viernes, 1 de abril de 2011

Vivir de la danza es todo un arte


POR: Elida Piñón


Hoy, alrededor de 150 jóvenes están tomando clases de danza clásica en el DF, en dos escuelas del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA). Según las estadísticas de ambas academias, sólo un aproximado de 10 alumnos se graduará de la licenciatura. Sus opciones para trabajar en una compañía formal son pocas. En la última audición de la Compañía Nacional de Danza (CND) asistieron 60 profesionales y se quedaron seis.


Además, la danza es una de las artes que menos público posee. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumo Culturales que presentó en 2010 el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), 66% de 32 mil encuestados dijo que no asiste a espectáculos de danza, a la mayoría de ellos, 28%, no le interesa.


En este escenario, la Secretaría de Educación Pública, el Canal 22 y el Conaculta lanzan el programa Ópera Prima en Movimiento, secuela de Ópera Prima Voces del Bicentenario, producido por Enrique Strauss y Claudia D’Agostino, quienes aseguran que no planean revertir la reducida cifra del público interesado en la danza, pero dicen que será gran oportunidad para difundir la creación dancística en el país.


El programa, que inicia el 3 de abril, tiene planeado premiar a cuatro jóvenes con becas que van de los 25 mil pesos mensuales por un año al cuarto lugar, hasta los 30 mil pesos mensuales por tres años al primer lugar.


A la convocatoria del programa acudieron alrededor de 250 jóvenes, la mayoría provenientes de la Academia de la Danza Mexicana y de la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea; así como de la Escuela Superior de Música y Danza de Monterrey.


Una carrera para invertir


Al respecto, Cuauhtémoc Nájera, director artístico del Ópera Prima en Movimiento, dice que gracias a la convocatoria se dio cuenta del alto nivel de los bailarines en términos generales y de las escuelas del INBA en particular. “La calidad de los jóvenes es muy alta, cuando yo bailaba no teníamos esa calidad, creo que esta generación ha superado por mucho a la mía. Esto nos dice que las escuelas están formando bien, quizá algunas academias son desconocidas, pero también están haciendo un buen trabajo. La mayoría de los que acudieron a la convocatoria y que resultaron seleccionados provienen de las escuelas del INBA en la ciudad de México y en Monterrey, lo que nos dice que las cosas funcionan”, comenta.


¿Entonces por qué se gradúan tan pocos? Socorro Bastida, de la Academia Mexicana de la Danza, explica: “es una carrera muy difícil, la mayoría empieza muy joven, así que son menores de edad que no tienen trabajo; muchos terminan pero no pueden titularse. La situación de los alumnos de Contemporáneo es distinta, ellos entran grandes y pueden trabajar paralelamente a sus clases. Por eso siempre digo a los padres que si quieren que sus hijos se dedique a esto, deben ahorrar; estudiar aquí es realmente económico, 400 pesos; pero con el vestuario y zapatillas la inversión es de unos 2 mil pesos”.


Para algunos, como el maestro Héctor Hernández, padre y maestro de Isaac y Esteban Hernández, dos grandes figuras internacionales de la danza clásica, el proyecto si bien nace de una idea positiva, “no deja de ser comercial y una farsa para un país en el que no hay apoyos reales para los bailarines”.


Además, dijo, oculta una realidad sobre los estudiantes de danza clásica. “Una beca por uno o tres años no sirven de nada, seguramente hasta ahí llegará la carrera de esos chicos. En México sólo hay dos compañías de ballet profesional, la Nacional y la de Monterrey, los demás grupos no son trascendentes. ¿Dónde van a trabajar? Mis hijos son prueba de lo difícil que ha sido alcanzar metas. A Isaac, que es de los mejores del mundo, no le quisieron pagar lo que se merece para ir al Cervantino ¿De qué se trata entonces?”, pregunta.


La maestra Gladiola Orozco, quien fue directora por más de 40 años del Ballet Teatro del Espacio, coincide: “Me parece un buen proyecto, pero no podemos olvidar que hay muchos bailarines realmente talentosos que andan corriendo por ahí, hambrientos. Estamos en un punto en el que hasta ocurrencias como ésta son bienvenidas”.


La vida en el ballet


Rodrigo Fuentes es un bailarín profesional de danza clásica, tiene 29 años y sueña con presentarse en un gran teatro y bailar Oneguin, porque le parece que es uno de los ballets más bellos, que permite mostrar la perfección de su técnica y su calidad interpretativa. Está consciente de que las posibilidades de hacer realidad su sueño son pocas, por eso se mantiene firme en la primera meta que puso al decidir estudiar ballet, ser el mejor.


A su lado está Byron Pajarito, actor y bailarín de 21 años. Desde niño ha sido actor, hasta que un día se topó con un maestro de danza que le mostró un universo al que no pudo resistirse. “Amo el ballet, es mi destino”, comenta.


Olga Gromakova es una joven rusa de 26 años que llegó a México por amor; en su país se desarrollaba como bailarina profesional. Ahora se dedica al hogar, pero no ha querido dejar el ballet.


Los tres estudian en el Centro de Formación y Promoción de Danza Clásica de Jalisco, A.C -dirigido por Hernández-, lugar que vio nacer artísticamente a dos de los bailarines más destacados del mundo: Isaac Hernández, miembro del San Francisco Ballet, una de las compañías estadounidenses más importantes; y Esteban Hernández, alumno del Royal Ballet de Londres.


Rodrigo y Byron discuten sobre el desolador panorama para un estudiante de danza clásica -la poca oferta de trabajo y los sueldos que van de los 7 mil pesos al mes para un grupo sin apoyos institucionales-, pero Olga piensa que “esto es para fanáticos, para quienes amen profundamente la danza, para quien es feliz sólo por poder bailar”.

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