En una ocasión el compositor y director de orquesta Eduardo Mata (1942-1995) expresó: “En realidad la música no existe hasta que suena. Es decir, hasta que el intérprete la realiza en el tiempo. La responsabilidad del intérprete se convierte entonces en una forma de creación”.
Así fue como entendió su labor en la música durante más de cinco décadas, hasta que murió en un accidente aéreo hace 20 años. Mata se consideró un intérprete de la música desde los cuatro años cuando aprendió solfeo y a los 16 cuando compuso su primera obra, hasta su trabajo en el Departamento de Música de la UNAM o con la Orquesta Sinfónica de Phoenix.
Dos décadas después de su muerte, su obra se mantiene en los repertorios de las orquestas y sus técnicas de dirección y enseñanza musical se replican en diferentes grupos. “En sus manos, los sonidos encerrados en una partitura cobraban vida de manera prodigiosa. A sus inmensos conocimientos musicales y a su técnica y oficio de primer orden, unía, además, una amplia cultura humanística, que le permitía no sólo conocer profundamente la obra que dirigía”, señaló Mario Lavista, también compositor, en un ensayo a propósito de la muerte de Mata.
Quien fue alumno de Carlos Chávez entre 1950 y 1963, compuso varias obras, incluyendo tres sinfonías, música de cámara, varias sonatas y piezas de ballet. Entre su repertorio destaca Trío para Vaughan Williams (1957); Sonata para piano (1960); Improvisaciones, para clarinete y piano (1961); Sinfonía núm. 1 clásica (1962); Los huesos secos, ballet con cinta (1963); Sonata para chelo (1966) y Sinfonía núm. 3 para alientos y corno (1966).
Como director condujo a la Filarmónica de Berlín, la Orquesta de Estocolmo, la Orquesta Filarmónica de Dallas; además como huésped colaboró con las filarmónicas de Alemania, Suecia, Dinamarca, Italia, España, Holanda y Estados Unidos. En México fue asesor artístico y director de la Ópera del Instituto Nacional de Bellas Artes.
Además contribuyó en el Sistema de Orquestas Juveniles de Venezuela, especialmente con la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar. También grabó más de cincuenta discos, muchos de ellos con la Orquesta Filarmónica de la UNAM, Dallas Symphony Orchestra y la London Symphony Orchestra, lo que le mereció reconocimientos como la Lira de Oro (1973) y el Premio Elías Sourasky (1975).
En reconocimiento a su labor, en 2012 se realizó un homenaje por sus 70 años de nacimiento con una serie de actividades artísticas y musicales. Entonces la familia de Mata donó a la Fonoteca Nacional el acervo personal conformado por dos mil 371 materiales, de los cuales el 80 por ciento son sonoros y se suman a los 209 que ya se tenían entre discos de vinil, casetes, discos compactos, videos en formato VHS y libros.
Quien ingresó a El Colegio Nacional en 1984 también ha sido reconocido por instituciones culturales que llevan su nombre como la Fonoteca Eduardo Mata del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, fundada en 1997, el Festival Eduardo Mata en Oaxaca, la Orquesta Juvenil Universitaria, y se anunció la próxima creación del Centro Digital Eduardo Mata.
“Mata solía distinguir dos clases de intérpretes: los que sirven a la música y los que se sirven de ella. Él perteneció siempre a los primeros. Sabemos, al escucharlo, que nunca pretendió eso que llamamos “reflejar su personalidad”, refirió Lavista.
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