Por: Ariel Avilés Marín
La expresión corporal es un vehículo idóneo para la
comunicación de sentimientos, saber manejar el cuerpo para transmitir las más
variadas tesituras del alma es un arte profundo que, en algunos casos
afortunados, llega a sublimar el mensaje y lo transforma en arte puro. Las
expresiones corporales de la danza contemporánea se apartan diametralmente de
los recursos de la danza clásica, o sea el ballet clásico. Esta expresión
artística que se va abriendo paso en las postrimerías del S. XIX, se consolida
en el S. XX, y sigue escribiendo páginas magistrales en el panorama del arte.
Ya Sergei Diaguilev hace asomar entre los vuelos del tutú
tradicional, las primeras formas que irán transformando la danza clásica, ya
Isadora Duncan toma la decisión de dejar de calzar las zapatillas tradicionales
de punta e imprime a los pies una expresión más trascendente, con las
coreografías de Mary Wigman, marca patente de una nueva ruta de la danza en el
S. XX; Martha Graham salta a un plano nuevo y de ahí en adelante, la danza contemporánea
va evolucionando a planos y expresiones no sospechadas.
La condición femenina es una trinchera en la que una pléyade
de mujeres célebres han librado feroz batalla para romper el machismo como
forma de dominio social y discriminatoria; esta lucha se ha librado en los más
diversos planos, el arte no es la excepción. Ya encontramos que, en el
Renacimiento, una sola mujer logra escribir su nombre entre los titanes que
revolucionaron el arte universal, Artemisia Gentileschi; y así podemos citar muchos
casos más de mujeres únicas e irrepetibles en las más diversas épocas y
latitudes. Herminia Galindo, Elvia Carrillo Puerto, Beatriz Peniche Barrera,
Frida Kahlo, Laura Esquivel, Margarita Paz Paredes, María Asúnsolo, Antonieta
Rivas Mercado, Nahui Ollín, son nombres que debemos tener presentes en esta
lucha.
La noche del domingo 23, a las nueve de la noche, en el
Centro Cultural Olimpo, la Compañía “Odori Desu” de arte contemporáneo, bajo la
dirección y autoría del Mtro. Roger Pech Sansores, nos presentó un estético y
emotivo espectáculo de danza contemporánea titulado, muy atinadamente,
“Feminaria”, pues la puesta en escena es un verdadero poema visual de
reivindicación a la mujer. Con el concurso de tres excelentes bailarinas:
Sintia Alayola, Josefina Castillo y Nili Gallegos; la coreografía nos va
comunicando diversas situaciones en la vida de tres mujeres que,
alternativamente, pueden pasar a representar tres generaciones diferentes; o
bien abuela, madre e hija, pueden ser dos rivales por el amor de un hombre, dos
amigas que se consuelan, dos desconocidas que se identifican y apoyan, y muchas
cosas y situaciones más.
Las coreografías, durante el desarrollo del espectáculo, van
aderezadas con textos de Sor Juana Inés de la Cruz, Rosario Castellanos, Julia
de Burgos y el propio director Pech Sansores, que le dan una dimensión poética
a las escenas. Las bien seleccionadas proyecciones de Irvin Bates imprimen
color y armonía a los cuadros plásticos, con el concurso de flores y otras
imágenes sugestivas y estéticas. La magnífica iluminación que de la obra hace
Wendy Cruz pone los toques de alegría, dramatismo, emotividad y todo lo
requerido en particular por cada cuadro. El vestuario de Elena Franco es
versátil y apropiado. La selección musical incluyó obras de: John Hookis, Bern
Herbolsheimer, Michel Praterius, Claude Debussy, Yan Tierson, Hiroko Komiya,
Meredith Monk, Hanz Zimmer, Umberto Giordano y Johan Pachelbel.
La gran metáfora de la obra es el paso por un génesis que
transita de alfa a omega, pero en el trayecto se va generando vida nueva; el
nacimiento, los primeros pasos, la relación madre hija es un florecer
constante; “Cada hijo es un florecer”, esgrime la voz del narrador en off. La
imagen toral del desarrollo de la puesta, nos lleva a una conclusión profunda:
Luz, esperanza y eternidad.
Hay cuadros tremendamente estéticos. Una especie de danza
medieval que es un enfrentamiento, con demandas a pelear; tenemos una estética
y delicada danza plástica, con un solo de chelo al fondo, que es verdaderamente
conmovedora. El sometimiento de una mujer a otra también está presente. El
refugiarse en el pasado, pero al mismo tiempo, ya no querer seguir siendo niña,
que nos regala en sus evoluciones Josefina Castillo. La lucha profunda consigo
misma, en busca de su yo, está presente también en la emotiva y enérgica
interpretación de Nili Gallegos a la coreografía de Pech. ¡Qué maravillosa
danzarina tenemos en Sintia Alayola! Su escena, vestida vaporosamente de blanco
y con el tremendo y emotivo fondo de María Callas interpretando el aria la
Mamma Morta, de la ópera Andrea Chernier de Umberto Giordano, desparramó
delicadeza y emotividad hasta el último rincón de la sala, sus evoluciones
plásticas, delicadas, soberbias, nos llenaron la vista y el alma de profundo
sentimiento. Genial broche de oro de la puesta, lo fue la coreografía con las
tres mujeres juntas, con las proyecciones maravillosas de flores abriendo sus
corolas, en una sinfonía de luz y color, y para rematar, el fondo musical es
nada menos que el inmortal Canon en Re de Johan Pachelbel. Redondo final para
la puesta.
El mensaje propuesto por el director-autor, se cumple a
cabalidad: “A la mujer, a la mujer razón, a la razón mujer... mis hermanas, mis
pares, mis hijas, mis madres, mis yos, mis eternas, mis tiernas. Juntas, somos
una todas, todas somos una juntas”.
Salimos del Centro Cultural Olimpo con la satisfacción del
goce estético rezumando en vista, oído e imaginación.
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