Un Bartolomé de las Casas que defiende a los indios de la dominación española es admirable. Trostski cuando escribe La revolución traicionada, es ejemplar… Vengo de una familia muy antigua en México, y mi abuelo, Ireneo Paz, y mi padre participaron en la vida política. Es un poco por herencia esta vocación, pero no hay que confundir acción política con vocación política… Tengo opiniones políticas y las expreso: eso es todo”.
Octavio Paz cumple 100 años el 31 de marzo. A ver si ahora la izquierda se da la oportunidad de encontrar el lado izquierdo del poeta y lo reconoce porque, dijo:
—Nací con la izquierda. Me eduqué en el culto a la revolución francesa y al liberalismo mexicano. En mi juventud hice mía la gran y prometeica tentativa comunista para cambiar al mundo… Lo que hoy llamamos izquierda comenzó en el siglo XVIII como un pensamiento crítico. La gran falla de la izquierda es que una y otra vez ha olvidado su vocación original, su marca de nacimiento: la crítica… No he sido ni soy más incómodo que Trostski, visto como un verdadero demonio…
Cuando recibió el Nobel de Literatura en 1990 habló del reparto de tierras: parecía que hablaba para Enrique Peña Nieto. Dijo:
—El ejido es bueno, pero hay que darles autonomía a los campesinos, sometidos económica y políticamente, permanentes menores de edad: de la monarquía española, de la iglesia… La revolución mexicana restauró las Leyes de Indias con la Reforma Agraria… Parte del poderío del PRI se debe a ese monopolio sobre los campesinos: Hay que devolverles a los campesinos la propiedad de la tierra.
Tampoco estuvo de acuerdo con el subcomandante Marcos sobre las autonomías indígenas:
—En México no ha habido nunca “reservaciones” para los indios. Hay que satisfacer las justas demandas de las comunidades con el resto de la sociedad mexicana, no hay que apartarlas y segregarlas. Esto último sería un arcaísmo suicida… Sería traicionar un proyecto nacional… México no es una confederación de naciones.
Ahora que releí mi libro El poeta en su tierra. Diálogos con Octavio Paz, de 1996, quedé perplejo con las respuestas del poeta entrañable:
—En un poema, Elegía interrumpida, me pregunto, “¿soy el final de mis errores?”… Soy humano, una criatura falible… No cierro los ojos a la muerte, quiero tenerlos abiertos. Filosofar es prepararse a morir…
Paz vive.
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