Por: Reyna Paz Avendaño
En el número 83 de la calle Espíritu Santo, en la alcaldía Coyoacán, Ciudad de México, está la casa donde Manuel Álvarez Bravo pasó horas revelando fotografías de manera obsesiva, donde recibió a amigos como Rufino Tamayo y Tina Modotti, y donde atesoró cientos de artesanías y piezas arqueológicas. Esa casa que conserva la intimidad del fotógrafo mexicano más importante del siglo XX se puede conocer a partir de hoy mediante visitas guiadas con cita previa.
“Aquí vivió sus últimos 40 años, de 1962 a 2002, y en ese entonces estaba dirigiendo el Fondo Editorial de la Plástica Mexicana que fundó junto con Carlos Pellicer, Leopoldo Méndez y Rafael Carrillo para difundir su amor por la cultura mexicana”, narra Aurelia Álvarez Urbajtel, directora de la Casa Archivo Manuel Álvarez Bravo.
Ese trabajo hacía que la rutina del fotógrafo se diera en los alrededores de Coyoacán, a excepción de los fines de semana que aprovechaba para viajar al Estado de México o a Hidalgo.
“En la mañana se iba a pie al centro de Coyoacán, a la calle de Corina donde estaba la editorial, después regresaba a esta casa, almorzaba, comía, tomaba una siesta de 15 minutos, después se preparaba su té de manzanilla, leía, escuchaba música a todo volumen y entraba al cuarto oscuro, eso lo hacía entre 5 y 8 de la tarde”, narra la hija del artista.
Había días en que después de cenar, leía o regresaba al cuarto oscuro porque “Don Manuel era muy obsesivo, quería obtener siempre una calidad en su trabajo”, recuerda Aurelia.
“Podía suceder que en un día sólo sacara una o dos fotos, por ejemplo, la fotografía `Parvada en el mar´, que como su nombre lo dice plasma el vuelo de aves, tiene una gradación de grises, negros y blancos que es endemoniada sacarla… podía estar horas trabajando en esa imagen”, platica.
A diferencia de fotógrafos como Henri Cartier-Bresson, Álvarez Bravo preparaba los químicos para revelar e imprimir sus imágenes y la evidencia de los embudos manchados, las charolas, los relojes, las ampliadoras y demás instrumental se conservan en el cuarto oscuro que construyó en su casa, ahora museo.
Ahí, en el cuarto oscuro que está en la planta alta del inmueble diseñado por él mismo y por el arquitecto José de la Vega, se muestra una serie hecha por Jain Kelly (de 1979), fotógrafa que documentó el trabajo de Álvarez Bravo con la técnica de impresión platino paladio.
“Casa Archivo Manuel Álvarez Bravo es un espacio vivo, no es un mausoleo, no es un lugar rígido en el que la gente llega, lee, mira y se documenta; nosotras estamos trabajando cotidianamente haciendo las mismas tareas que hacía Manuel, aquí en su taller enmarcaba fotos con su esposa Colette para tenerlas listas para exposiciones”, expresa Aurelia.
Actualmente la Asociación Manuel Álvarez Bravo A.C, digitalizó un total de 40 mil negativos y espera que la casa sea un espacio para mostrar dichos documentos.
“La función de un archivo es mantenerlo vivo, es dar a conocer, valorar, permitir y descubrir lo que no se conoce y no porque Manuel no quiso mostrarlo sino porque es un mundo de materiales, estamos para dar a conocer el archivo en su integralidad, diversidad y riqueza”, asevera la heredera.
Hay materiales especiales, únicos y frágiles que a veces no tienen un gran valor comercial pero sí un enorme valor histórico, añade Aurelia Álvarez.
“Queremos mostrar obra que en otro lugar no hay posibilidad porque es frágil, porque es poco material o porque interesa a investigadores o fotógrafos. Por ejemplo, sus apegos: cuando no salía a los pueblos de alrededor en Hidalgo y Estado de México, iba a darse una vuelta al Pedregal a tomar fotos a color… es decir, nuestra misión es descubrir algo que no se conocía”, indica.
Aurelia pone otro ejemplo: las fotos de sus viajes con el general Cárdenas sobre el cultivo del algodón, de mujeres estrenando tractores, cómo eran las escuelas, del cemento, de los trabajadores...
“Son documentos parte de nuestra historia. Manuel hizo una colección de estampas y nos gustaría hacer una exposición como también de su colección de grabados”, platica.
ARTE, MÚSICA E INDIGENISMO
El recorrido por la casa de Manuel Álvarez Bravo inicia en su sala y comedor donde se observan los diferentes intereses del artista: la arqueología, las raíces nacionales, el mundo indígena y la música.
“Era un melómano, tuvo ganas de ser director de orquesta, básicamente escuchaba música clásica pero también popular mexicana, le gustaba el jazz, el blues, la música dodecafónica que ponía a todo volumen. Era una persona con una visión amplia de las artes, con una gran receptividad a lo contemporáneo”, expresa Aurelia Álvarez.
En la sala destaca gráfica de Goya, Rembrandt y Durero, así como figurillas prehispánicas que ya cuentan con un registro por parte del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
“En los años 60 y 70 del siglo pasado, los artistas adquirían las piezas, se las vendían personas de los pueblos que las habían encontrado en sus terrenos, había piezas falsas que también les encantaban. Este jaguar que tenía Manuel aquí en la sala le encantaba a Rufino Tamayo, siempre se lo quería cambiar por otra pieza, pero ahora el INAH nos dijo que es falsa”, platica Aurelia.
En las paredes de la casa también se observan obras de Francisco Toledo y Manuel Felguérez, “son de la época del Fondo Editorial de la Plástica Mexicana porque se hicieron varios libros como “Pintura mural de la Revolución Mexicana” y “Lo efímero y eterno del arte popular mexicano”, entonces "había un proyecto de hacer un libro sobre la Ruptura, las obras que vemos aquí son las que le regalaron en esa época”, agrega.
El recorrido continúa por la recámara que hoy es una sala de reuniones donde se presentan documentales y donde la hija del fotógrafo ha colocado parte de la biblioteca de su padre.
“La poesía y literatura siempre lo acompañaban, después de la cena entraba a su habitación. Sus tres escritores de cabecera eran: James Joyce, con Ulises; Cervantes, con El Quijote (que leyó hasta el final de su vida); y Robert Musil, con El hombre sin cualidades. También le encantaba la poesía del siglo de oro español, además tenía una memoria impresionante, siempre recitaba poemas y frases de libros”, señala.
En ese cuarto también se observan dos retratos de Manuel, uno hecho por Graciela Iturbide, y otro por él mismo en la ventana de su casa. Hay otras fotografías de autoría de Josef Koudelka, Tina Modotti y Edward Weston.
EXPOSICIÓN Y VISITAS
En la casa de Álvarez Bravo se exhiben de manera temporal fotografías que el artista hizo a color y se explica que su archivo incluye más de 3100 imágenes en ese formato, compuestas por unas 400 Polaroids y que su mayor producción se dio en la década de los 70.
Las visitas guiadas a la Casa Archivo Manuel Álvarez Bravo son para 10 personas, dos veces por semana, y se deberá llamar al número 5554 4080 o escribir al correo info@manuelalvarezbravo.org
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