miércoles, 10 de diciembre de 2014

López Tarso: el actor se confiesa

 
 
Por: Verónica Díaz
 
Se abre el telón de Bellas Artes y la niña Betty Parris... ¡no aparece en escena! La función de Prueba de fuego se convierte en un caos detrás de bambalinas. En su estreno, la obra de Arthur Miller fue calificada por Armando de María y Campos como "el suceso del mes, quizá del año", en su crítica publicada en Novedades. ¿Cuál año? 1956. La dirección es de Seki Sano, mientras que Carlos Ancira e Ignacio López Tarso son los protagonistas. Todos ellos se preguntan ¿dónde está la niña que interpreta a Betty Parris?
 
 
La respuesta la cuenta, medio siglo después, Susana, hija de López Tarso. "Estaba conmigo, corriendo por las pasillos de Bellas Artes". Ahora se ríe. Y no sola, sino junto a su padre, con quien platicó a lo largo de varios años para reunir el material con el que publicaría el libro Hablemos de teatro (Trilce Ediciones/Conaculta, 2014), una exhaustiva monografía de lo que ha hecho el actor mexicano desde los 13 años, cuando comenzó a actuar en el Seminario de Temascalcingo, en un corredor en el que el sacerdote Mardonio Guadarrama improvisó un foro.
 
 
En la cuarta de forros del libro se lee que Susana López Aranda fue entrevistando a su padre durante varios años, pero no específica cuántos. Quizá porque esas comunicaciones no solo han sido verbales y su origen había que buscarlo no en la grabadora, sino en la memoria de quien ha sabido escuchar con paciencia.
 
 
Dos años antes del incidente en Prueba de fuego, Susana ya había tenido otro contacto peculiar con Bellas Artes. Su padre ensayaba para el montaje de Macbeth, en paráfrasis de León Felipe. Con su curiosidad natural de niña, su mente se llenaba de preguntas cada vez que comenzaba la obra y aparecían las hermanas fatídicas alrededor de su caldero y conjuraban hechizos contra Macbeth.
 
 
"Es brujería de verdad", pensaba la niña. Su padre un día decidió darle una enseñanza de vida: la metió al caldero. Y contrario a lo que ella esperaba, no sufrió hechizo alguno. En ese momento, ella se dio cuenta de que el teatro es una representación de la vida y viceversa.
 
 
"En general era curioso saber que mi padre era actor", cuenta Susana ahora que ha logrado publicar el libro justo un par de meses antes de que Ignacio cumpla 90 años y se le rinda homenaje justo en ese mismo foro en donde su hija correteaba a la actriz de Prueba de fuego y se imaginara hechizos políticos en calderos humeantes.
"Cuando eres muy chico —especifica— parece imposible que las personas se bifurquen, de modo que verlo en pantalla y estar sentados con él era curiosísimo".
 
 
 
Por eso resulta tan importante aquel episodio de 1954 en el caldero. A partir de entonces, Susana e Ignacio tienen una biografía en común. Desde entonces platican de lo mismo: del arte y la vida. O como escribió Pedro Calderón de la Barca, de El gran teatro del mundo.
 
 
 
En 513 páginas, López Aranda recoge con paciencia de amanuense las memorias de su padre. Su insólito encuentro con los reyes de España, que fueron hasta su camerino en un teatro de Madrid para felicitarlo por su interpretación en Tirano Banderas, ese dictador despótico y opresor trazado con precisión por Ramón del Valle-Inclán.
 
 
Y mientras los reyes lo felicitaban, Francisco Franco, ese dictador que aplastó a la democracia durante gran parte del siglo XX en España, se negaba a morir.
 
 
"Santos Banderas era un personaje de gran actualidad; tenía cosas muy directas contra la tiranía de Franco", platica el actor en su libro.
 
 
Hurgando en la memoria de su padre, Susana rescata un episodio sucedido fuera del teatro, en la explanada Palacio de Oriente de Madrid, por donde López Tarso caminaba. "De pronto la gente comenzó a aplaudir y gritar porque apareció en el balcón el Generalísimo. Claro, eran franquistas. Pero el contraste en el país era así, todo el tiempo".
 
 
El libro termina con una frase lúdica: "Podríamos seguirle –dice el actor– pero ya estuvo muy largo, así que mejor aquí le paramos, ¿no?". Es cierto. No sólo por las épocas que ha atravesado, lo cual le ha permitido cruzar palabra y acción con Salvador Novo (fue su director en Los empeños de una casa, en 1949), Álvaro Custodio (con quien puso varios clásicos del teatro español como La Celestina y Don Juan Tenorio), Seki Sano, Margarita Xirgu, Manolo Fábregas, Alejandro Jodorowsky (actuó en El Rey se muere, obra con la que viajó a Cuba) y tantos más.
 
 
También porque su esposa, Clara, ya fallecida, dedicaba una parte de su tiempo a guardar todo lo que tenía que ver con el trabajo de su marido. Esos recuerdos son hoy el archivo más grande que existe de la vida y obra de Ignacio López Tarso que empezó a actuar cuando estaba en la secundaria y todavía no termina...
 
 
Larga experiencia
 
-100 obras de teatro
-50 películas
-1000 programas unitarios para TV
-Ocho álbumes de corridos y relatos de la Revolución mexicana

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