René Avilés Fabila siempre denunció y criticó severamente la existencia de una mafia de la cultura. Algunos escritores e intelectuales descartaban y ridiculizaban esa idea, llamándolo resentido o envidioso. Dichos autores y cabezas pensantes, irónicamente, eran parte de la mafia.
Uno pensaría, si es ingenuo, que tales prácticas quedaron en desuso en el siglo pasado. No es así, como lo demuestra el caso de Cristina Rascón y el fraude en nada menos que en los Premios Bellas Artes de Cuento Infantil Juan de la Cabada, de Novela José Rubén Romero, de Literatura en Lenguas Indígenas y de Cuento San Luis Potosí Amparo Dávila.
Algo sí ha cambiado, no obstante. Tras reconocer la apertura de las plicas (sobres de datos personales; es ilegal abrirlos antes de elegir al ganador) de los cuatro premios, y en consenso con las sedes en los estados de Campeche, Michoacán, Oaxaca y San Luis Potosí, se determinó invalidar el proceso de registro de obras y recepción de plicas “para garantizar toda legalidad y transparencia”.
Las mafias siguen ahí, pero, al parecer, ya no la tendrán tan fácil para seguir entregando premios a sus amigos, a sus hijos, a sus amantes, a quienes les deben favores, a quienes les quieren pedir favores. Por lo menos, desde este rincón, esperamos que el acceso a los recursos por fin se democratice y no sea repartido siempre entre los mismos de siempre.
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