellas pisaron.

La tierra siempre está en contacto con nosotros y es una metáfora de toda la existencia, es la tierra la que nos incorpora a la vida, añade la autora.

“Me preocupan las desapariciones y asesinatos de mujeres, veo siempre lo mismo: mujeres buscando a hijas o hijos buscando a madres en la tierra, buscando restos y huesos. Son imágenes tremendas que se me han quedado grabadas y al momento de escribir uno pone todo eso en funcionamiento, son tus preocupaciones y los materiales provienen de la sociedad”, señala.

Los feminicidios no son un tema exclusivo de Argentina, lo son para todo el continente americano, agrega Reyes.

“¿Por qué nos hacen esto?, ¿por qué ni siquiera devuelven los cuerpos a los familiares?, ¿por qué tiran a la basura como si fueran desechos nuestras hijas, madres y alumnas?, ¿cuán necesario es hacer el duelo por esas mujeres, buscarlas, recuperar sus restos, enterrarlas? Pienso que es una necesidad humana que tenemos todos”, afirma.

La autora también utiliza la tierra como un elemento ligado al origen mitológico y a la justicia.

“En todas las culturas, desde la antigüedad hasta las culturas americanas, la madre tierra implica relacionarte con una deidad femenina que tiene que ver con la alimentación, con los ciclos de la agricultura y de los rituales de los seres queridos que ya no están”, destaca.

Cuando se interrumpen las despedidas, cuando los padres no tienen la oportunidad de enterrar a sus hijas, de devolver el cuerpo a la tierra con todas las palabras amorosas, las flores y todos los ritos de consuelo, es para Reyes cuando no se cumple el lema de tierra y justicia y, por ende, el dolor es incontenible.

FRONTERA MEXICANA. 

A la protagonista de Cometierra (Sigilo editorial), le llegan botellitas de tierra con el nombre de las desaparecidas, esto después de que ayudara a Ana a encontrar a su hijo, la señora le llevó tierra de la casa donde ambos vivían y al tragarla, “Cometierra” pudo ver lo que le habían hecho al niño.

“Ella descubre su don despidiendo a su madre, contra su voluntad porque ella quería que esa mamá que ha muerto tan joven se quede en su terreno, va al cementerio contra su voluntad y queriendo incorporar algo de ella es que empieza a comer tierra, cierra los ojos y ahí descubre que puede ver las circunstancias previas a la muerte de esa mamá, quién fue el autor material de ese asesinato. Es algo muy fuerte de una niña de siete años, es una chica que está ligada a dos mundos: los muertos y al de cualquier adolescente”, expresa.

“Cometierra” usa una y otra vez su don para dar informar de hechos dolorosos, no obstante, cuando recrea el momento del secuestro, de las violaciones y del sufrimiento de las víctimas, es como si ella lo estuviera viviendo, como si se teletransportara.

“Hemos visto muchas veces en noticieros y documentales cómo las mujeres ponían los nombres de sus hijas en los alambrados que dividen a México de Estados Unidos, esa imagen es la que me resultó tan dolorosa y que se me quedó grabada de forma tan fuerte que la incorporé a la novela. Como si algo de estas chicas y el deseo enorme de los familiares estuviese depositado en esa materialidad mínima que es una tarjetita con la historia de un nombre”, narra.

Dolores Reyes señala que su necesidad era de darle voz a esas historias más allá del morbo de su muerte o desaparición.

“Las mujeres muertas –en la vida real, en literatura y en el arte–, son expuestas. Quería narrar desde otras voces, dar cuenta el enorme costo que tiene para nosotras en tristeza y en pérdida. Esta niña vidente nunca narra un espectáculo de una mujer muerta, narra su vida. Cuando alguien busca a una vidente significa que lleva años buscando a alguien y que con la policía o los medios gubernamentales no han obtenido respuesta”, indica.

–No castigas a todos los hombres en la novela, ¿por qué?

–Por ejemplo, el padre que es el asesino de su mamá, no quise que fuera un ser malo. En Argentina como en muchos países, los feminicidas suelen ser las parejas de las mujeres, ahí hay hijos y esos hijos sienten cariño hacia esos padres, entonces todo se complejiza más allá de hacer un personaje que sea un monstruo.

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