martes, 5 de enero de 2016

Roald Hoffmann, la química de la poesía

 
 
Debo decir que hago más borradores de un poema que de un artículo científico. Me parece más compleja la literatura.” Roald Hoffmann, poeta y científico
  
Por: Juan Carlos Talavera
 
“La ciencia y la cultura deben permanecer siempre unidas y no vivir separadas como ha sucedido a lo largo del último siglo”, afirma el poeta, químico y filósofo Roald Hoffmann (Złoczów, Polonia, 1937, hoy Ucrania), quien fue laureado con el Premio Nobel de Química en 1981, y cuya infancia estuvo marcada por su migración a Estados Unidos en 1949 luego de que su padre fuera hecho prisionero por los nazis.
 
En entrevista con Excélsior, Hoffmann se declara un seguidor empedernido de la poesía y el teatro –herramientas que ha utilizado para encontrar un reflejo nítido de la humanidad–, un químico que guarda en su memoria las propiedades químicas de la literatura, su trabajo como científico y breves recuerdos de la Segunda Guerra Mundial.
 
Aunque desde hace más de un lustro se retiró de la ciencia, adelanta que en breve publicará un libro sobre el valor de la narrativa en la ciencia: “Tentativamente llevará por título No sólo”, así como una nueva obra de teatro, en torno a un tema japonés.
 
Hoffman ha tenido una estrecha relación con México. El químico y poeta revela que fue gracias a dos pilares de la literatura mexicana como se acercó a sus letras: “Puedo decir que fui introducido en la cultura mexicana de la mejor manera: por Carlos Fuentes y Octavio Paz”. En el caso de Fuentes, fue a principios de los años 90 cuando lo conoció en la Universidad de Cornell, luego de que el autor de Aura visitara esa institución.
 
“Él dedicó una parte de su curso a hablar sobre Sor Juana Inés de la Cruz, pero para entonces ya había leído un libro excepcional de Octavio Paz, titulado Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe. Además, por fortuna han colaborado conmigo varios científicos mexicanos y amigos dedicados a la literatura, quienes me han ayudado a conocerla más de cerca”.
 
 
Es tan amplio su conocimiento de la cultura mexicana que conoce las propiedades físicas del color azul que desarrolló la cultura maya: “Sé bien que los artistas mayas inventaron un tono especial de color azul, el cual permanece hasta nuestros días, mediante la utilización de buenos fundamentos de química y la mezcla del color índigo con barro. Pero si hoy alguien me dijera que ellos, con el tiempo, separaron un poco la ciencia de la cultura, debo decirle que yo trabajo para mantenerlas unidas”, aseguró.
 
EL PASADO
 
A pesar de ser conocido como el maestro de los modelos químicos, a Hoffmann le gusta que lo miren como poeta, un autor que ha conseguido publicar con éxito libros como The Metamict State, Memory Effects y Catalista: poemas escogidos, entre otros.
 
Esta dualidad, lo ha llevado al terreno de las comparaciones: al público siempre le da curiosidad saber si para él es más complicado escribir un poema o un texto científico. “Debo decir que hago más borradores de un poema que de un artículo científico. Así que ahí tiene la respuesta… así que me parece más compleja la literatura que el pensamiento científico. Sin embargo, me parece que tanto en una como en la otra se involucran diferentes tipos de complejidades”.
 
Una de ellas, es otro de sus grandes placeres: el teatro. “Amo la magia del teatro porque desde el escenario puedes ver a la gente, frente a ti, y aunque tú sabes que ellos sólo son personajes que interpretan un libreto… el escenario hace que suspendas toda incredulidad”.
 
¿Desde qué cristal encuentra una mejor forma de comprender al mundo? “La ciencia y la poesía son maneras económicas de querer entender el mundo que nos rodea. La poesía aún tiene un valor espiritual para las personas”, responde.
 
Y, ¿qué opina de la relación entre el hombre y la guerra en nuestros días? “¿Acaso crees que hubo menos guerra antes del desarrollo de la ciencia?, ¿Cómo explicar la conquista de México por los españoles o las guerras del mundo maya? La escala de la muerte era mayor de lo que la tecnología (no la ciencia) ha realizado. Eso lo garantizo”.
 
Hoffmann echa un vistazo al pasado y comparte uno de los momentos que más resuenan en su mente de aquella guerra que marcó su infancia, aunque también reconoce que su memoria ha dejado muchas cosas en el pasado.
 
“Recuerdo que estaba en el pueblo donde nací. Estábamos escondidos, en una casa en la que ya nos habíamos escondido antes, tal como lo reproduzco en un fragmento de mi libo Something that belongs to you (Algo que te pertenece)”. Ahí Frieda, su madre, le pregunta: ¿Recuerdas de qué platicamos? Él responde: “De todo mamita. De los juegos que inventabas, de cómo mi padre construía caminos, barcos y vías del tren, de cómo era Viena cuando tú estudiabas ahí… y de los niños de África en los libros”. Hoy, concluye, “estoy seguro que mi obra, mis poemas y la literatura me ayudan cada vez más a recordar un poco cada vez”.

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