Por: Juan Ibarra
Del impulso “por dejar que la palabra corra por su cuenta” surgieron los poemas del libro Música dicha, silencio intacto y otros elogios. A pesar de que su autor es más conocido por las varias décadas que lleva dedicando a la música, al blues sobre todo, Guillermo Briseño aseguró que la poesía le ha llegado “con una naturalidad que rebasa mi propia determinación”.
Esa relación que Briseño tiene con la palabra también está ligada a la música. Como compositor, trabaja desde hace años con el lenguaje, aunque admitió que la poesía es “un arte que tiene sus propios rigores”. En ambas, ha encontrado los medios para expresar lo que define como “la necesidad de tratar lo que sientes y de que sueltes la sopa; que te confieses, que seas franco”, comentó a La Jornada.
A pesar de que Briseño consideró que una obra no necesariamente tiene que ser autobiográfica, también sabe que es necesario tomar inspiración de lo vivido, “aunque sea para negarlo”, algo que también ocurre en su poesía.
“Los versos que están en este libro tienen que ver con mi historia como músico, pobre de mí si se me fuera, pero de repente te tienes que meter en otro mundo”, explicó el músico.
Briseño también admitió que su vocación literaria no es tan antigua como la musical. “Lo que ha ido pasando con mi aventura es como una vocación tardía, porque no hubiera tenido relación con la palabra antes de los 30 años. Lo que pasa es que ahí, de repente, despertó en mí una conciencia que me ayudaron a descubrir”, agregó.
Amigos como los escritores Mónica Mansour, José Manuel Pintado y Eduardo Langagne han brindado al músico guía y consejo para adentrarse en la poesía. “Consejeros, buenos corazones, que te dan lo que tienen. Se dan cuenta de que necesitas algo y te lo dan. Son generosos, tienen eso. Hay mucha gente que es así”, sostuvo Briseño.
“Hay que dejarse tocar por el que bien te aconseja, a veces tienes la suerte de tenerlo vivo, frente a ti, pero otras no, en ocasiones solamente tienes sus libros”. Con una filosofía similar a esa, ha tratado de impregnar a la Escuela del Rock a la Palabra, de la que es fundador, “porque hay que intervenir en su trabajo, no para desviarlos ni para desbordarlos, sino para ayudar a que la expresión sea más entera, más clara, más certera”, señaló.
Música dicha, silencio intacto y otros elogios es también un acto de libertad, algo que surge de la necesidad de decir algo. Según Briseño, “la libertad es algo que hay que tomarse. No tanto la de arrasar con los demás, de ninguna manera, al contrario, creo que la más libre de las libertades es cuando uno hace lo que le gusta, lo que le conmueve, le place, sin molestar a los demás”.
Aun con la experiencia de componer canciones, Briseño escribió sus poemas con la intención primordial de que la palabra brillara por sí misma. “A cada fruta su propio zumo”, apuntó el músico. Si bien concede que “la letra de una buena canción debe tolerar ser leída, valer por sí misma leída”, también considera que un tema, “cuando se toca adquiere una gracia, que no es que sea superior, es una gracia grande, enorme, pero es otra cosa”.
Sin embargo, también ha podido servirse de su experiencia de componer música. Tanto escribir canciones como poemas requiere de un estado de inspiración que es necesario buscar. “A veces tienes ganas, pero otras veces te tienes que sentar para que venga, y le tocas a la puerta. Son como una cadena de pequeñas victorias que vas viviendo, que vas teniendo tú, como una especie de combatiente contra la página en blanco, contra la imaginación en cero”, concluyó.
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