viernes, 5 de junio de 2020

Confinamientos jazz, clásico, cine, lecturas…



Por: Alberto Zuckermann

El pianista y compositor de jazz nos entrega los pareceres de su encierro, palabra que no acepta por sentirla de imposición…

Debo decir que la palabra “confinamiento” no me gusta. La asocio con reclusión y encierro que se me imponen. Pero, bueno, en eso he estado desde mediados de marzo. Encuentro en este confinamiento aspectos negativos y positivos.

Los negativos son llevar una existencia anormal, sin las salidas acostumbradas. Sintiéndome como esos personajes de la película La noche de los muertos vivientes de George A. Romero, en la que no pueden salir de casa y un peligro mortal los acecha afuera.

Las noticias, en su mayoría, han girado en torno a esta pandemia y su avance letal diario, creando un clima oprobioso. Al principio esto me pareció lejano y exagerado, pero hace un par de semanas, con el contagio que sufrió uno de mis cuñados y que a los seis días lo llevó a la muerte en un hospital, sentí de cerca su terrible presencia. Lo peor es que tendremos que acostumbrarnos a esta ominosa pandemia en espera de que en un tiempo, que espero no sea lejano, sea contenida.

Entre lo positivo está el que el confinamiento me ha permitido acercarme más a mi familia y estar en continua convivencia, así como con los amigos por vía telefónica o virtual. También el escarbar en mi biblioteca y sumergirme en algunas lecturas que había pospuesto, como abordar en su idioma original El gran Gatsby, de F. Scott Fitzgerald, o por fin leer a ratos la farragosa novela Testimonios sobre Mariana, de Elena Garro.

Aunque con el cambio de estación mi piano se ha desafinado, he estado revisando varios temas, algunos de jazz y otros de clásico. No quiero empolvarme aunque, por lo pronto, las presentaciones en vivo no estén en puerta con las circunstancias actuales.

Por último, aunque prefiero el cine en el cine, he repasado, en pantalla casera, dos filmes que me son entrañables. Uno de mi niñez y otro de mi época madura: el primero Shane el desconocido, de George Stevens, y el segundo El último tango en París, de Bernardo Bertolucci. Ambos, en su género, obras maestras.

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