Por: Juan Carlos Talavera
La minificción es una casa de puertas abiertas, un rasgo de la inteligencia y una cicatriz luminosa en la memoria del lector”, afirma el escritor Agustín Monsreal (Mérida, 1941), autor de Minificciones. Antología personal, libro con el que obtuvo el III Premio Iberoamericano de Minificción Juan José Arreola 2018.
En entrevista con Excélsior, el autor de Los ángeles enfermos, Tercia de ases y Cuentos para no dormir esta noche, reconoció que este género tuvo su carta de naturalización entre 1990 y 2000, cuando adquirió el gran boom actual y admitió en su seno al aforismo, la greguería, la máxima, la viñeta y el sueño, cuya esencia lo distingue por encerrar algunos rasgos de la condición humana con ironía, humor y crueldad.
Adelantó que a partir de hoy estarán disponibles en línea —con varias mejoras y motores de búsqueda— todos los números de la revista El Cuento, fundada y dirigida por Edmundo Valadés, donde Monsreal fue miembro del consejo editorial en el sitio web: http://www.elcuentorevistadeimaginacion.org
También adelantó que prepara la publicación de Sirenidades, un libro con breves ficciones que abordan el tema de la sirena; y La mujer de tu prójimo.
Sobre Minificciones. Antología personal —publicado en coedición por Ficticia, el Seminario de Cultura Mexicana y el Gobierno de la CDMX—, Monsreal detalló que para esta compilación hurgó entre sus libros ya publicados y en manuscritos inéditos, para concentrar la mayor parte de sus obsesiones, que van desde la ironía y la visión fatalista del ser humano, hasta ese narrador intransigente y por momentos escatológico.
Explicó que una microficción redonda es aquella que, en su contenido, intenta transmitir algo, de tal suerte que cuando alguien la lee, no se pregunta ‘¿y esto qué?’, “sino que encuentra ese texto breve que deja un breve recuerdo o una cicatriz luminosa en la memoria del lector”.
Y para lograrlo, añadió, “considero que se necesita de la máxima precisión, concisión y una muy definida manera de contarla, dado que cada una necesita su propio lenguaje, estructura y dimensión, ya que no es lo mismo escribir una minificción de siete palabras a una de 35”.
Hay minificciones que sólo contienen la voz de un personaje, apuntó, pero en otras ocasiones se junta el personaje y una atmósfera que refleja su estado anímico, o se puede agregar una característica lingüística para que adquiera mayor consolidación.
La minificción es un trabajo creativo en el que todos los elementos que la compongan deben estar perfectamente cerrados, porque se trata de un orbe que no permite la menor fisura o puede echarse a perder el texto”, precisó.
Una clave para escribir una minificción es tener siempre presente que este tipo de textos no dependen del territorio temático que pisan, sino en descubrir el lugar exacto para profundizar. “Una de las virtudes de este género es que trabaja a profundidad y no en extensión; la idea es encontrar el terreno adecuado para provocar la sonrisa, reflexión o el enojo del lector”, detalló.
Así que a veces la superficie plana resulta excelente, pero en otros momentos necesita del terreno pedregoso o arenoso.
Por último, aseguró que sí existe una diferencia clara entre una minificción y un tuit o un estado de Facebook. “La diferencia está en la condición humana, es decir, en el deseo y la pasión, en ese rasgo personal que se manifiesta en el escrito. La diferencia está que el escritor debe ser capaz de captar y atrapar a ese lector para estremecerlo, sacudirlo e invitarlo a un instante de reflexión e imaginación”.
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