Por: Mayra Díaz
Siete de la tarde, a lo le...jos se escuchaba una corneta y a la par salían corriendo de todas las casas una multitud de chiquitines que se reunían alrededor de aquel triciclo. Sabíamos que había llegado Don Lalito…
Don Eduardo Olvera nació en la calle de Vallejo. Estudió el oficio de radiotécnico pero al ver que no era un negocio redituable, decidió recorrer mundo. Trabajó en diversos circos de México en aquellos años muy reconocidos como el Atayde y el Italiano. También en algunos otros en Estados Unidos como Ringlin Bros. Pero la vida lo situaría nuevamente en México.
Su esposa María Antonia nos comenta como fue que de andar en el mundo del espectáculo, decidió iniciar en la elaboración de empanadas:
Lalito 14<< Ella tenía 13 años cuando lo conoció. El era diez años mayor, sin embargo el le enviaba cartas nunca olvidándose de ella. Cuando María Antonia cumple 18 años se vuelven a ver para no separarse más. Un año después deciden casarse e irse a vivir a Monterrey>>.
Así que para ayudarse inician haciendo donas y los primeros intentos de empanadas. Una y otra vez mejorado la formula. A fuerza de error y ensayo por fin un día encuentran el punto justo.
Después de un año regresan a San Luis y Don Eduardo pone entonces un carrito de mariscos sin mucho éxito. Un día y por golpe de suerte su esposa decide hacer empanadas e ir a venderlas entre sus familiares. Don Lalito le dice que no se preocupe, que el saldría a venderlas. Cual sería su sorpresa que al cabo de una hora regresaba con la canasta vacía.
Así que tras varias tardes con igual éxito deciden que esta vez se iría en el triciclo.
No había rumbo fijo, donde el viento lo llevara, unas veces cerca, otras por las orillas de la ciudad y su insustituible corneta.
Don Lalito en sus horas libres gustaba del quehacer por escribir y componer. Así que junto con su cuñado deciden grabar un estribillo
que se haría famoso por todos los rincones de la ciudad.
Acondicionó una batería y una grabadora y a la usanza antigua cobró vida la tonada, primero con: Son empanadas de piña, son para niños y niñas, adolescentes y adultos, para abuelitos también.
Otra más donde se mencionaba las colonias de su recorrido. Hasta finalmente la tradicional y que hoy por hoy los niños del ayer todavía recordamos.
LALITO 2<
son empanadas de piña natural
que gusta a chicos y a grandes por igual.
Ya se va, ya se va, Don Lalito
muy contento con sus amiguitos,
muy contento montado en su triciclo>>.
Quien no recuerda a nuestro pintoresco protagonista, con ese carisma tan particular rodeando de chiquitines que lo seguían por varias cuadras.
No era tarea fácil, iniciaban a las seis de la mañana y Don Eduardo junto con su esposa empezaban su día entre olores de harina, piña y arroz con leche.
Llegó a ser tan querido dicho personaje que cuando llovía y se encontraba lejos de su hogar, no faltaba algún compadecido que en camioneta le decía: súbete Lalito y así con todo y triciclo lo acercaban al centro de la ciudad.
Anécdotas como aquella en donde si un niño lo acompañaba por varias cuadras, el lo subía a su triciclo y lo regresaba a casa hasta entregarlo con sus padres.
Relatan que en sus recorridos, en una ocasión se atravesó un pequeño y salió lastimado. Don Lalito, muy acongojado lo llevó con su mamá, y lejos de ayudarle la señora le dijo que estaba muy ocupada que no le llevaría al doctor. Así que ni tardo ni perezoso Don Lalito dejo su triciclo con todo y empanadas para llevar al accidentado a la Cruz Roja.
Al regresar a casa le contó su aventura a Doña María, asombrado en que, durante ese largo rato de ausencia nadie había tomado ni una empanada, encontrando a su trasporte intacto. Así era de querido y respetado nuestro Don Lalito.
Ya para esos años vivía por San Juan de Guadalupe y así sin más ni más ese niño del accidente acudía a visitar a la familia quien generosamente le ofrecía de comer y lo arropo con mucho cariño.
Otra de esas anécdotas narra que en cierta ocasión en uno de los recorridos de Don Lalito, se acercó un niño y le dijo que le ayudara, que no tenía donde quedarse. Así que Don Eduardo llegó a su casa con un huésped más. Durante varias semanas lo atendieron y le ofrecieron casa y sustento.
LALITO1.
Sin embargo Doña María insistió en que ese niño se lo llevaran a algún familiar. Finalmente confesó que venía del estado de México y hasta allá fueron a entregarlo. Cual sería su sorpresa que la madre no quería hacerse cargo del niño y le decía a Don Lalito que se lo llevara de regreso.
Sin embargo Don Eduardo convenció a la mamá para que se hiciera responsable de su hijo.
Pasado algún tiempo nuevamente el joven ya estaba otra vez en San Luis con la intención de cruzar de manera ilegal para E.U. así que Don Lalito aún cuando tenía visa, decidió acompañarlo en esta aventura para que no le fuera a ocurrir nada malo.
Vestido de blanco, con su delantal rojo, continúo por muchos años más. Transformó su triciclo en camioneta pero su sello característico y su canción nunca lo abandonaron.
Un tumor le arrebató la vida. Refieren que el día de su funeral, en una banca de la iglesia, esos niños a quien Don Lalito había ayudado, se encontraban presentes. ¿De donde salieron? Quién les aviso? Nadie sabía. Pero eso si le acompañaron en sus últimos momentos. Hoy por hoy siguen llegado postales y cartas, alguna llamada y saludos para la familia en recuerdo y agradecimiento por esos ayeres.
Y sigue en la memoria de muchos otros niños que corrían con alegría al ritmo de:
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