Fotos: Fernando López/ SCSLP
Por. Roberto A. Valenciano Capín
“Aún cuando esas danzas imitan al principio los movimientos de la naturaleza exterior: el viento, los árboles y un hormigueo, un río agitado adquieren... un sentido altamente cosmogónico” A. Artud
De esta manera, “suerte de cuchillos” del ecuatoriano Wilson Pico, se circunscribe desde una perspectiva de la llamada danza de la pobreza, y tener como eje central en su obra coreográfica bajo el minimalismo.
Resulta indudable que el oficio coreográfico de Wilson Pico, nos remite a esa incólume apología de este tratamiento de la ironía de los procesos que no-solo converge en esta América, sino más allende de esta limítrofe espacial. Al reunir bajo la particularidad de cuatro conscriptos personajes, de los cuales por cierto ha representado-bailado por más de diez años..
Cuatro personajes que los une un hilo conductor como lo es la errancia o la pobreza misma, al no solo ser expuestos a ser parte de destino manifiesto dentro de la brutalidad de no poder progresar o, simplemente buscar salir de este intrincado estadio.
Una obra que rompe dentro de la propuesta dancística, rompe con esa imperiosa inercia de lo mediato del movimiento hecho danza, para ahora poder el degustar de esas cadencias, esas solvencias expresivas del pleno disfrute de la naturaleza del movimiento, así como lograr puntualizar el exquisito y pausado traslado del trazo coreográfico, en contraparte del apresurado y apremiante transitar del hecho dancístico consumado y más que bien resuelto.
Cuatro imágenes, cuatro dicotomías de vidas marginales dentro de su propia marginalidad, que nos retrata su creador, al desentrañarse en el soldado, el obispo(alto cielo), el torero y el boxeador, bajo el resguardo de su precaria vestimenta que retrata la salvedad de los impertinentes tedio y tedio.
En el transitar del discurso tanto escénico como danzario, damos cuenta de la utilización de un código de danza minimalista, primigenio, exacto y ser expotenciado, remitidos a ese pertinente rompecabezas de no situaciones preestablecidas, pero si sugeridas, aunado a esa infalible deconstrucción de la consecución del manejo de la premisa- vivencias de sus protagonistas.
Una lectura sin ataduras, directa de estos personajes en permanente movimiento-tiempo y, por lo tanto deterioro, al dejar entrever aspectos como esa óptica de la otredad. Reflejadas en la mirada del espectro del desarropado torero viendo su otredad desde la barrera o, el desfallecimiento o incontinencia del boxeador de sustentar la vida.
Personajes y situaciones que adquiere a pesar del tamiz de una concepción de esa exacta manera de sufrir y aguantar desde una ecuatoriana visión, sin embargo se podría dejar entre mirar y dejarse sentir ese oscuro deseo de belleza y redención.
Un trabajo que nos da la impronta desde el primer contacto visual de una excelsa y portentosa plasticidad, a pesar de su referida marginalidad. Pico expone sus conocimientos contemporáneos de la danza, al dejar de manifiesto una precisa economía de movimiento, una imperante contundencia dramaturgia a pesar de la herradumbre de sus personajes, reflejados no solo en sus vestimentas, sino en su misma concepción de ver la vida.
Una suerte de cuchillos que no solo mostrar ese sutil pesimismo, sino una afrenta para salir avante. De esta forma lograr darnos un espectro-hálito de certidumbre en cuanto al devenir de estos tiempos contemporáneos, en donde la soledad sigue siendo un pertinente cómplice.
Todo esto se suscitó como parte de las actividades en esta XXX edición del Festival Internacional de Danza Contemporánea Lila López.
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