Por: Liliana Martínez Lomelí
Todos usamos las palabras para referirnos a la manera en la que lo percibimos a través de los sentidos. Cada idioma cuenta con un bagaje de vocabulario para aplicar términos específicos a la descripción de platillos, ingredientes y bebidas, que aportan al imaginario del que escucha un panorama acerca de cómo ha de haber sido la experiencia de degustar ese platillo.
La manera en la que nos referimos a un platillo puede ir desde descripciones como picante, empalagoso, soso, crujiente, espumoso, contundente, ácido, amargo, fresco, dulce, crocante, untuoso y un sinfín de palabras que evocan a las sensaciones. Conscientes de lo que las palabras provocan en la mente del comensal, existen estudios sobre la ingeniería de menús para seleccionar las palabras más adecuadas para describir un platillo que pueda resultar atractivo al comensal por su sola descripción. Según un estudio desarrollado en Reino Unido sobre el poder de las palabras incluidas en los menús, las que resultaban más atractivas eran fresh (fresco), spicy (picante), y tender (tierno). Por el contrario, si en la descripción de un menú se encontraban palabras como tangy (ácido/ picante), fragant (aromático) o whipped (batido), esto desmotivaba al comensal a elegir ese platillo.
Resulta interesante analizar esto a la luz de las diferencias interculturales. Por ejemplo, en México, hasta tiempos recientes en menús se especifica que un platillo puede resultar picante – ante el creciente número de extranjeros que visitan un lugar de comida mexicana – algo que de antemano, para muchas personas se sobreentiende, pues no es necesario describir en un platillo mexicano, que el sabor será picante, en muchas ocasiones. Es más, en algunos casos hay que preguntar con anterioridad sobre la intensidad de picor de un platillo. En función también de las características de los alimentos, la descripción puede resultar apetitosa o completamente lo contrario: por ejemplo, un huevo crudo no resulta tan apetitoso como un crudo de salmón tipo sashimi o un crudo de kampachi, el delicioso pescado blanco consumido en Japón. Otro ejemplo de cómo el adjetivo puede percibirse diferente, es “glutinoso” para referirse a un arroz: si hablamos de un arroz rojo, el hecho de describirlo como glutinoso, inmediatamente remonta a un arroz “pegado” que no esponjó por exceso de agua. Pero si nos referimos a glutinoso en el contexto del típico postre tailandés arroz glutinoso con mango, el aglutinamiento es una característica deseada en el arroz.
Las palabras en cada idioma para describir a la comida, pueden resultar difíciles de interpretar en otro idioma. Por ejemplo, la mencionada palabra tangy en inglés, significa un alimento que deja un cierto picor ácido, del que hace que se aprieten las mejillas. Un alimento batido o whipped que en se refiere a los platillos que se baten al punto de montarlos, como sucede con la crema montada que en función de su uso, puede ser o no apetitosa. Así, podemos interpretar por ejemplo, que lo que es picante para una cultura, para otra es simplemente algo condimentado a partir de especias como la paprika, la canela o la pimienta, y poco tiene que ver con el contenido de chiles que tenga la preparación. En Estados Unidos, una pasta descrita como creamy es un atributo deseado, mientras que en Italia en muchos casos sería una característica indeseable.
La manera en la que nos referimos a la comida cambia interculturalmente y evoca de manera muy diferenciada las sensaciones que un alimento provoca.
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