Por: Carlos-Blas Galindo
Con fecha 18 de diciembre de 2020 se ha dado a conocer el resultado de la convocatoria para el Premio Nacional de Artes y Literatura 2020 que fuera emitida con base en la Ley de Premios, Estímulos y Recompensas Civiles vigente. En el campo que corresponde a Bellas Artes el galardonado es el artista visual Manuel Hernández Suárez (Ciudad Obregón, Sonora, 1940), quien utiliza el nombre artístico de Hersúa. Formado en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP, actualmente Facultad de Artes y Diseño) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en la segunda mitad de la década de 1960, donde formó parte de la denominada Generación 65 —integrada, además de por él, por Arnulfo Aquino, Melecio Galván, Rebeca Hidalgo y Sebastián (nombre artístico de Enrique Carbajal), entre otras personas de aquel brillante estudiantado—, Hersúa ha sido pionero y cultivador relevante de varios de los léxicos neovanguardistas que fueron los predominantes en nuestro medio cultural desde el inicio de la década de los 50 y hasta finales de la de los 70 de aquella misma centuria y a los que, en el presente, él se ocupa consuetudinariamente de dotar de vigencia.
Me correspondió fungir como presidente del jurado del campo de Bellas Artes del Premio Nacional el presente año (cargo que asimismo desempeñé en 2017. Ni entonces ni ahora fui propuesto como jurado por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura), cuerpo colegiado que tuvo siete integrantes y en el que la maestra Susana Miranda Ruiz (presidenta del Colegio de Arquitectos de la Ciudad de México y de la Sociedad de Arquitectos Mexicanos) desempeñó con gran prestancia la encomienda de ocupar la secretaría. Los criterios que, sustentados en la normatividad de la convocatoria respectiva consideramos para otorgar este galardón, fueron los siguientes: la producción o los trabajos con los que la persona postulada haya contribuido a enriquecer el acervo cultural del país o el progreso del arte; además, el reconocimiento público con el que dicha persona cuente por una conducta o trayectoria ejemplares, así como las obras valiosas o relevantes que haya realizado en beneficio de la humanidad, del país o de cualesquiera personas. Los jurados revisamos los expedientes de 34 aspirantes de las disciplinas de la arquitectura, las artes plásticas, la cinematografía (producción y realización), la danza y el teatro (incluyendo la dramaturgia), conjunto de entre el cual existieron postulaciones de artistas con méritos muy destacables que incluso hasta el final del proceso fueron tenidas por premiables. Empero, desde el inicio de las deliberaciones —que este año realizamos mediante videoconferencias, apoyados de manera impecable por personal del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes— existió una inclinación mayoritaria favorable para Hersúa; al concluir el procedimiento el dictamen fue suscrito por la totalidad de quienes integramos el jurado, aun cuando el fallo fue por una mayoría de cinco votos, sin ninguno en contra (es decir, dos jurados apoyaron hasta el final a otras candidaturas) ni tampoco abstenciones.
Entre los argumentos que, durante las deliberaciones, esgrimí a favor de Hersúa, están los siguientes: su adscripción temprana a la nueva escultura sesentera y, particularmente, a la vertiente que luego fue denominada geometrismo mexicano, lenguaje del que a la fecha él es cultivador destacado. Su práctica de la ambientación como género artístico neovanguardista y el desarrollo precoz de esta opción hasta convertirla en instalación transitable postvanguardista. Su impulso pionero al trabajo creativo grupal desde el comienzo del decenio de 1970, índole de quehacer que resultaría muy extendida en aquella década y devendría característica de ésta. Su ejercicio prematuro del arte de acción o performance. Por supuesto que también su papel en la concreción del muy significativo proyecto de la primera etapa del Centro del Espacio Escultórico de la UNAM, al haber conseguido un consenso colectivo sobre la forma final de esta magna obra, la cual constituye un punto culminante del geometrismo mexicano; implica un claro vínculo con el minimalismo internacional de la década de los 70; significa un notorio replanteamiento, desde la neovanguardia, del arte para espacios exteriores urbanos (ya sean éstos públicos o de acceso controlado), y es un ejemplo muy consistente de una obra para un sitio específico. Y asimismo el hecho de que se trate de un artista en plena actividad productiva que, entre otros trabajos, actualmente desarrolla la obra con la que intervendrá en el proyecto ambiental-social para el Lago de Cuitzeo (el segundo de mayor tamaño en México, con una superficie de entre 300 y 400 kilómetros cuadrados, localizado mayormente en el estado de Michoacán y con una porción en el de Guanajuato).
Cuando fui estudiante en la ENAP (1974-1978) supe de la participación de Hersúa en el cuarto Festival Cervantino en Guanajuato (1976). He repetido en numerosas ocasiones la formidable experiencia estética y de percepción espacial de ingresar al Espacio Escultórico, desde que fue posible hacerlo (en 1979). He acudido a exposiciones de obras escultóricas en las que él ha intervenido de manera muy relevante, como la segunda Trienal de Escultura en el Auditorio Nacional (1981). Sin embargo, no fue sino hasta la segunda mitad de los 90 que me interesé por su producción, a sugerencia —o insistencia, más bien— del teórico y crítico Juan Acha, interés que se incrementó luego de saber, por la artista visual Cristina Cuadra Stoupignan, quien colaboraba en su taller, del interés de este artista por abordar, en sus obras, temáticas relacionadas con la espiritualidad, asuntos que no habían interesado mayormente a quienes, como él, se afiliaron a las neovanguardias. En mayo de 2017 fue inaugurado el Corredor Escultórico Chihuahua en unos tramos del paseo Simón Bolívar, en otros de la avenida Independencia, y en el trayecto del andador peatonal de la calle Guadalupe Victoria, en la capital del estado de Chihuahua. Hersúa participó en este proyecto con su escultura de gran formato en placas de acero al carbón intitulada Torii. Él visitó la ciudad de Chihuahua junto con otras personas vinculadas con el proyecto en aquella ocasión, en la que mi familia y yo pudimos saludarlo. Supe que fue postulado como candidato al Premio Nacional en 2019, puesto que el escritor Alejandro Ortiz González, yerno suyo, me solicitó una carta de apoyo a su candidatura, documento que expedí con gusto y convicción.
Alejado del mercado galerístico, crítico del sector gubernamental desde la época en la que fue estudiante y hasta el momento actual, automarginado del mundillo artístico capitalino, activista contra la gentrificación del Centro Histórico de la Ciudad de México y señalado por tener un carácter “difícil”, Hersúa es recipiendario del Premio Nacional de Artes y Literatura 2020 en el campo de Bellas Artes por las razones aquí bosquejadas. Felicitaciones, maestro.
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