SAN LUIS POTOSÍ SE UNE AL FASHION REVOLUTION DAY (FRD) CON
VARIAS ACTIVIDADES, UNA DE ELLAS ES LA PROYECCIÓN DEL DOCUMENTAL "TRUE
COST" EN BÓVEDAS BAR.
ESTE JUEVES 21 DE ABRIL A LAS 19:0 HORAS. ENTRADA ES LIBRE.
¡TE ESPERAMOS!
México se une por
tercero año consecutivo a las actividades del Fashion Revolution Day con el
intento de seguir en la transformación de la industria de la moda. Compartimos
el enfoque en la salvaguardia de los derechos de los trabajadores, tanto como
los de los consumidores, sin olvidar la atención por el medio ambiente. México
está motivado en participar en el Fashion Revolution Week principalmente por la
prosperidad de expresiones artesanales que lo caracteriza, pero también porque
consideramos esencial reivindicar una industria textil arrodillada justamente a
causa del fast fashion. Después del éxito del año pasado, nos comprometemos a
ampliar nuestro grupo de acción con la esperanza de que prosperen iniciativas y
eventos en todo el país.
EL DOCUMENTAL
"TRUE COST"
La moda sí incomoda.
Y mucho. Eso descubrió el documentalista Andrew Morgan una mañana en la que
hojeaba The New York Times. La foto de la portada llamó su atención: dos niños
de Bangladés que caminaban frente a un muro gigante cubierto de mensajes de
reclamo por personas desaparecidas. El 24 de abril del 2013, el edificio de
ocho pisos Rana Plaza, en las afueras de Daca, la capital, se derrumbó sobre
los empleados de la fábrica textil que alojaba y que producía prendas para una
treintena de marcas occidentales. Murieron alrededor de 1.100 personas y más de
2.000 resultaron heridas.
Desde ese momento,
Morgan empezó a preguntarse de dónde venía su ropa y a interesarse por los
perjuicios sociales, económicos, ambientales y psicológicos que provoca la
moda, una industria que cada año genera más de 2,5 billones de dólares en
utilidades. Su preocupación por el fenómeno conocido como 'fast fashion' quedó
plasmada en el documental The True Cost (el verdadero costo), presentado a
finales del mes pasado en el Festival de Cannes.
“Hoy estamos maquilando más ropa, consumiendo más, usando
más recursos y pagando menos que en cualquier otra época. Al mismo tiempo, hay
unos estragos ambientales insostenibles y un récord de accidentes laborales en
factorías”, resume el director. De hecho, aunque la de Rana Plaza ha sido la
más grave, no es una tragedia aislada. Los peores tres desastres de la
industria de la moda sucedieron en el mismo año, y sus víctimas mortales
superaron las 1.500. Paradójicamente, el año siguiente (2014) fue el más
beneficioso de la historia para este sector. (Lea también: 'Si Europa acepta
modelos 'curvies', Colombia también puede hacerlo')
En los 60, Estados
Unidos producía el 95 por ciento de la ropa que consumía. Hoy, según las cifras
reveladas en The True Cost, el 97 por ciento se encarga a países en desarrollo,
como Bangladés, Camboya, Vietnam y Brasil.
Ninguna industria
depende más de la mano de obra que la moda. Uno de cada seis trabajadores está
relacionado de alguna manera con este sector, y se calcula que en el mundo hay
unos 40 millones de obreros del textil, de los cuales el 85 por ciento son
mujeres. Buena parte de estas personas son menores de edad, cobran 2 dólares al
día, trabajan en condiciones peligrosas, son oprimidos, golpeados o hasta
lisiados.
“La conversación sobre este tema ha sido largamente
aplazada, pero por los testimonios que recogí me he dado cuenta de que cada vez
hay más gente incómoda con un sistema que hace más ricos a los ricos y más
pobres a los pobres. Lo que se necesita hoy es un debate real sobre las
alternativas, porque el sistema es contra natura y el planeta está pagando el
precio”, opina el documentalista.
Una de esas personas
que han tomado conciencia de la precariedad laboral y la inequidad ligadas a la
moda de rápido consumo es la productora Livia Firth, esposa del actor británico
Colin Firth –ganador del Óscar por El discurso del rey–, a quien conoció en
Cartagena. (Además: 'Si la moda no es para todo el mundo, no vale la pena que
exista')
“Cuando fui a Bangladés visité una fábrica textil y quedé en
shock, porque las mujeres que confeccionaban mi ropa hacían 100 prendas por
hora en un espacio con barrotes en las ventanas, de modo que no podían
abandonar el edificio. La gente es explotada para producir ropa barata para
nosotros. Es la esclavitud de la era moderna”, sintetiza la italiana (su
apellido de soltera es Giuggioli), quien, como Lucy Siegle, columnista semanal
de The Observer y experta en consumo responsable, ha respaldado el documental
'The True Cost implicándose en su producción ejecutiva.
Livia, radicada en
Londres, lanzó Eco-Age, una empresa que fomenta la moda sostenible. Hace dos
años acuñó el sello Green Carpet Collection Brand Mark, que garantiza que las
firmas que lo ostentan trabajan de manera responsable. Victoria Beckham, Stella
McCartney, Erdem Moralioglu, Christopher Bailey, Chopard y Narciso Rodríguez,
entre otros, ya cuentan con la certificación.
El segundo más
contaminante
La supervisión que
ejerce Eco-Age no se limita al aspecto social y se extiende al ambiental. No en
vano la primera empresa en merecer su aval fue Gucci, con una colección de
carteras de cuero producido en fincas del Amazonas en las que no se deforesta.
Según las pesquisas
de 'The True Cost', la moda es la segunda industria más contaminante del mundo,
por detrás de la del petróleo. A su aporte al efecto invernadero, el empleo de
millones de litros de agua para teñir las prendas y las cantidades ingentes de
basura derivada de su desecho se suma el uso de químicos y semillas
transgénicas en el cultivo de algodón. (Especial multimedia: Sueños de talla
grande)
“Pasamos de una filosofía de pocos insumos, que implica una
cantidad limitada de control de malezas y, por tanto, el empleo de más mano de
obra en el campo, a un uso superior al 90 por ciento de semillas modificadas
genéticamente y a la aplicación creciente de herbicidas, incluida la fumigación
aérea de millones de acres”, lamenta Larhea Pepper, una texana que en su lucha
por el algodón orgánico se ha enfrentado a la multinacional Monsanto y que da
su testimonio en el documental. Cuando a su marido le diagnosticaron un tumor
cerebral, que Pepper asocia a su infancia en una granja con uso intensivo de
químicos, ambos se fijaron como un imperativo la transición a la agricultura
orgánica.
En el 2002, la
activista fundó la ONG internacional Textile Exchange, que promueve las
prácticas sostenibles. Desde entonces, el mercado de algodón orgánico creció de
240 millones a 6.800 millones de dólares anuales.
“La producción de algodón convencional tiene una gran
cantidad de costos ocultos, como la contaminación del agua, los impactos
negativos sobre la biodiversidad, los daños a otros cultivos no modificados
genéticamente y la pérdida de empleos, así como las repercusiones sobre la
sanidad y el bienestar de las personas que viven en las comunidades agrícolas”,
resume Pepper.
Las prácticas 'low
cost' del textil también van ligadas a un mal psicológico que marca a la
sociedad contemporánea: el consumismo. En las últimas dos décadas, la compra de
ropa en Estados Unidos se multiplicó por seis. Hasta hace unos años, la moda se
limitaba a dos temporadas, primavera-verano y otoño-invierno, pero ahora hay
más, como la ‘crucero’, que busca llenar los supuestos entretiempos. “Esta
dinámica conduce a mucha gente a sentirse continuamente descontenta y esa
frustración es buena para el negocio. Pero al final del día tenemos que preguntarnos
si vale la pena llenar un vacío psicológico yendo de compras”, subraya Morgan.
“En América hemos evolucionado hacia un sistema político,
social y económico en el que se privilegian los valores materialistas. La forma
de capitalismo que perseguimos es altamente competitiva y se centra en
maximizar el crecimiento económico y el nivel de ganancias de las
corporaciones. Para que este sistema funcione, se necesitan ciudadanos,
empresarios y funcionarios abocados al consumo y las largas jornadas de trabajo”,
sostiene Tim Kasser, profesor de psicología en el Knox College, de Illinois.
(Además: Los transexuales llegan a las pasarelas del mundo)
El especialista, que
analiza en el documental los objetivos y valores de las sociedades
materialistas, lleva dos décadas estudiando este tema. Su primera conclusión es
que las personas que más se preocupan por consumir tienen un menor bienestar:
“Aquellos que se rigen por el dinero, la imagen y el estatus, objetivos que
espolea el capitalismo, experimentan una menor felicidad y satisfacción vital,
más depresión y ansiedad y un surtido de otros males personales”.
Así mismo, son menos sociables. “Los propósitos
materialistas se asocian con conductas menos empáticas y cooperativas, y más
manipuladoras y competitivas”, comenta Kasser. Y la tercera conclusión a la que
llegó es que los valores materiales están ligados a la despreocupación por la
sostenibilidad ecológica, “de modo que este estilo de vida tiende a tener un
efecto dañino sobre el planeta”.
¿Cómo cambiar esta realidad? “Hemos de imbuir nuestra vida y
nuestras elecciones financieras de valores intrínsecos, que reemplacen a los
materialistas –plantea el psicólogo–. Y, como sociedad, debemos desarrollar
nuevos modelos de negocio (como cooperativas o corporaciones de beneficencia) y
políticas gubernamentales; por ejemplo, implementar indicadores de progreso
nacional alternativos al PIB”. (Lea también: La moda sostenible y étnica de
Colombia se presenta en Madrid)
El director de 'The
True Cost' lo secunda: “En las últimas dos décadas cedimos el control global a
corporaciones multinacionales, y ahora vivimos las consecuencias. Las cosas no
van a cambiar porque sus accionistas se despierten un día con la idea de hacer
algo diferente, sino por la presión diaria de la gente. No podemos mirar hacia
otro lado. Este documental ha sido un proyecto revelador y desgarrador, una
experiencia que me ha mostrado que cada uno de nosotros, con sus decisiones,
demuestra el tipo de mundo que quiere”.
Begoña Donat
La Casa De Las Bóvedas se encuentra en Bolívar # 500. Zona Centro S.L.P.
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