jueves, 4 de octubre de 2018

María Reyna, la orgullosa soprano mixe


El ensamble de jazz, música clásica y contemporánea que ofrece en sus conciertos la soprano mixe, María Reyna, es el símbolo de la posmodernidad que siembra una nueva generación de artistas indígenas oaxaqueños, que logran entablar un puente entre el pasado y la era digital.

Los paisajes urbanos de Guadalajara y la Ciudad de México, así como los sonidos que ahí se generan, parecieran carecer de un vínculo con Rancho Metate, Santa María Tlahuitoltepec, de donde es originaria la cantante; pero su música logra la fusión de estos ambientes disímiles.

“¿Por qué no realizar interpretaciones en idiomas como el náhuatl, zapoteco o mixteco? Y es que si bien puedo cantar ópera en italiano, me interesa hacerlo en mi lengua materna: el mixe”, reflexiona.

La artista forma parte de un movimiento que ha revalorizado la indumentaria, la producción orgánica y la lengua de los pueblos y comunidades indígenas, pero que ha introducido elementos clásicos, modernos, contemporáneos y la propia vida urbana a sus creaciones.

Así, María Reyna transita del español a su lengua materna en una misma pieza musical que puede ser la “Canción Mixteca” de José López Alavez, el “Dios Nunca Muere” de Macedonio Alcalá o “Madrecita”, compuesta por su abuelo, don Palemón Vargas.

A sus 25 años ha ofrecido conciertos en la sala Manuel M. Ponce, Bellas Artes, además de haber tenido presentaciones en Chile en 2016, en el Castillo de Chapultepec de la Ciudad de México; en el teatro Degollado de Guadalajara y, en 2017, en el auditorio “Guelaguetza” de su natal Oaxaca.

En agosto de este año regresó a su tierra para convertirse en profeta en el teatro “Macedonio Alcalá”.

TRADICIÓN MUSICAL

La gente del idioma florido (ayuukjä’äy) habita en el noroeste de la serranía de Oaxaca. Su posición geográfica contribuyó a que no fueran conquistados por ningún otro grupo originario prehispánico o europeo durante la Colonia.

Es por ello que los adoradores del “Rey Condoy” (dios mixe que vigila su pueblo desde el cerro del Zempoaltépetl) tienen un fuerte arraigo por su lengua, su tierra, el bordado de sus prendas y la música.

En Santa María Tlahuitoltepec está, desde hace cuatro décadas, el Centro de Capacitación y Desarrollo Cultural Mixe (Cecam), una de las instituciones con mayor tradición musical en el estado. La Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas considera la música como una “artesanía” de los ayuuk, quienes se concentran en 19 municipios de Oaxaca.

—¿Cómo incursionas en el canto?

—Siempre me gustó. Pero a los ocho años comienzo a participar en el coro de la escuela primaria en la que estudié. Los maestros me eligieron como solista. Y recibía comentarios sobre lo bonita que era mi voz, entonces me animó a entrar a concursos de canto durante las fiestas.

Más allá de la curiosidad propia de la infancia, María Reyna decidió dar un paso más y a los 12 años formó parte del grupo musical “Marcos y sus Díaz Caballero”. Y después de tres años, partió con rumbo a Guadalajara, a más de mil kilómetros de distancia.

“Mis maestros me dijeron que si quería tener una formación musical o, inclusive, de cualquier tipo, tenía que salir de Rancho Metate para buscar una escuela adecuada en la que pudiera aprender otras cosas. Así que a los 15 años, en cuanto terminé la secundaria, partí con rumbo a Jalisco”, recuerda.

A la distancia, la dificultad para comunicarse con el resto de las personas en una urbe en la que pareciera no haber cabida para idiomas originarios, se convirtieron en anécdotas que la llevaron a desarrollar el concepto posmoderno de la “ópera mixe”.

“Me costó trabajo relacionarme, trabajé como empleada doméstica mientras exploraba la posibilidad de estudiar en la Universidad de Guadalajara (UdeG). Me encontraba sola, sin mi familia, en un lugar totalmente desconocido y en el que mi principal inconveniente era hablar en otro idioma, lo que justo ahora es mi gran ventaja”, afirma.

María Reyna fue rechazada de la UdeG, y en la búsqueda de alternativas, ingresó en la escuela de música del maestro Joaquín Garzón, director de orquesta, compositor y pianista, con quien paulatinamente construyó el proyecto que actualmente apuntala.

“Musicalmente crecí en la asociación de coro y orquesta ‘Elevaré A.C’ de la familia Garzón, en donde me formé y de la que también soy maestra de canto. Cada domingo de manera gratuita enseño a todas las personas o familias interesadas en adentrarse en el mundo musical”, indica.

EDUCAR LA VOZ

La tesitura de su voz hizo de María Reya una soprano, pero la musicalidad de su lengua materna la llevaron a experimentar y a formar parte de una nueva generación de artistas que fusionan lo urbano con lo rural, los saberes comunitarios con la ciencia, la música clásica con el folclore.

Y aunque reconoce que si bien hay otros artistas que interpretan recitales en diversos idiomas mexicanos, este sector es todavía lo suficientemente inexplorado, lo que le da una ventaja en este movimiento.

El proyecto que fusiona la tradición de su lengua con la música clásica, el jazz y lo contemporáneo en un híbrido postmoderno se ha gestado en los últimos ocho años, con el aporte del maestro Joaquín Garzón.

“La voz es un instrumento único que no se puede comprar ni cambiar, no es como adquirir un clarinete muy costoso de alta calidad. La voz se tiene que educar y cuidar, incluso con lo que se come y se bebe”, detalla.

El proyecto de cantar en lengua ayuuk, apunta, ha crecido a la par de un movimiento artístico que busca rescatar la cultura de los pueblos y comunidades originarios, a través de sus lenguas maternas.

“Entre mi maestro, mi equipo de trabajo y yo, nos hemos enfocado en hacer visible la riqueza cultural de México, y las lenguas originarias que permanecen, no solo es el mixe, sino también otros idiomas”, apunta.

LAS VOCES

“Si bien puedo cantar ópera en italiano, me interesa hacerlo en mi lengua materna: el mixe”. FOTO: FLOR HERNÁNDEZ

Si bien la lengua materna de María Reyna es el mixe, también canta en náhuatl, mixteco, zapoteco y español.

Y es que durante los 10 años que permaneció en Guadalajara –hace unos días se mudó a la Ciudad de México– se integró a un colectivo de jóvenes indígenas, quienes en su conjunto hablan ocho idiomas y contribuyeron con traducciones y enseñanza de otras lenguas maternas.

En su primera presentación en el teatro “Macedonio Alcalá” de Oaxaca, el recinto más emblemático de la cultura en el estado, efectuado en agosto pasado, la cantante puso en pie a cientos de asistentes con sus interpretaciones.

La cantante ayuuk salió al escenario ataviada con una blusa de su natal Tlahuitoltepec —cuyo bordado fue plagiado por la diseñadora de modas francesa Isabel Marant en 2015—y recibida por el público con aplausos.

La presentación se llevó a cabo tras un desencuentro con la Secretaría de Cultura del gobierno del estado, en el marco de las pasadas fiestas de la Guelaguetza. Y es que la dependencia canceló, de última hora, la presentación de María Reyna en el jardín El Pañuelito programada para el 28 de julio, mientras que pagó millones a cantantes como Fernando de la Mora y Lila Downs por sus conciertos en el Auditorio Guelaguetza.

El hecho provocó una gran polémica en redes sociales, motivo por el cual las autoridades anunciaron la reprogramación del concierto, pero ahora en el teatro “Alcalá”.

“Muere el sol en los montes, con la luz que agoniza, pues la vida en su prisa, nos conduce a morir”. La letra del maestro Macedonio Alcalá, invariablemente pone en pie a los oaxaqueños, al considerarlo el himno del estado, pero escucharlo en mixe, genera una gran empatía.

En el concierto, la soprano luce su voz, su baile cadencioso e invade de orgullo a los asistentes de un pueblo construido por un mosaico indígena pluricultural, que conjunta 16 grupos étnicos diferentes, uno de ellos, los ayuuk.

La cantante presta también su voz al “Andariego”, del compositor costeño Álvaro Carrillo y a “Pinotepa”, pero el público responde con aplausos y alegría al escuchar “Sabor a mí” del mismo músico oaxaqueño.

De la tierra de grandes músicos y pintores, María Reyna forma parte ya de una nueva generación de artistas indígenas posmodernos que tienden un puente entre las diversas etapas históricas, retomando lo mejor de cada una y generando un ensamble que, en su caso, cautiva los oídos.

Fuente: Flor Hernández para Newsweek

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