Por:Pablo Espinosa
Alicia Alonso, una de las grandes heroínas de la cultura contemporánea, presidió la nueva puesta en escena de Giselle, edificada por ella como el punto más elevado en el dominio del ballet romántico con la trouppe que fundó y mantiene como uno de los máximos tesoros culturales contemporáneos, el Ballet Nacional de Cuba.
En el Día Mundial del Teatro, que ocurrió el viernes pasado, la maestra Alonso presentó al público cubano a sus estrellas, que son recibidos con vítores, alaridos, aplausos y aclamaciones en cuanto uno a uno van apareciendo en escena.
Las voces de niños en las butacas, la alegre algarabía de mujeres en los pasillos tras los palcos centrales y en general un ambiente festivo enmarcan las presentaciones de la Compañía Nacional de Danza de Cuba. Sin la solemnidad y el elitismo de otras compañías prestigiadas en el mundo, las actividades de este milagro cultural ocurren de manera cotidiana. Presentan series de cuatro funciones cada dos o tres fines de semana por mes. Huelga decir que los boletos de entrada para los cubanos son menos que simbólicos.
Los papeles principales fueron ejecutados de manera extraordinaria por Anette Delgado y Joel Carreño. Pero todo el cuerpo de baile en realidad consigue, por su desempeño asombroso, el nivel de primeros bailarines.
Teatro de piernas, brazos y sonrisas, la pantomima creada por Alicia Alonso desde su histórico debut como Giselle, en 1943, calza a la perfección en la idiosincrasia cubana. A tal punto que resultaría injusto, por limitado, denominar virtuosos a los ejecutantes que despertaron el asombro del teatro lleno a reventar la noche del viernes en La Habana. En realidad, cada desplazamiento de todos y cada uno de ellos es una obra maestra.
Trigo al sol, vuelos de colibrí.
El primer pas de deux de la noche, por ejemplo, es una auténtica alucinación. Los desplazamientos aéreos de ellas suceden con naturalidad tal, que en pleno vuelo su cuerpo se convierte en flor acariciada por el viento, mientras los saltos, pirouettes y pas de cheval de dos primeros bailarines de ébano producen un tremor de carne humana semejante al trigo que rebota bajo el sol dorado en su aparente aspiración al cielo.FotoDesde el palco, la maestra evocaba cada paso que inició aquel 2 de noviembre de 1943, la noche en que sustituyó a la legendaria Alicia Márkova.
El vuelo del colibrí, la afilada sucesión de brazos femeninos moviendo tempestades, la estatuaria volátil y perenne al mismo tiempo, esa manera de moverse de un extremo al otro del escenario y en diagonal, en puntas, de ellas que parecen no tocar en piso. Y encima y abajo y en medio los tonos pastel de los tutús en pleno trópico. Alejo Carpentier revisitado: he aquí lo real maravilloso, el concierto barroco de las piernas y espaldas y cuellos y brazos y sudor y solfa.
Desde el palco de honor, Alicia Alonso veía pasar por su cerebro, en cuanto la música de Adolphe Adam lo indicaba, todos y cada uno de los pasos que inició aquel 2 de noviembre de 1943, la noche en que sustituyó por azares del destino a la legendaria Alicia Márkova en el Ballet Theatre de Nueva York. Enseguida pasó por su magín la noche en que recibió el Grand Prix de la Ville de Paris, y luego cuando vio el resplandor de la Ciudad Luz, cuatro años más tarde, cuando la mismísima Ópera de París la llevó hasta allá para que montara su versión de Giselle y quedara incorporada en el repertorio de esa compañía.
Inmejorable estilo
A la fecha, la versión que vimos la noche del viernes en el hermoso Teatro Nacional de La Habana continúa como la mejor en la historia del ballet.
Nadie hasta la fecha ha logrado plasmar el estilo romántico de baile como Alicia Alonso, y ninguna compañía de ballet ha superado hasta la fecha a la Nacional de Danza de Cuba.
Ballet romántico a morir. La historia que cuenta el libreto, tan conocida por todos, tantas veces repetida, nacida en la mente de Heinrich Heine a partir de una leyenda popular alemana, transcurre en la versión cubana de una manera tan trepidante que muchos lloran gentilmente en sus butacas y todos nos conmovemos hasta el suspiro cuando ella muere de amor y se convierte en espectro que danza, y el final resulta de plano estremecedor, la piel entera de gallina y una corriente eléctrica recorre el butaquerío, la misma que electrocuta de amor al amante que sigue hasta la tumba a su doncella.
Esplende en La Habana un tesoro cultural del mundo: la Compañía Nacional de Danza de Cuba, con su directora, la maestra Alicia Alonso. Albricias
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