En un salón, un grupo de maestros interpretaba, entre risas y alboroto, La interesada, de Chava Flores, haciendo uso de dibujos que ilustraban al sol, la luna, las estrellas, el amor (un corazón) y la pasión (muchos corazones). En el salón de al lado, un grupo muy atento marcaba el compás de ¿Quién será?, antes de cantarla, acompañados por música. A unos pasos, en otro salón, una maestra mostraba objetos oaxaqueños para hablar sobre el son istmeño La Martiniana, antes de que todos la entonaran... Éstas son tan sólo tres de las múltiples maneras de abordar una canción.
En un hermoso edificio colonial de la Universidad del Claustro de Sor Juana se llevaba a cabo un taller de capacitación a maestros para dar el curso ¡Ah que la canción! Este es uno de los programas que forman parte del ambicioso proyecto que busca que el arte esté presente en la educación primaria y secundaria, coordinado por la asociación civil Consorcio Internacional Arte y Escuela (ConArte) y en el que participan instancias privadas y públicas.
El curso busca que la música popular, parte de la educación sentimental de generaciones de mexicanos, piezas como La bruja, Deja que salga la luna y La adelita, se cante en las aulas de primaria.
Ese curso, llevado a cabo a finales de 2008, fue con maestros de prescolar y primaria del Distrito Federal. Hace algunas semanas, 124 directores de coros provenientes de todos los estados recibieron el curso. La idea es que ellos den talleres del método a maestros en las entidades. O sea, que sean formadores de maestros.
El proyecto parte de que en la actualidad la música está tan relegada en las aulas de educación básica que hay que comenzar de cero.
Los padres y los maestros piensan que las artes son una pérdida de tiempo. Pero al pensar así coartamos las habilidades y aspiraciones de los niños, opinó María Leticia García Robles, maestra de primaria que tomó el curso. Además, la música es la base para que desarrollen habilidades en otras materias, como matemáticas y español.
Por su parte, Catalina Remedios Ríos Morales, asesora técnica de primarias que tomó el curso, dijo: La creatividad es nuestra mayor herramienta. La música, como todas las artes, da un abanico de posibilidades para enfrentar mejor la vida.
La idea es que la música mexicana recorra todas las materias: Los ejercicios rítmicos, por ejemplo, sirven para concentrarse, antes de la clase de matemáticas, dijo Lucina Jiménez, directora general de ConArte (http://www.conarte.com.mx/). Y, en general, les permite liberarse y hacer más lúdicas las clases.
Jiménez explicó: Detrás del método hay una visión del arte como elemento integrador de otros conocimientos, capaz de relacionarse con el entorno de cada niño o niña y ser transformador de su experiencia, a la vez que es un enfoque formativo que puede ser aplicable en cualquier contexto escolar, y desde cualquier materia.
El curso llevado a cabo en el Claustro de Sor Juana tuvo la intención de preparar la tierra para después sembrar la semilla, como lo describió el músico y compositor Jorge Córdoba, uno de los maestros del curso y participante como arreglista de este método y repertorio.
La idea es sensibilizar al maestro, recordarle que la música es esencial en un ser humano. Hay que abrir al maestro para que tenga la capacidad de abrir al niño, explicó Córdoba.
A lo largo de una semana (22.5 horas), se dan algunas bases técnicas de la música: la vocalización, la respiración, el ensayo y el montaje de las canciones, siguió Córdoba.
El curso da elementos muy básicos para los maestros que no tienen conocimientos musicales; abre muchas puertas para conocer la música, para que vean que no es complicado, dijo la maestra María Leticia García Robles. Todos tenemos la posibilidad de cantar, sólo hay que educar el oído.
En este curso, que se seguirá impartiendo en la ciudad de México y en diversas ciudades de los estados, los maestros aprenden a leer música y a dirigir canciones. Mi maestro está dando lo que aprendí en tres años y medio, aseguró García Robles, docente de música.
Pero no sólo se trata de conocimientos técnicos. A lo largo del curso, la creatividad de los maestros se dispara, dijo Jorge Córdoba. Se refiere, por ejemplo, a los recursos empleados para representar una canción, desde poesía coral hasta combinarla con teatro y danza.
Un primer paso
El material es parte esencial del proyecto. Fue hecho ex profeso y es único en su tipo. Lucina Jiménez coordinó a un equipo de músicos, profesores y compositores. Para el repertorio se eligieron 30 canciones mexicanas que abarcaran todas las regiones, épocas y géneros, explicó Jiménez. Las piezas se grabaron acorde a los registros vocales infantiles. Un cd incluye la música con y sin voz.
A pesar de que nuestra tradición ha sido y es profunda, las actuales generaciones de escolares no conocen estas obras ni a sus creadores, escribió Jiménez en el texto introductorio del libro para los maestros. Esta publicación contiene la letra, partitura y arreglo de cada canción, además de un breve escrito que describe el contexto de la época o del autor, y un recuadro con sugerencias para el docente. Así, los maestros vinculan la música con otras materias, como civismo y español.
La idea es también que los niños regresen a casa y conversen con sus familiares sobre alguna canción que aprendieron.
El proyecto es coordinado por ConArte, con el apoyo de la Secretaría de Educación Pública, dentro del Programa Nacional de Escuela Segura, y con la Administración Federal de Servicios Educativos en el Distrito Federal.
México necesita un levantón, y el arte es una de las herramientas más útiles para el ser humano, dijo Jorge Córdoba.
Este es, pues, apenas el primer paso. Un paso inicial que ya movió a los que participan.
Córdoba contó que en el cuaderno de opiniones de uno de sus cursos, una maestra escribió que la había ayudado no sólo a descubrir que sí podía cantar, sino a sobrellevar el duelo por la muerte de su hija.
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