Por: Héctor Garay
El financiamiento de la cultura y el arte en nuestro país es un tema que se ha soslayado por prejuicios y por falta de estrategias de desarrollo de la actividad cultural. Por una los festivales crecen como una opción de difusión de la cultura. A menudo son iniciativas de artistas y promotores profesionales apoyadas por gobiernos locales y federales que ven con buenos ojos la proliferación de festivales.
Sin embargo, al momento de entrar a solventar el presupuesto que implica realizar un festival las ausencias o contradicciones afloran. Los recursos no aparecen con el mismo interés ni con la lógica de comprender la economía cultural que implica un festival.
El cálculo del costo de un festival es uno de las obligaciones de los organizadores. A veces se omiten gastos reales o son solventados por los promotores del evento con el afán de llevarlo a cabo. Así se omiten sueldos, se reducen gastos de publicidad y formación de públicos. Y en general se contratan servicios lo más barato posible.
Es una realidad que los gobiernos locales y federal sólo cubren una parte del presupuesto que significa realizar un festival. La otra parte tienen que buscarla los organizadores de manera inteligente.
Las posibilidades son múltiples: patrocinios, venta de servicios y souvenirs. En esta materia hay que innovar y está todo permitido mientras sea lícita. Entonces porqué si no se puede apoyar un festival en todas sus necesidades económicas sí se le pone trabas burocráticas para impedir su financiamiento.
Un ejemplo de esto es la Red de Festivales de Danza, una red que nació para apoyarse mutuamente, compartir experiencias, compartir programación y no para repartir un exiguo presupuesto con reglas de operación que limitan el desarrollo no sólo de la red, si no de los festivales en particular.
Mientras, por una parte el INBA fomenta el apoyo a la producción del teatro a través de créditos fiscales de impuesto sobre la renta (Efiteatro) impide que festivales puedan tener ingresos complementarios para llevar a cabo sus actividades.
Es el caso del Festival Avant Garde de Mérida al que le fue negado el apoyo que anualmente le da la Coordinación Nacional de Danza del INBA, porque realiza en el mismo momento del festival un concurso en donde cobra inscripciones. ¡Válgame semejante pecado!
Específicamente está cobrando por un servicio que atrae participantes que salen satisfechos por su participación en el concurso, y cuyo público que viene a verlos se vincula a las funciones del festival.
El pecado parece estar en que se mezclan lo que para la Coordinación Nacional de Danza no deberían mezclarse. Jóvenes aficionados (amateurs) y sus familias con bailarines profesionales. ¡Válgame de nuevo! Si eso es lo que se hace en otras latitudes. Por eso está tan baja la participación de públicos en la danza contemporánea por la línea de separación entre "exquisitos y excelsos" diferentes a los pobres subalternos que no tienen derecho a pisar el escenario el mismo día que un bailarín profesional.
Actitudes más flexibles e innovadoras nos hacen falta para mejorar el desarrollo de la difusión y promoción de la danza en nuestro país y no trabas y trabas burocráticas para demostrar que se es muy eficaz.
Es cierto que de la otra parte hay también deberes. El festival Avant Garde debe demostrar transparencia e informar cuanto de lo que ingresa por motivo de concursos es aplicado a los gastos del festival. Y desde luego no echar las campanas al viento y suponer que si bien las familias que van a ver a sus hijos concursar ya son público aficionado a la danza contemporánea, porque es un recurso artificial que se intercalen presentaciones de profesionales entre las jornadas de concurso.
La danza contemporánea, pero sobre todo nuestra sociedad merece ideas más inteligentes y visiones amplias para tratar los temas de políticas culturales y reglas de operación de las actividades artísticas incluidas los festivales.
Debemos recordar que se trabaja con recursos públicos, del presupuesto del INBA para la Red de Festivales, así como los recursos que deciden otorgar las personas que participan en los concursos del Festival Avant Garde y en ambos casos no debe defraudarse la confianza.
Hector Garay
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