A diferencia del violinista estadounidense Joshua Bell, que pese a tocar magistralmente fue ignorado por casi todos los que lo vieron en el metro de Washington al actuar de incógnito. A Franco le fue mejor y le dieron 27 pesos.
Este reto fue realizado en las calles del Distrito Federal por Horacio Franco quien, convocado por la revista Tiempo Libre, se animó a probar suerte en distintos puntos de la ciudad e instalarse a tocar. Los lugares seleccionados fueron el Centro Histórico, la Zona Rosa y la acera de la Bolsa Mexicana de Valores.
Como el flautista de Hamelín, atrajo la atención de muchos afortunados que pasaban por ahí, quienes no dudaron en grabarlo en sus teléfonos inteligentes y detenerse a escucharlo, bien atentos a la interpretación, y aplaudiendo al final de cada pieza. Algunos tiraron monedas al estuche de su flauta. Otros más se acercaron para demostrarle su admiración.
Para su sorpresa el mejor recibimiento lo tuvo al tocar a las afueras de la Bolsa Mexicana de Valores. Esta vez su público, en su mayoría vestido formalmente, no dudó en enviar mensajes de texto para avisar a otros del suceso, y pronto tuvo una numerosa audiencia. Fue como si en esos minutos, el tiempo se detuviera por la mágica fuerza de la música, y alejara a todos de la rutina para solamente prestar atención a sus sentidos y las sensaciones que el instrumento de este gran artista mexicano les dio por un momento.
¿Y todavía se duda que los mexicanos no aprecien lo bello de la vida y el arte?
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