Por: Virginia Bautista.
El poeta Octavio Paz recordaba que, cuando vivían él y Elena Garro en la calle de Saltillo, en la colonia Roma, empezaron a escuchar en la casa de atrás “ruidos extraños, como aullidos de lobo, como que serruchaban a alguien, como que hacían torturas. Después, se oía a un pianista interpretando a Chopin”.
Luego, a mediodía, cuenta el escritor e investigador Alejandro Toledo Oliver, siempre citando a Paz, “se asomaba una mujer guapa en la ventana como a tomar el sol”. Eran Francisco Tario (1911-1977) y su esposa Carmen Farell, probablemente hacia principio de los 40 del siglo pasado, quienes organizaban “tertulias inolvidables”.
Así eran las noches de Tario, cuyo nombre de pila era Francisco Peláez Vega, considerado uno de los pioneros de la literatura fantástica en México y creador de una obra tan singular que ha sido comparada con la de Juan Rulfo.}
Cuentista, novelista y dramaturgo, pero también pianista, astrónomo, portero de futbol, dibujante, fotógrafo y empresario de cine, el autor del libro de cuentos La noche y la novela Aquí abajo, con los que comenzó en 1943 su camino literario, es mostrado en todas sus facetas en la exposición Las noches de Francisco Tario.
Esta muestra fotográfica y documental, que se exhibirá a partir del próximo miércoles en el Museo de la Ciudad de Querétaro, para conmemorar el 40 aniversario luctuoso del apasionado de los fantasmas, reúne unas cien fotografías en blanco y negro, documentos y algunos ejemplares de su biblioteca.
Toledo Oliver, quien emprendió el rescate de la obra de Tario hace 30 años, cuando se publicó Entre tus dedos helados y otros cuentos (1988), comenta que entre las imágenes expuestas destaca la serie que el escritor mexicano tomó en Llanes (España), el pueblo de sus padres donde pasó su infancia.
“Hay alrededor de 300 negativos sobre este lugar: paisajes con poca gente, un salto de agua, las playas, los edificios, las viejas mansiones. Una de mis fotos favoritas es él en el Central Park de Nueva York, con un traje gris muy fino. Me gusta verlo esquiando con su esposa. Y también las fotos de Acapulco son buenas, donde aparecen los toreros Luis Miguel Dominguín o Manolete”, detalla.
El experto en el universo creativo Tario, quien resguarda alrededor de cien libros del narrador, “que son una especie de radiografía de sus lecturas”, explica que la exposición está dividida en cuatro secciones: las estampas familiares de Tario, la convivencia con sus amigos, las gráficas que tomó en Llanes y su encuentro con Acapulco en los años 50.
En el puerto guerrerense, donde vivió de 1945 a 1955, trabajó con la fotógrafa Lola Álvarez Bravo. “Lola tomó una foto de un niño en la playa posando de una forma curiosa. En la muestra se ve el momento en que ella está preparando esta toma. Tario la fotografía cuando la está captando”, agrega. El álbum Acapulco en el sueño es resultado de esta mancuerna creativa.
Y, por lo demás, añade el ensayista, “siempre es curioso ver a un escritor en traje de baño o esquiando, son situaciones atípicas. Sin embargo, el trabajo que hizo en Llanes sí habla del Tario fotógrafo, es su propuesta personal en imagen más completa”, añade.
Asimismo, Toledo destaca las 15 fotos que Tario le tomó a su esposa Carmen, a quien llamaba su “mágico fantasma”. “En la exposición se reproduce un poema en prosa que le escribió Paz a ella, que hizo para el libro 21 mujeres de México, un proyecto de Antonio Peláez, el hermano de Tario”.
Las noches de Tario se presentó por primera vez en el Palacio de Bellas Artes en 2011, en el marco del centenario de su natalicio; y dos años después se montó en el Centro Cultural Casa de los Vientos de Acapulco.
“La digitalización e impresión de las fotos las hizo Literatura del INBA. Pero la exposición estaba embodegada. No se exhibe desde 2013. La idea es activarla. En Querétaro, donde se presenta en el marco del Hay Festival, ofrecieron restaurarla. Y en diciembre se irá en Acapulco”, adelanta.
PROYECTOS PENDIENTES
Francisco Tario es para Toledo un fantasma que no lo deja, que se ha quedado en su casa. Pues, admite, a pesar de que ya había dado por concluido el rescate de su obra, con la publicación a principios de este año de Francisco Tario: Antología (Cal y Arena), con prólogo de Esther Seligson, existen por lo menos dos proyectos pendientes de editar.
Uno son sus dibujos eróticos, “tarea secreta (una picardía que era tal vez otro modo de convocar al fantasma)”, y la correspondencia entre Tario y Carmen en el periodo del noviazgo, de 1930 a 1935, año en que se casan.
“De aquí puede surgir una gran historia. Antes se tenían sólo las cartas de Tario, tras el hallazgo de las misivas de ella puede armarse el rompecabezas. Es la historia de un amor temprano que perduró en él más allá de la muerte de ella, en 1967, como se percibe en Entre tus dedos helados. La idea es juntar las cruzadas en un volumen como de 120 páginas”, asegura Toledo.
Narra que halló las cartas de Farell en el archivo de Tario que su hijo Julio Peláez le permitió rescatar. “Él tuvo un proceso de enfermedades y tuvo que desmantelar su casa y embodegarlo todo para venderlo. Me dio la oportunidad de llevarme los papeles literarios y ahí encontré el lote. También me dio cien libros de la biblioteca de su padre.
En las misivas, se ve una especie de negociación entre ambos. Él le exige a ella que no escriba cartas convencionales, sino que cada una sea como un reflejo de lo que está sucediendo entre ellos. Está como en busca de un buen interlocutor. Ella intenta estar a la altura de la relación”, dice.
Otro proyecto para recordar a cuatro décadas de su muerte al autor de Una violeta de más (1968), es, cuenta Toledo, la propuesta de que a la avenida Circunvalación de Acapulco, donde vivió durante diez años, se le llame Francisco Tario.
Entre muchas sombras aún prevalece el misterio del exilio de Tario a finales de los años 50 y la decisión de asentarse en Madrid. ¿Por qué se fue de México?”, se pregunta Toledo pensando en una nueva línea de investigación.
Se cree que la huida está relacionada con los cines que tenía en Acapulco, el Rojo y el Río (uno más, el Bahía, estaba en construcción), y los propósitos de William Oscar Jenkins o Gabriel Alarcón por apoderarse de la plaza. Abandona el puerto y fija su residencia en España. Lo acompañan su esposa y sus hijos Sergio y Julio. También deja de escribir o publicar, a lo que Esther Seligson llamó ‘el suicidio literario’”, concluye.
¿DÓNDE VERLO?
Las noches de Francisco Tario estará abierta en el Museo de la Ciudad de Querétaro (Guerrero 27 Norte, Centro Histórico), del 6 de septiembre al 5 de noviembre próximos.
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