Por: Juan Carlos
Talavera
Rolando Villazón (Ciudad de México, 1972) no quiere hablar
de forma autobiográfica en esta entrevista. Por eso se distrae en la poesía de
César Vallejo y Fernando del Paso, en Palíndromo y Golondrina, los personajes
de su siguiente libro. A cada rato sonríe y no deja de hablar. Un instante
reflexiona sobre el estado de la ópera en el mundo y en cómo atraer más público
a las salas de concierto, o se detiene en el éxito de los mexicanos en el
extranjero, critica a los cantantes que buscan likes en Facebook… y confiesa en
entrevista con Excélsior que hace mucho dejó de leer las críticas.
Luego aclara que México no es un semillero de cantantes y,
con sutileza, evade hablar sobre la ópera mexicana. Villazón sabe que es uno de
los referentes de la ópera mundial y que sus 20 años de trayectoria como tenor
lo han llevado a ser uno de los herederos de Plácido Domingo. Sin embargo, él
esquiva la consideración. Sólo atina a decir que se encuentra en el momento más
creativo de su vida, y que está concentrado en su próximo debut como Michel en
la ópera Juliette, o el libro de los sueños, bajo la batuta de Daniel Barenboim
en el Staatsoper im Schiller de Berlín.
Ante cada pregunta Villazón sonríe y hace una pausa
estratégica. Pero cuando empieza a hablar se transforma en un auto Fórmula Uno
al que le brotan las palabras. A ratos se inquieta y juega con el teléfono y se
convierte en un niño que salta de un tema a otro con la misma urgencia que lo
lleva de los libros que escribe a su programa de televisión, al estudios de sus
próximos roles, a los ensayos como director de ópera, a su regreso al Covent
Garden de Londres, al MET de Nueva York y su proyecto para un nuevo programa de
la radio francesa.
¿Luego de la cirugía en sus cuerdas vocales su carrera ha
tomado un segundo aire?, se cuestiona al intérprete hoy radicado en París. “No
sé si un segundo aire. Desde que regresé de la operación, en 2010, no he dejado
de cantar. La carrera ha sido constante y me siento muy bien. Tengo la fortuna
de ser uno de los pocos artistas con una carrera discográfica, así que estoy en
el momento más activo y creativo de mi carrera, donde no espero las ofertas,
sino que puedo crearlas para llevar la música clásica a la gente, porque hay
pocos escaparates fuera de los teatros y salas de concierto, incluso en
Europa…”
¿Podría hablar sobre el proyecto de radio en que trabaja?
“Lo estamos construyendo. Probablemente inicie a finales de este año, pero no
quiero abundar hasta que sea un hecho. Falta detallar su formato y
periodicidad. Pero será un programa donde hablaré de literatura y poesía
latinoamericana, donde incluiremos música clásica y algunas anécdotas. Haremos
un revoltijo que ojalá sea interesante.
“Mientras tanto continuamos con el programa de televisión,
en Alemania, con el que ya tenemos cinco años, un espacio con cuatro programas
al año en un foro que al principio llevó la soprano Montserrat Caballé, donde
se entrevista a jóvenes instrumentalistas y cantantes que también interpretan
algunas piezas”.
¿Qué poetas latinoamericanos incluirá en su programa
radiofónico? “A muchos. Por ejemplo: Vicente Huidobro, César Vallejo, Xavier
Villaurrutia, Rubén Darío, Ramón López Velarde, José Vasconcelos, los poemas de
Fernando del Paso, Octavio Paz, algunos de Roberto Bolaño, Gabriela Mistral y
Salvador Novo”.
¿Memoriza poemas de vez en cuando?, se le inquiere. “Más o
menos… Tengo mala memoria porque ya tengo mucho que memorizar con los roles de
ópera. Pero hay algunos poemas de Federico García Lorca y Pedro Salinas que he
memorizado, aunque si dejo de estudiarlos luego se me olvidan un poco”.
¿De qué tratará su siguiente libro? “El primero fue
Malabares, que ya lo conoces. El segundo ya lo terminé pero aún no tiene título
en español; ya lo tienen mis agentes y buscan una editorial que lo quiera
publicar. Lo curioso es que aún no tiene editorial en español, pero ya se
traduce al alemán. Por ahora he comenzado a escribir mi tercer libro”.
¿Cuál es la trama de este segundo libro? “Tiene que ver con
la teoría del juego. El personaje principal se llama Palíndromo y está
acompañado de Golondrina. Es una historia donde el lector entrará en un juego,
donde debe descifrar ciertos enigmas para llegar al desenlace. Es una historia
de amor con tintes cortazarianos, pero lo digo con mucha modestia y respeto por
el gran Cronopio”.
¿Qué noticias tiene de la ópera en México? “De la ópera en
México sé muy poco. La verdad es que no tengo noticias. Pero de los mexicanos
que triunfan en el extranjero sé mucho y me da gusto que haya tantos. Hace poco
canté con la soprano Rebeca Olvera, en el Festival de Salzburgo, y también
estuve en escena con Arturo Chacón-Cruz, quien es fantástico. En Salzburgo vi a
Javier Camarena, quien ha tenido triunfos descomunales, con su tremendo éxito
en el MET, entre otros. También está María Katzarava en Italia y Alfredo Daza
en Berlín, al más alto nivel; Jorge Lagunes que hace mucho está en Mannheim,
Héctor Sandoval… y muchos más”.
¿También opina que México es un semillero de cantantes?
“México no es un semillero de cantantes… es semillero de voces. Porque para ser
cantante se necesita mucho trabajo. Semillero de cantantes es el mundo alemán,
el americano o el ruso… ya que por cada cantante mexicano ellos han dado cien
al mundo. A veces perdemos la visión al decir que hay un montón de mexicanos
por el mundo. Sí, pero hay muchos más de otras nacionalidades de Europa y
América. Por eso los triunfos de cada mexicano en el extranjero son tan
especiales”.
¿Vivimos una realidad muy distinta a la de otros países? “Es
increíble cómo los cantantes alemanes, austriacos o italianos crecen con una
cultura impresionante. A la mano tienen filarmónicas, teatros estatales de
ópera y, a menudo, están en contacto con lo más exquisito de la música clásica.
Pero nosotros (en México) no tenemos eso, así que vamos rascándole por donde
podemos, porque muchos de nosotros no tuvimos ninguna cultura musical en casa…”
Fama y frustración
Desde hace cinco años, Rolando Villazón también ha trabajado
como director de ópera. En ese tiempo ya ha llevado a escena El elíxir de amor,
Werther, La Traviata, Viva la Mamma y La Rondine. Ahora, adelanta a Excélsior
que su siguiente proyecto será Don Pasquale, de Gaetano Donizetti.
¿La dirección de ópera será su refugio cuando deje de
cantar?, se le cuestiona al tenor que en mayo de 2017 participará en la gala
por el 50 aniversario del Metropolitan Opera de Nueva York. “Es algo que hago
de forma paralela a mi trabajo como tenor. Llevo cinco puestas en escena y de
momento La Rondine se irá a Barcelona y está programada hasta 2019. Mi idea es
hacer una producción por año, así que no lo dejo para cuando me retire como
cantante, es algo que llevaré de forma paralela a mi carrera como tenor”.
¿Cuáles son los roles que como tenor aún no ha conseguido
cantar? “¡Son muchos! En septiembre debutaré Orfeo en L’Orfeo de Monteverdi y
el próximo año el Ulisse en Il ritorno d’Ulisse in Patria. Pero también me
gustaría hacer el Nerón en La Coronación de Popea, Tamerlán de Händel, el
Idomeneo de Mozart y Cavaradossi en la Tosca de Puccini”.
Luego de que hace unas semanas recibiera una crítica
negativa en el diario El País bajo el título “Sobraba el divo”, tras su
presentación en el Palau de la Música Catalana de Barcelona, ¿cómo lidia con la
crítica?, se le inquiere al tenor.
“Hace mucho que dejé de leer las críticas. Ni buenas, ni
malas. Incluso en mi página profesional de Facebook, que lleva información
sobre mi carrera, hemos decidido no poner ninguna crítica. Buenas o malas, ¿qué
puede hacer uno? Yo salgo a divertirme y a entregarme. Y si alguna función no
sale como quisiera, soy el primero en darse cuenta porque estoy rodeado de
gente con quien lo puedo comentar”.
¿Entonces la crítica es un oficio innecesario para el
intérprete? “Está bien que haya crítica y que la gente comente. Que haya blogs
y una pasión por la ópera o la música clásica implica que hay gente hablando de
eso. Eso está bien, pero no le sirve al cantante”.
¿Por qué? “Porque una buena o una mala crítica no sirven de
nada, no nos quita ni nos da trabajo. Tampoco nos hace cantar mejor o peor. La
crítica es para el público y para los conocedores. Considero que el cantante
vive toda su vida criticado por las personas adecuadas, como el director de
orquesta y el de escena, los entrenadores vocales y de idioma, o los propios colegas.
“Así que revisar la crítica sería una actividad de vanidad y
narcisismo que cuando te pega… duele a lo tonto porque sabes que lo leerá mucha
gente. Pero cuando eso te deja de importar… te liberas de una manera tan
divertida que puedes respirar y dedicarte a tu carrera artística”.
¿Quiere decir que al cantante no le importa lo que el
público piense? “El cantante tiene dos carreras: la profesional y la artística.
La profesional es como cualquier otra, donde el intérprete puede llegar tan
alto como lo permitan tus posibilidades; y la artística, que es más bien un
trabajo de curiosidad, riesgo, búsqueda, logros y caídas. ¿Qué queda al final?
Sólo lo que cada quien consigue.
“Digamos que hay verdades que el artista busca y no siempre
van de acuerdo con el mundo de la ópera. Porque existen muchas reglas no
escritas, que a mí me gusta revolver… Yo no soy un buen boy scout. Recuerdo que
cuando empecé a cantar Monteverdi, hace 10 años, recibí palos por haberlo
hecho. Decían que lo estaba destruyendo. Hoy todos los grandes directores de
orquesta del repertorio barroco me invitan a cantar con ellos, así que también
hay muchas otras críticas que son buenas y que podrán leer mis hijos” (bromea).
¿Considera que hay demasiada frustración dentro del mundo de
la ópera? “Desafortunadamente conozco a muchos colegas, de niveles muy altos,
que ya tienen lo que cualquier joven de Conservatorio sueña. Pero los veo
frustrados y tristes porque dependen de cuántos likes reciben en su Facebook o
de cuántas personas los miran o admiran. Conozco otros que son felices. Lo
importante sería liberarse de la búsqueda del elogio y la reivindicación de
quién eres, de la fama, que sólo es una consecuencia que a menudo no depende de
ti. Lo que los artistas necesitamos es libertad lúdica”, concluye.
Presentaciones 2016
- Como
Alfredo en La traviata de Giuseppe Verdi: 15 y 18 de julio en el Bayerische
Staasoper, de Munich.
- Como Don
Ottavio en Don Giovanni de Mozart, en el MET de Nueva York: septiembre 27 y
octubre 1, 5, 8, 11, 19 y 22.
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