Texto del licenciado en historia, Jesús Guillermo Vega Vila.
San Luis Al Instante.- Podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que el potosino es de memoria histórica corta… lamentablemente muy corta, y lo que siga de cortísima. Justo unos días antes de la telenovela futbolera, las redes sociales difundieron con frenesí la condonación de impuestos a Televisa (mismos que si no recuerdan, “pagan” con las altruistas donaciones al Teletón), y ya los potosinos –y los mexicanos, no hay que ser injustos- hacían escarnio del aristocrático fan número uno de las águilas y su peculiar festejo.
Los millones perdonados habían quedado en el olvido.
Si bien, no es intención de su servidor hacer leña del árbol caído, si pretendo en la introducción a esta nueva columna, dejar en claro que hablamos de mucho dinero...
Con este antecedente, ¿qué podemos decir de nuestros impuestos aún por pagar? Tal es el caso del escandaloso préstamo con que se despidió el anterior Gobernador del Estado. La situación aquí es que precisamente se dejo al Estado endeudado por varios sexenios, o al menos, eso fue lo que dijo el actual Gobernador al entrar en funciones. Una deuda que “pagarán” las generaciones futuras…
Pero si eso es “peccata minuta”, entonces, aún más en el olvido debe de quedar un concepto que requirió algunos milloncitos nomás, y que desde el principio fue un absurdo para cualquiera que estuviera medianamente empapado en el tema patrimonial: la famosa y esperada declaración de la ciudad de San Luis Potosí como patrimonio histórico y cultural de la humanidad por la UNESCO.
Viajes a Europa, un costoso “dossier”, especialistas pujando por convencer la vanidosa mentalidad del potosino de que tal cosa era posible. Recursos que sin lugar a duda se pudieron poner al servicio de los ciudadanos con proyectos mucho más realistas. Acostumbrados como estamos a que gobierno haga lo que se le dé la gana, el potosino común solo veía las planas en los periódicos con toda esta gestión… habría que sumarle a los millones del proyecto de “San Luis, patrimonio histórico y cultural de la humanidad”, los pesillos de propaganda que seguro recibieron nuestros transparentes medios informativos. Finalmente, consiguieron una declaratoria como Ruta de la plata… una especie de premio de consolación.
Sirva esta política falaz para hacer una breve reflexión sobre la vocación que tiene nuestro centro histórico capitalino. ¿Será que las declaratorias estas que hacen organismos oficiales son verdaderamente una catapulta para el desarrollo económico, social y cultural de un pueblo? Quienes han tenido oportunidad de visitar Xilitla, con su flamante nombramiento de “pueblo mágico”, verán que no ha cambiado mucho… Real de Catorce a pesar de contar con el mismo pomposo nombramiento, sigue siendo considerado un pueblo fantasma, y es que la gran mayoría de las fincas están en completo abandono. Pero bueno, las casas y edificios son importantes, pero no más que la población. Ambos ejemplos se distinguen por contar con los más lacerantes índices de marginación, pobreza y corrupción.
Sin embargo, podemos asegurar que son los dos principales atractivos turísticos con los que cuenta el estado de San Luis Potosí. Las Pozas de James por un lado, y la existencia del Cerro del Quemado por otro (ambas, condiciones excepcionales y del todo ajenas a los trabajos gubernamentales) siguen siendo de gran gusto por un turismo nacional que encuentra “materia prima” para el turismo, pero muy pocos servicios y en sí, lo que llaman “producto turístico” (servicios, mantenimiento y atractivos).
La cultura del turismo en el Estado está en pañales, a pesar de contar con prominentes empresarios en el ramo. Hemos de decirlo, no es culpa de estos últimos el que la situación se de así. Ellos hacen su parte como iniciativa privada, pero sale a relucir la poca visión de las autoridades para coordinar una política efectiva. Regresando a nuestro orgullo, el centro histórico de la ciudad, vemos como se fabrican esculturas para promover las llamadas “figuras emblemáticas de nuestra historia”, pero poco o nada se hace por dotar de las calles y edificios de una muy necesaria dignificación. El mejor negocio de los empresarios inmobiliarios de San Luis es: la construcción de estacionamientos, en detrimento del patrimonio que tanto se presume.
Hemos convertido el centro histórico en un gran estacionamiento. Tanto los parquímetros como las fincas derruidas para tal fin dan cuenta de ello. Si uno toma (recordando a un célebre exgobernador), el “chirrión por el palito”, nomás cuánto se habrá gastado y a dónde fue a parar el recurso destinado a la señalética del centro histórico, hemos de notar ahí un leve despilfarro que seguro engrosó la cuenta de algún favorecido… todo para sostener una mentira.
Al punto: el centro histórico es también el centro burocrático de la ciudad. El esfuerzo realizado hace algunos años por sacar las oficinas municipales no fue, ni será en el corto plazo, un ejemplo para las delegaciones y oficinas de gobierno. Los servidores públicos, en su mayoría, cuentan para sus traslados con vehículos oficiales; los que no, con vehículos propios. He ahí la razón por la cual el centro histórico está siempre saturado de automóviles. No será la ecología, ni la economía las razones que den origen a una “desburocratización” de nuestro orgullo patrimonial en la ciudad. Está visto que los ciudadanos de primera, es decir, los que viven del erario público, son insensibles a esto, y serían incapaces de someterse a un rigor como el que tanto exigen en otros sectores de la población, como usar el transporte público, o de menos, un servicio de transportación privado como el de la zona industrial.
Esto afecta directamente las actividades comerciales, e incide en la “vocación turística” del Centro Histórico. Aún yendo más allá, las autoridades poco ayudan a que los propietarios de fincas y construcciones del centro logren arrancar negocios y servicios dirigidos a este sector, que fuese en términos nacionales, el tercer ingreso del Producto Interno Bruto. Son políticas que sirven para gastar dinero, pero no permiten a la población ganarlo. El ramo restaurantero y de esparcimiento juvenil constantemente sufren el acoso de inspectores de gobernación, municipales y de protección civil, quienes por una mochada se permiten dejar funcionar o clausurar discrecionalmente a los establecimientos, aún teniendo toda la papelería en regla, pues, ¿quién puede contravenir a la autoridad? El colmo de los males es que en plena Plaza de armas, una instalación eléctrica defectuosa genere el caos en pleno mediodía, mientras estos inspectores brillan por su ineficiencia y ausencia.
Esta semana, las autoridades policíacas, en un hecho más que queda en el anecdotario, se permiten acosar a comerciantes y allanar en propiedad privada, que, les guste o no, a pesar de su apariencia "hippie", son eso, iniciativa privada. Así puesto, “ni pichan, ni cachan, ni dejan batear”, y para muestra las fincas abandonadas en la completa indiferencia del INAH, las calles llenas de baches con la total indolencia del municipio, los negocios acosados por éstos y por autoridades estatales y federales, ni un dedo puesto en seguir una política patrimonial congruente y realista. Mucho menos, fomentar la vocación de servicio en la población.
Para terminar, sólo quisiera decir que existe un solo fragmento de calle en todo el centro histórico que hasta hace unos meses, presentaba esa idea primer mundista y que merece ser entendida como la "dignificación del espacio público en una zona de monumentos patrimonio de la humanidad". La intervención de ese fragmento costó una verdadera millonada, y corrió, según dicen las fuentes oficiales, a cargo de tres sectores: el municipio, el gobierno del estado y la iniciativa privada.
A saber, Comonfort entre Independencia y Reforma, justo donde se encuentran las oficinas del despacho contable del ex gobernador Marcelo de los Santos. Se imagina usted estimado lector, ¿cuánto costaría intervenir así todo el Centro Histórico de San Luis?Ver más —
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