Por: Manuel García Estrada
Finalmente el concepto de cultura -como toda manifestación humana- ha comenzado a expandirse de manera masiva.
La vieja utilización del concepto propiciaba que hubiera “cultura”, “cultura popular”, “sub culturas”, etc. Con ello un grupo de dominación podía humillar, someter, menospreciar a otros grupos o aparentar que alguien o algunos si tenían un valor.
En 1992 aún prevalecían las fatídicas concepciones snobs que reflejan falta de autoestima, porque creo que muchos hombres y mujeres “cultos” tratan de tener un reconocimiento o valor sobre otros diciendo que saben más o que entienden cierta clase de música. En aquel año el ex director de Radio y Televisión Mexiquense en Toluca afirmaba en un diario que la estación de radio estatal difundía sólo música que era de calidad y que con ello se reforzaba su vocación cultural a través del jazz, el rock (en inglés, urbano y alternativo), la música folklórica y la clásica. ¡Qué bruto! ¿Dónde quedó la salsa, el reguetón, la norteña, el merengue, la electrónica, etc? Quedaron en el baúl de la in compresión de un limitado que no goza de la música sino de aquello que lo hace sentir superior o al menos dueño de un pequeño feudo, el problema es que estrechó la visión de miles de radio escuchas reforzando un sistema de dominación a favor del poder político. Para colmo ¿Quién dice que sólo esa música es culta? ¿Él? ¿Y quién es él para “iluminar” con esa “verdad” al mundo?
Los géneros musicales no tan comercializados han gozado de cobijo por parte de festivales o institutos culturales más que como objeto de promoción para la estimulación creativa de las personas, como manifestaciones para gente más educada o preparada. Grave error. De hecho al mantener esa política se aísla de manera sistemática a esas expresiones musicales debido a que se vuelven elitistas y exclusivas de algunos grupos recordando que exclusivo viene de excluyente, así pues la política cultural vigente viola derechos: segrega, aleja, excluye.
Los cultos son aquellos que pertenecemos a una cultura, ergo somos todos cultos. Hay quienes están más leídos o educados pero ojo, eso no necesariamente los hace inteligentes, eso es otro boleto. El acumular conocimiento sin aplicarlo a la vida cotidiana no sirve de nada y el lugar ya está ocupado por bibliotecas de todos tamaños y los discos duros de las computadoras.
La tecnología es la perla cultural debido a que transforma por conocimientos y experiencias la realidad aunque para los desintegrados –individuos que no creen que vivimos en un todo interrelacionado en el universo- esa manifestación humana es lejana al jazz, rock o pop.
Gracias a la tecnología podemos sonorizar grandes espacios para que una voz bella inunde las almas de miles de personas en una plaza o ser comprada en un cd en tiendas, gracias a la tecnología podemos hacer que una obra plástica pueda ser adquirida por miles al ser reproducida, gracias a la tecnología un arquitecto puede expandir su arte por docenas de ciudades.
El reto de la política cultural actual es agrupar, por ejemplo, en un festival a las bellas artes, las artes posmodernas, ciencias sociales o exactas de manera equitativa o al menos propiciando ese encuentro de ideas y conocimientos. El reto, para decirlo de un modo más humano, es integrar al cerebro humano en sus dos hemisferios en la misma experiencia para que el resultado tenga un sentido.
Aquellos festivales convencionales o regulares donde nomás hay conciertitos o teatro o etc., son como galerías de museos vacíos y muertos. Hay quienes asisten pero no regresan o se conforman con eso manteniendo el status quo excluyente. Son actividades no solo desintegradas sino desintegradoras.
También, el terror puede apoderarse de artistas y gestores, porque al ser muchos de ellos el resultado de una política desintegradora, sencillamente les da hueva estudiar más, conocer a más personas, tratar de entender química, física o matemáticas, porque pasa y mucho, que ellos mismos determinan la "libertad" de sus mentes creativas. Es decir, a modo de no hacer nada con orden o cálculo sino cuando se les hinche la gana. Por ello, instituciones y gobierno también hacen lo que les place porque hay mucha ignorancia en muchos artistas que si sencillamente leyeran la Constitución obtendrían más recursos, no como dádiva o favor, sino como derecho. Pero el que no sabe siempre será manipulado, aunque pinte bonito o filme películas interesantes.
Cuando una bola de señores copetudos se sientan en una sala para escuchar a autores muertos como Beethoven y se indignan cuando alguien nuevo aplaude en el momento en que “no se debe” se convierten en parte de la estructura de poder excluyente en lugar de enseñar y compartir conocimiento se sienten los sabedores de lo correcto. Pobres porque al final son seres limitados y egoístas.
Los responsables estructurales del impulso a las expresiones culturales vendrían a ser los directores de casas de cultura, bibliotecas, escuelas. Peor: ellos aún creen que no nos damos cuenta que en vez de servirle a los demás lo único que hacen es defender un hueso.
En una ciudad del centro de México estuve reunido con varios funcionarios del área de cultura y educación y al proponerles soluciones rápidas a problemas de la política cultural local se enojaron y aterraron. Los temas de la reunión eran dos: cómo generar una convocatoria exitosa y cómo financiar un evento.
La convocatoria de la que se habló era para llenar de manera motivada una serie de actividades académicas y en lugar de quejarnos o pelearnos propusimos que se regalaran 2 mil libros entre las tres escuelas que más invitaran y lograran que llegaran al suceso papás, alumnos o personas en general a las conferencias y conciertos. Un funcionario dijo que no porque podría convocarse a mucha gente y que eso sería un problema y citó básicamente a un concierto en un enorme foro para mil personas como posible punto crítico debido a que no hay esa cantidad de sillas, se le respondió que la gente podría sentarse en el piso a escuchar a la orquesta sinfónica. Dijo que eso no era apropiado para el evento (¿?). Después se discutió sobre la necesidad de una hoja de madera para unos bailarines jarochos. El problema es que no tenían 220 pesos (20 dólares) para comprar el material, que no había presupuesto. Propusimos entonces que cada asistente a la reunión diera 55 pesos (5 dólares) para comprarla, pero nos dijeron que no, se indignaron y enojaron: no era correcto desde su perspectiva. Así pues ese evento no podía presentarse en un andador para unas quinientas personas porque no tenían ese dinero y no querían encontrar vías para resolverlo.
Para que podamos construir públicos, expandir la cultura, integrar el conocimiento y darle vida a la sociedad contemporánea primero hay que realizar la mayor cantidad de actividades culturales posibles con una visión de vanguardia que no se peleé con la realidad, sino que la transforme. Segundo, hay que procurar correr a la mayor cantidad de “funcionarios” públicos o de la iniciativa privada que son excluyentes y se resisten al cambio. Tercero, hay que propiciar que las artes y las ciencias se sienten juntas en los banquetes culturales de festivales y espacios. Cuarto, hay que evitar y combatir que el gobierno sea “la gran OCESA” y que deje de producir eventos y se dedique a facilitarlos y si hay funcionarios que quieren ser recordados por su trabajo que lo sean por su gestión y apoyo no por sus “creaciones” porque citando palabras más o menos a Reyes Heroles, cualquier pendejo con presupuesto hace obra. Quinto, tratar con respeto y equidad a todas las comunidades culturales, sean urbanas o rurales. Sexto, hacer de la gestión cultural y la promoción cultural procesos y sistemas de trabajo que se conformen en tecnologías culturaes y séptimo, dejar de hablar y comenzar a hacer. Diciendo y haciendo.
Los esperamos en intracultura, del 24 al 29 de noviembre en Toluca, www.intracultura.com. Encuentro Nacional de los Mexicanos sean grandotes, chiquitos, morenos, güeros, bugas, gays, rockeros, poperos, jazzeros, flacos, gordos, católicos, ateos, krishnas, hombres, mujeres, niños o ancianos. Todos como somos iniciamos la conmemoración de los centenarios aceptándonos como somos.
Finalmente el concepto de cultura -como toda manifestación humana- ha comenzado a expandirse de manera masiva.
La vieja utilización del concepto propiciaba que hubiera “cultura”, “cultura popular”, “sub culturas”, etc. Con ello un grupo de dominación podía humillar, someter, menospreciar a otros grupos o aparentar que alguien o algunos si tenían un valor.
En 1992 aún prevalecían las fatídicas concepciones snobs que reflejan falta de autoestima, porque creo que muchos hombres y mujeres “cultos” tratan de tener un reconocimiento o valor sobre otros diciendo que saben más o que entienden cierta clase de música. En aquel año el ex director de Radio y Televisión Mexiquense en Toluca afirmaba en un diario que la estación de radio estatal difundía sólo música que era de calidad y que con ello se reforzaba su vocación cultural a través del jazz, el rock (en inglés, urbano y alternativo), la música folklórica y la clásica. ¡Qué bruto! ¿Dónde quedó la salsa, el reguetón, la norteña, el merengue, la electrónica, etc? Quedaron en el baúl de la in compresión de un limitado que no goza de la música sino de aquello que lo hace sentir superior o al menos dueño de un pequeño feudo, el problema es que estrechó la visión de miles de radio escuchas reforzando un sistema de dominación a favor del poder político. Para colmo ¿Quién dice que sólo esa música es culta? ¿Él? ¿Y quién es él para “iluminar” con esa “verdad” al mundo?
Los géneros musicales no tan comercializados han gozado de cobijo por parte de festivales o institutos culturales más que como objeto de promoción para la estimulación creativa de las personas, como manifestaciones para gente más educada o preparada. Grave error. De hecho al mantener esa política se aísla de manera sistemática a esas expresiones musicales debido a que se vuelven elitistas y exclusivas de algunos grupos recordando que exclusivo viene de excluyente, así pues la política cultural vigente viola derechos: segrega, aleja, excluye.
Los cultos son aquellos que pertenecemos a una cultura, ergo somos todos cultos. Hay quienes están más leídos o educados pero ojo, eso no necesariamente los hace inteligentes, eso es otro boleto. El acumular conocimiento sin aplicarlo a la vida cotidiana no sirve de nada y el lugar ya está ocupado por bibliotecas de todos tamaños y los discos duros de las computadoras.
La tecnología es la perla cultural debido a que transforma por conocimientos y experiencias la realidad aunque para los desintegrados –individuos que no creen que vivimos en un todo interrelacionado en el universo- esa manifestación humana es lejana al jazz, rock o pop.
Gracias a la tecnología podemos sonorizar grandes espacios para que una voz bella inunde las almas de miles de personas en una plaza o ser comprada en un cd en tiendas, gracias a la tecnología podemos hacer que una obra plástica pueda ser adquirida por miles al ser reproducida, gracias a la tecnología un arquitecto puede expandir su arte por docenas de ciudades.
El reto de la política cultural actual es agrupar, por ejemplo, en un festival a las bellas artes, las artes posmodernas, ciencias sociales o exactas de manera equitativa o al menos propiciando ese encuentro de ideas y conocimientos. El reto, para decirlo de un modo más humano, es integrar al cerebro humano en sus dos hemisferios en la misma experiencia para que el resultado tenga un sentido.
Aquellos festivales convencionales o regulares donde nomás hay conciertitos o teatro o etc., son como galerías de museos vacíos y muertos. Hay quienes asisten pero no regresan o se conforman con eso manteniendo el status quo excluyente. Son actividades no solo desintegradas sino desintegradoras.
También, el terror puede apoderarse de artistas y gestores, porque al ser muchos de ellos el resultado de una política desintegradora, sencillamente les da hueva estudiar más, conocer a más personas, tratar de entender química, física o matemáticas, porque pasa y mucho, que ellos mismos determinan la "libertad" de sus mentes creativas. Es decir, a modo de no hacer nada con orden o cálculo sino cuando se les hinche la gana. Por ello, instituciones y gobierno también hacen lo que les place porque hay mucha ignorancia en muchos artistas que si sencillamente leyeran la Constitución obtendrían más recursos, no como dádiva o favor, sino como derecho. Pero el que no sabe siempre será manipulado, aunque pinte bonito o filme películas interesantes.
Cuando una bola de señores copetudos se sientan en una sala para escuchar a autores muertos como Beethoven y se indignan cuando alguien nuevo aplaude en el momento en que “no se debe” se convierten en parte de la estructura de poder excluyente en lugar de enseñar y compartir conocimiento se sienten los sabedores de lo correcto. Pobres porque al final son seres limitados y egoístas.
Los responsables estructurales del impulso a las expresiones culturales vendrían a ser los directores de casas de cultura, bibliotecas, escuelas. Peor: ellos aún creen que no nos damos cuenta que en vez de servirle a los demás lo único que hacen es defender un hueso.
En una ciudad del centro de México estuve reunido con varios funcionarios del área de cultura y educación y al proponerles soluciones rápidas a problemas de la política cultural local se enojaron y aterraron. Los temas de la reunión eran dos: cómo generar una convocatoria exitosa y cómo financiar un evento.
La convocatoria de la que se habló era para llenar de manera motivada una serie de actividades académicas y en lugar de quejarnos o pelearnos propusimos que se regalaran 2 mil libros entre las tres escuelas que más invitaran y lograran que llegaran al suceso papás, alumnos o personas en general a las conferencias y conciertos. Un funcionario dijo que no porque podría convocarse a mucha gente y que eso sería un problema y citó básicamente a un concierto en un enorme foro para mil personas como posible punto crítico debido a que no hay esa cantidad de sillas, se le respondió que la gente podría sentarse en el piso a escuchar a la orquesta sinfónica. Dijo que eso no era apropiado para el evento (¿?). Después se discutió sobre la necesidad de una hoja de madera para unos bailarines jarochos. El problema es que no tenían 220 pesos (20 dólares) para comprar el material, que no había presupuesto. Propusimos entonces que cada asistente a la reunión diera 55 pesos (5 dólares) para comprarla, pero nos dijeron que no, se indignaron y enojaron: no era correcto desde su perspectiva. Así pues ese evento no podía presentarse en un andador para unas quinientas personas porque no tenían ese dinero y no querían encontrar vías para resolverlo.
Para que podamos construir públicos, expandir la cultura, integrar el conocimiento y darle vida a la sociedad contemporánea primero hay que realizar la mayor cantidad de actividades culturales posibles con una visión de vanguardia que no se peleé con la realidad, sino que la transforme. Segundo, hay que procurar correr a la mayor cantidad de “funcionarios” públicos o de la iniciativa privada que son excluyentes y se resisten al cambio. Tercero, hay que propiciar que las artes y las ciencias se sienten juntas en los banquetes culturales de festivales y espacios. Cuarto, hay que evitar y combatir que el gobierno sea “la gran OCESA” y que deje de producir eventos y se dedique a facilitarlos y si hay funcionarios que quieren ser recordados por su trabajo que lo sean por su gestión y apoyo no por sus “creaciones” porque citando palabras más o menos a Reyes Heroles, cualquier pendejo con presupuesto hace obra. Quinto, tratar con respeto y equidad a todas las comunidades culturales, sean urbanas o rurales. Sexto, hacer de la gestión cultural y la promoción cultural procesos y sistemas de trabajo que se conformen en tecnologías culturaes y séptimo, dejar de hablar y comenzar a hacer. Diciendo y haciendo.
Los esperamos en intracultura, del 24 al 29 de noviembre en Toluca, www.intracultura.com. Encuentro Nacional de los Mexicanos sean grandotes, chiquitos, morenos, güeros, bugas, gays, rockeros, poperos, jazzeros, flacos, gordos, católicos, ateos, krishnas, hombres, mujeres, niños o ancianos. Todos como somos iniciamos la conmemoración de los centenarios aceptándonos como somos.
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