martes, 30 de octubre de 2018

Violinista ucraniano Graf Mourja en su constante búsqueda de dibujar un cuadro


Fotografía: Cortesía de Edgar Gutiérrez Calvillo /Festival San Luis

Por: Roberto A. Valenciano Capín

Dos noches de inigualable esplendor musical se pudieron disfrutar, gracias a las dos sesiones que ofreció el violinista ucraniano Graf Mourja en conjunción tanto de la Orquesta Sinfónica de San Luis Potosí, bajo la dirección del Mtro. José Miramontes Zapata como solista, al tener como escenario el Centenario Teatro de la Paz.

Si, todo gracias al resguardo musical del compositor finlandés Janis Sibelius, a partir de su poema sinfónico" Finlandia" y el Concierto para violín y orquesta en D menor, Op. 47,  ésta última interpretada por Graf Mourja en su primera visita a San Luis Potosí.

Mourja concibe este concierto como "una obra sinfónica con una intervención muy profunda del solista-violinista, pero no deja de ser una obra sinfónica".

Al reconocer que le fue difícil esta obra, "porque en esta obra especialmente hay que meterse desde adentro, ya que nuestra tarea fundamental es ir hacia la profundidad de la naturaleza del concierto, porque al hacerlo superficialmente la ejecución, entonces no es posible transmitir esta profundidad de la obra".

A partir de esta premisa es como  logra involucrar al espectador/escucha en este transitar por este viaje musical propuesto por Sibelius, al comentar que "esta es nuestra tarea, cuando uno logra entrar en el público, entonces esto significa que uno ha logrado realizar la obra justamente en el objeto de ayer y- acota- no siempre resulta así, aunque lo toques muy bien".

Además, es una versión revisada, "porque ya hubo una primera edición de este concierto en donde prácticamente el compositor desecho la mayor parte, es decir, mas de la mitad de la pieza, siendo esta primera edición prohibida que fuera ejecutada. Entonces la obra viene siendo resultando una lucha del propio compositor contra si mismo, en la búsqueda de encontrar el material musical ideal para su concierto. Con toda su pasión, con todos los emblemas y códigos nacionales. Entonces en esto es la representación es evidentemente de la naturaleza finlandesa".

Siendo ésta interpretada /ejecutada por el violinista croata al ser una obra expansiva, vertiginosa,  de suma profundidad de sentimiento y bellamente acentuada a través del entretejido único de los cuatro movimientos que la integran, aunado a la exquisitez no solo del fraseo  sino en esta claridad en su ejecución aunado a este dialogar con lo orquestal.

Para redondear su primera participación musical en estas tierras potosinas, al ofrecer un magnánimo concierto integrado por los 24 caprichos para violín del compositor Nicolo Pagannini.


Un escenario que pareció ser grande para el mejor alumno de una generación egresada del Conservatorio Tchaikovsky de Moscú, más no lo fue así, gracias a esta eclipsamiento no solo por la genialidad musical de Paganini sino de Gotja, quien invito a ver juntos, es decir, a través de la música, tanto el público como ejecutante del significado de la obra, esto fundamentado en el hecho de que él como interprete "debe de hacer vivir la música, no una computadora y ni un autómata".

Una obra, expansiva y que no solo se bastó en si mismo la obra, sino 
este dialogar entre partitura y ejecución que paulatinamente fue sumergiendo a los presentes que se asistió a este clima evocador, profundo, pleno de claroscuros e incluso, por momentos, inquietantes.

En el escenario, un violín, violinista y atril  bajo este arropamiento de una concha acústica y de una buena asistencia, por cierto, es de destacar este respeto y atención, el cual solo aplaudió entre cada capricho, ante el agradecimiento de Gotja, quien se concreto en dar esta incidencia en compartir y a la vez pensar en que cada uno de los caprichos "se dibuja un cuadro" esta es otra cosa, a pesar de ser la quincuagésima octava ocasión que toca los caprichosos. "Si cada vez él sintiera este nervio a la hora de tocar, entonces todo sería un fracaso y de ahí que tiene que existir en mí este deseo de narrar cada capricho".

Al platicar que Paganini jamás interpretó estos caprichos en público, "este fue su trabajo casero loco, que fue su idea hacerlo así, en su locura él no quería porque pensó que la gente no entendería esto, sin embargo, él decidió publicarlos y poco a poco en grupos de seis, ya que no los publicó todos al mismo tiempo, entonces fueron cuatro cuadernos de seis caprichos cada uno".

Cuando ellos salieron a la luz en Francia, entonces los violinistas franceses le dijeron que estos eran una charlatanería de Paganini, porque le decían que esto era imposible de tocar, ya que todo esto surgió a raíz de las dificultades que plantea cada uno de estos caprichos y entonces se le relaciono con aspectos mágicos.

"El gran problema con Paganini es que todo el mundo pensaba que era una especie de brujo  y la verdad es que lo único que era, era una persona simple. Él entonces rebaso entonces su tiempo digamos en cien años, él paso adelante de todos y realizó un trabajo colosal incluso sobre Schumann, él mismo clásico, Schubert  y su fantasía en do mayor, la cual transcribió para violín y pianoforte y este fue el resultado de una enorme influencia de Paganini; después de esto, Schumann, Rachmaninov, Lizst, Szymanosky, Brahms y todos cayeron bajo el influjo de Paganini".  



Para también darse Gotja, sin perder esta sonrisa y carisma, este tiempo para agradecer no solo lo compartido en estas noches, sino también dar consejos a jóvenes estudiantes de música, recomendar compositores y firmar programas de mano, pero ante todo,  un ser humano que también habla a través de la música.

Un agradecimiento al Mtro. José Miramontes Zapata por el apoyo en la traducción al momento de esta charla con Graf Mourja, así como a Enlace Cultural Internacional en Acción A.C.

Graf Mourja, violinista originario de Ucrania, Graf Mourja mostró sus dotes musicales desde muy temprana edad. Comenzó sus estudios musicales con su padre, para después incorporarse a la Escuela Central de Música para Niños Prodigio de Moscú, bajo la tutela de la violinista Irina Botchkova, una de las principales figuras de la escuela Yankelevtich, quien lo acompañaría académicamente hasta el término de sus estudios en el Conservatorio Tchaikovsky, de Moscú.

Ha sido galardonado en numerosos concursos internacionales, destacando el Paganini (Génova 1990); Vianna da Motta (Lisboa 1991); Tchaikovsky (Moscú, 199); Jacques Thibaud-Ville (París, 1996); Sarasate (1997); Viotti-Valsesia (Roma, 1999); UNISA (Pretoria, 2002); por nombrar algunos.

Dentro de su producción discográfica para Harmonia Mundi -bajo el segmento “Le Nouveaux Interpretes¨- pueden encontrarse grabaciones de obras de Ravel, Schnittke, Szymanowski, Prokofiev, obteniendo relevantes comentarios por la crítica internacional.

En 2005 interpretó el Concierto, de Tchaikovsky, con la Orquesta Lamoureux bajo la dirección de Yutaka Sado, en el Teatro de Campos Elíseos, en París, presentándose nuevamente en 2006. Ha brindado conciertos en las principales salas de Italia, Hungría, Gran Bretaña y Corea. Es considerado el mejor violinista de su generación egresado del Conservatorio Tchaikovsky de Moscú.

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