Foto: Andrés Téllez Ramírez/Cultura AnónimaPor: Roberto A. Valenciano Capín
Con la finalidad de mostrar un hecho escénico fuera de su territorialidad y al existir la posibilidad de presentarlo en un espacio no convencional, fue expuesto el trabajo dramaturgico -Disforia- de Noé Morales Muñoz a través de una lectura de atril y las canciones del cantautor potosino, Darío Parga dentro de las actividades de la XI Festival San Luis.
Una obra teatral definida como un paisaje escénico para tres voces, en donde rompen con ese espacio y sin más nos encontramos con esa visión conjunta a través de una lectura precisa, descarnada e irónica acerca del dolor en sus múltiples acepciones: el que lo liga al sentido de pérdida, el que da cuenta del deterioro gradual de un cuerpo enfermo, el que relata los encuentros y desencuentros de un discurso amoroso, el cual es un poco amainado por las canciones hechas exprofesas para esta puesta en escena, por cierto ganadora .
Resultando intrigante, al solo incidir en un ejercicio de imaginar, recrear y hasta involucrarse con esas risas nerviosas, para ingerir en recrear una historia paralela entre el público que se dio cita a este bello patio interior del Museo del Virreinato.
En esta lectura de atril participaron: Verónica Reimada, Isabel y su director, Edén Coronado, así como la música en vivo y de algunas secuencias como los obscuros.
Una conjunción de lectura de atril y música que también conlleva a ser otra alternativa de acercarse a la lectura y este arte dramaturgico que pocas veces se da.
Con la finalidad de mostrar un hecho escénico fuera de su territorialidad y al existir la posibilidad de presentarlo en un espacio no convencional, fue expuesto el trabajo dramaturgico -Disforia- de Noé Morales Muñoz a través de una lectura de atril y las canciones del cantautor potosino, Darío Parga dentro de las actividades de la XI Festival San Luis.
Una obra teatral definida como un paisaje escénico para tres voces, en donde rompen con ese espacio y sin más nos encontramos con esa visión conjunta a través de una lectura precisa, descarnada e irónica acerca del dolor en sus múltiples acepciones: el que lo liga al sentido de pérdida, el que da cuenta del deterioro gradual de un cuerpo enfermo, el que relata los encuentros y desencuentros de un discurso amoroso, el cual es un poco amainado por las canciones hechas exprofesas para esta puesta en escena, por cierto ganadora .
Resultando intrigante, al solo incidir en un ejercicio de imaginar, recrear y hasta involucrarse con esas risas nerviosas, para ingerir en recrear una historia paralela entre el público que se dio cita a este bello patio interior del Museo del Virreinato.
En esta lectura de atril participaron: Verónica Reimada, Isabel y su director, Edén Coronado, así como la música en vivo y de algunas secuencias como los obscuros.
Una conjunción de lectura de atril y música que también conlleva a ser otra alternativa de acercarse a la lectura y este arte dramaturgico que pocas veces se da.
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