lunes, 1 de junio de 2020

9 años sin Leonora


La pintora surrealista mexicana, de origen inglés, Leonora Carrington (1917-2011) fue una de las pioneras en romper techos y paredes para hacerse un hueco en un mundo de hombres y en medio de una educación represiva. Murió en México el 25 de mayo, hace nueve años.

De vida apasionante e intensa, Carrington nació el 6 de abril en Lancashire (Reino Unido), pero tuvo en México -donde se nacionalizó y vivió desde 1942 hasta el final de sus días- "la posibilidad y el tiempo para reconstruir esa parte tan destrozada de su persona" que dejó la Segunda Guerra Mundial, según explicó en una entrevista Gabriel Weisz, presidente de la Fundación Leonora Carrington e hijo de la gran pintora.

UNA REBELDE

Empezó a experimentar con la pintura desde muy joven, en un periodo en el que ya luchaba "por no dejarse aplastar por todas esas convenciones de un mundo masculino" y, a su vez, buscaba "algo que tuviera que ver con una rebeldía interior", comentaba Weisz.

Grabadora, pintora y escultora, Carrington también trabajó en la escenografía teatral y fue escritora. Creadora de un mundo místico, mágico y onírico, poblado de mitología, parecido al de la artista española Remedios Varo (1908-1963), exiliada en México, gran amiga suya y alma gemela. Carrington escapó muy joven de la tutela de sus padres, interesada en una vida artística que cultivaría en la Chelsea School of Arts y en la Academia Ozenfant, ambas en Londres.

Pasó por varias escuelas regentadas por religiosas, pero no encajó en ninguna por su espíritu inconformista, que la acompañaría y cultivaría toda la vida.

En la capital inglesa conoció al pintor surrealista Max Ernst (1891- 1976), con el que viajó a París, donde congenió con artistas como Salvador Dalí, Marcel Duchamp, André Breton y Pablo Picasso. En 1940 Carrington llegó a la España, donde, en medio de una enorme tensión, sufrió una crisis nerviosa y, por orden de su familia, fue ingresada en un manicomio en Santander, hasta que pudo escapar a Lisboa. Fruto de ese periodo es el estremecedor libro que escribió contando su experiencia "Memorias de abajo".

En la capital lusa conoció al poeta y diplomático mexicano Renato Leduc, con quien se casó y quien la ayudaría a huir a Nueva York, ciudad en la que se reencontraría con su ex amante Ernst –con quien tuvo dos hijos, Gabriel y Pablo- y con la mecenas Peggy Guggenheim. En 1942, con Leduc, llegó a México, aunque se separaría de él un año más tarde.

HUELLA EN MÉXICO

Su amor por la cultura mexicana lo plasmó en el mural "El mundo mágico de los mayas", pintado en 1963, en el que fundió imágenes del Libro Sagrado de los Mayas con la magia y misticismo de la época precolombina.

Tuvo una fuerte amistad con el también surrealista Edward James, quien vivió en la Huasteca potosina, y en 1965, Leonora Carrington pintó un mural en una de las paredes del laberíntico Castillo de Xilitla.

Durante los últimos años de su vida, Carrington vivió en la colonia Roma de la Ciudad de México. Se sabe que ya casi no pintaba y que su último cuadro permanecía celosamente guardado en un armario de su estudio.

VISIÓN DE LA MUERTE

Leonora Carrington falleció el 25 de mayo de 2011, a los 94 años de edad.

"Al vivir tantos años, ella tuvo tiempo para pensar en la vejez y la muerte. Decía que le daba miedo la muerte, porque no se sabe qué hay del otro lado. Para ella, el arte era una forma de lidiar con este miedo y tiene una frase que dice ‘como uno viejo topo que nada bajo los cementerios, me doy cuenta que siempre he estado ciega. Busco conocer la muerte para tener menos miedo. Busco vaciar las imágenes que me han cegado’", explicó Antonio García Acosta, director del Museo Leonora Carrington de San Luis Potosí, en un video conmemorativo por el aniversario luctuoso de la artista.

Explicó que "muchas de sus últimas esculturas tenían a la muerte como tema. Por ejemplo, ‘La Barca de las Grullas’ (cuya réplica en gran formato se encuentra en el patio central del museo) representa a un grupo de aves en una travesía de tránsito entre el mundo de los vivos y los muertos, mientras que las grullas son símbolos de la longevidad".

"Leonora prefería destacar por sus habilidades, por su inteligencia más que por su belleza.

Con el paso de los años, incluso, pobló sus cuadros y esculturas de figuras femeninas de edad avanzada, brujas o sabias que llevan a cabo actos visuales y que ponen en contacto al mundo de los vivos con el de los muertos", finalizó el director del recinto.

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