lunes, 13 de julio de 2015

201 mexicanos unidos por Benetton

 
 
Por: Sonia Ávila
 
Más de 200 obras de 201 artistas mexicanos menores de 40 años se integrarán a la Colección Luciano Benetton, a través del programa Imago Mundi Art, que tiene diez mil piezas de artistas de 80 países. El acervo mexicano ofrece una mirada sobre el presente “incierto” del país inmerso en una “máquina de guerra imparable”. 
 
 
Bajo la curaduría de Adriana Ramonetti, el proyecto incluye obra de Joaquín Segura, Antonio Vega Macotela, Cristóbal Gracia, Ariel Orozco, Artemio, Arturo Hernández Alcázar, Cynthia Gutiérrez, Daniela Libertad, Erick Meyenberg, Edgardo Aragón, Emilio Chapela, Fritzia Irizar, José Jiménez Ortiz, Marco Rountree, Miguel Monroy, Moris, Pablo Rasgado, Ramiro Chaves, Rafael Uriegas, Rolando López, Sandra Calvo, Tania Candiani y Verónica Gerber Biecci, entre otros.
 
 
La colección se presentará por primera vez el 31 de agosto en la Fondazione Cini en Venecia, Italia, en la Isola de San Giorgio Maggiore, y se planea exhibir en diferentes recintos de la Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey a partir de 2016, bajo el título El futuro no está escrito.
 
Ramonetti explica que a partir de la invitación de la Fundación Benetton para reunir un conjunto de obra que hiciera una narrativa del panorama mexicano, en un nivel estético y social, invitó a Octavio Avendaño, Iñaki Herranz y Bárbara Perea a crear un consejo curatorial para ubicar y seleccionar a los artistas con la idea de no centrar la exploración en una región geográfica o una sola técnica estética, sino generar una propuesta lo más amplia y plural posible.
 
 
“Decidí crear un proyecto que implicará otras voces y latitudes, además de la mía, y yo pensé que esta unión de diferentes maneras para perseguir un objetivo común habría garantizado una auténtica riqueza conceptual y la transparencia a un proceso que parecía ser complejo desde el principio, no sólo por la cantidad de trabajo necesaria para involucrar a más de 200 artistas, sino también por la dificultad de tratar de hacer frente a una pluralidad de puntos de vista dentro de un contexto común”, explica.
 
 
 
 
Los curadores coincidieron en no trabajar con artistas ya “consagrados” por el mercado y por la crítica internacional bajo el argumento de que estos gozan de suficiente visibilidad; además plantearon alejarse de las tendencias del mercado nacional e internacional para que la selección de obra respondiera sólo a su capacidad de reflejar la situación actual del país y en la mayoría de los casos se trata de obra realizada en 2014, y sin exponerse.
 
 
“El artista debía demostrar su capacidad de establecer una relación directa entre su trabajo y el marco poniéndolo, al mismo tiempo, en la discusión como soporte tradicional del arte y como objetos de carácter simbólico”, añade al precisar que el trabajo de selección duró ocho meses a través de visitas a estudios, ferias y exposiciones en Guadalajara, Monterrey, Aguascalientes, Oaxaca, Jalapa, Morelia, Ciudad de México, y otros estados.
 
 
Se incluyó algunos artistas extranjeros que radican en el país desde hace tiempo, y cuya obra contribuye a la escena artística local, como el caso de Theo Michael (Thessaloniki, 1978), Mauro Giaconi (Buenos Aires, 1977), Begoña Morales (Lima,  1977) y Ariel Orozco (Cuba, 1979)
 
 
Un futuro incierto
 
 
A partir de los asuntos que cada artista desarrolla, las 200 piezas se organizaron en tres núcleos: el abstracto-conceptual, la historia sobre la pintura, y las obras que usan frases, textos, eslóganes y peticiones de diversos tipos escritos sobre un lienzo.
 
 
Desde esta segmentación, la curaduría plantea una narrativa de incertidumbre en el país, señala Ramonetti al explicar que las obras como sus autores no pueden desligarse del entorno actual; entonces hablan de la guerra contra el narcotráfico, de las miles de personas desaparecidas, los salarios precarios, la falta de oportunidades para una educación de calidad la aceptación de la violencia como un hecho natural e incluso de casos específicos como la desaparición de los estudiantes de la normal de Ayotzinapa el año pasado.
 
 
También apuntan a la pobreza extrema y la riqueza excesiva que conviven a diario en el país donde se hablan más de 90 lenguas indígenas y sólo el 30 por ciento de la población tiene acceso a alguna forma del bienestar.  En este sentido, afirma Ramonetti, las piezas hacen una reflexión crítica no sólo para cambiar la situación actual, sino también para identificar nuevas discrepancias con la historia contemporánea legitimada.
 
 
 
“Precisamente por esta razón creo que el futuro no está escrito, no sólo por las circunstancias políticas que he mencionado, sino también porque los artistas que forman parte de la colección hablan de un presente fugaz que implica una serie de posibilidades que no se refieren a nuestro pasado reciente, pero sí a la sensación de flotar en la incertidumbre del tiempo, la historia y la violencia endémica como una máquina de guerra imposible de detener”.
 
 
Es el caso de la obra de Emilio Chapela Mexico is, un grabado en láser que plantea dónde está el país; la de Joaquín Segura, Rana Plaza, que graba una liga de internet donde se da cuenta del derrumbe de un edifició en Bangladesh que causó la muerte de mil 129 trabajadores que maquilaban ropa para transnacionales como Grupo Benetton; y la pieza Retablo, de Edgardo Aragón, una hoja de papel de oro falso.
 
 
 
“Son ecos contemporáneos visuales que describen una correlación fiable de la escena mexicana contemporánea; lo que refleja, en términos metafóricos o alusivos, la violencia que caracteriza a la realidad actual del país, a la que el arte yuxtapone con vigor la belleza”, describe el catálogo que hizo la fundación.

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