Por: Adrián Figueroa
“Soy un sobreviviente”.
Así resumen su vida el antropólogo Roger Bartra y añade que ser sobreviviente es algo que hay que celebrar. “Superé al autoritarismo mexicano, el despotismo y nacionalismo revolucionario, al PRI, que también superó la sociedad mexicana y logró una transición democrática pacífica de la cual estoy muy orgulloso”.
Llega a los 80 años de vida y explica que “al mirar hacia atrás veo que he sobrevivido y aprovechado lo mejor posible estas situaciones adversas. Hice de la necesidad una virtud”, explica uno de los intelectuales y académicos más sobresalientes de México.
Gran polemista, profundo crítico del sistema y de los gobiernos, incluido el actual, del cual señala que busca regresar al pasado y donde la mentira adoptó proporciones gigantescas. Lo anterior ha generado una tremenda confusión y también una situación peligrosa, en la cual vemos un atentado contra el INE que amenaza la democracia.
Roger Bartra, Premio Nacional de Ciencias y Artes, doctor en Sociología por la Sorbona de París, investigador emérito de la UNAM, ensayista y escritor, también lamenta el desprecio a la cultura por el actual gobierno que ocurrió en el momento en que López Obrador ganó las elecciones. “Su trabajo para reducir el presupuesto a este sector ha sido incansable”.
–¿Llega a los 80 años, cómo se siente, qué es lo que más le agrada de su vida?
–Lo puedo resumir en unas palabras: Soy un sobreviviente. Lo cual tiene, desde luego, su lado positivo como estar vivo a los 80 años, pero además me siento sobreviviente del autoritarismo, del despotismo y el nacionalismo revolucionario, del PRI y, desde luego, eso hay que celebrarlo porque no soy el único.
También la sociedad mexicana sobrevivió y logró una transición democrática pacífica. Estoy muy orgulloso de que eso haya ocurrido, pero me temo que este orgullo no está muy expandido en nuestra sociedad.
Y ¡claro!, ser sobreviviente quiere decir que uno ha pasado situaciones difíciles y también el país donde uno nació y vive. Las superamos y eso es algo que celebro. Porque haber pasado estos años en este entorno fue complicado, al implicar peligros y la cárcel. Además, fue ir enfrentando problemas como cuando fui parte de la contracultura en los años 60 y 70. Un reto difícil porque este movimiento significaba un riesgo, sobre todo de marginación. Fui un marginal, políticamente hablando, porque era militante de extrema izquierda; fui marginal culturalmente, porque me uní de manera entusiasta al movimiento Beatnik cuando viví en Estados Unidos y al regresar a México.
Por eso en mi vida hay esas ambivalencias cíclicas de sobreviviente. Así que fui y soy sobreviviente, porque además superé a la academia que tiene sus virtudes y también sus defectos. Su virtud, sobre todo la UNAM donde trabajo desde hace 50 años, ser un lugar increíblemente bueno para laborar, pero también tiene un lado dogmático, aburrido, cerrado y poco imaginativo.
Así que al llegar a los 80 años miró hacia atrás y veo que he sobrevivido y aprovechado lo mejor posible esas situaciones adversas. Hice de la necesidad una virtud.
–¿Son tiempos que tenemos un país que busca regresar al pasado, se usan mentiras y dan tumbos. Cómo sobreviviremos?
–Por suerte los intentos de regresar al pasado suelen ser infructuosos, pero provocan mucho daño. Es decir, al pasado no se puede regresar y que el Gobierno actual tenga los ojos puestos en el pasado es algo imposible. El intento por regresar genera efectos perversos, complicados y ciertamente la política es el mundo de la mentira, porque es su parte consustancial y por ello es muy difícil encontrar formaciones políticas en donde no haya ésta. Uno entiende que los políticos mienten, pero esperamos que la dosifiquen de tal manera que predomine la verdad, que predomine la honestidad. Se les tolera cierto grado de lo que solemos llamar demagogia -que es un conjunto de engaños-, y aunque sabemos que la mentira es casi un mal necesario, en el gobierno actual adoptó proporciones gigantescas y eso ha generado una tremenda confusión y, con esos intentos de regresar al pasado, estamos en una situación peligrosa donde vemos un atentado contra el INE, por parte del Poder Ejecutivo. Esta especie de contrarreforma para controlar y cambiar sustancialmente al instituto, es una amenaza a la democracia.
Y aunque el Gobierno no tiene la mayoría legislativa necesaria, salvo que presione al PRI y a su dirigente para que apoyen esta contrarreforma y afecte seriamente el funcionamiento de la democracia, esta es una situación muy desgraciada, lamentablemente.
–Esta situación lamentable también la vemos con el ninguneo a las ciencias y la cultura.
–El desprecio a la cultura ocurrió en el momento en que López Obrador ganó las elecciones. Se volvió uno de los principales temas de su política: agredir a la cultura, a los intelectuales, a la gente que piensa y además ha recortado el presupuesto de una manera brutal. Eso es algo que no hemos podido detener porque tienen en sus manos el presupuesto. Una tarea donde ha sido realmente incansable el gobierno.
Por suerte no todo en la vida es política ni todo en la vida de un intelectual es política. Al cumplir estos 80 años, veo que la mayor parte de mi obra está fuera de la política, está a salvo, diría, y aunque soy una persona muy politizada, la parte sustancial de mis libros se mueve en el mundo de los mitos, de las identidades…, en fin, una serie de temas que me han permitido sobrevivir, ¿a qué?, a la política, porque ésta, aunque es un espacio que me fascina, es una zona muy agresiva, difícil y llena de riesgos que produce muchos tropiezos.
–¿Cambio de espacio, para llegar a uno íntimo, qué le emociona más de la lectura, cómo la vive?
–Leo varios libros simultáneamente y ligados a mí investigación del momento, que van desde la historia, la antropología, etc, pero sobre todo leo literatura: novela, mucha poesía porque mi padre era poeta y me influyó mucho. De lo último que he leído es la obra de Pablo Neruda, que es un extraordinario escritor, aunque políticamente bastante execrable. Leo a los clásicos, desde los griegos a los del Siglo de Oro Español.
La lectura es una constante en mi vida y también como diversión y ejercicio de etnografía, leo mucha novela negra. Todo me entusiasma y cuando leo estoy en mi estudio, ahí me encierro y aíslo del mundo. Y en ese estudio escucho mucha música.
Cuando era niño me gustaba el rock and roll y me fascinaba Little Richard – Ricardito, le llamábamos-, Elvis Presley, después los Beatles, etc, pero la gran pasión vino después y es la llamada música clásica. Eso es lo que realmente me súper-entusiasma. La escucho a volumen bastante alto, pero no puedo escucharla cuando escribo porque o me concentro en escribir o en la música. Porque la música que oigo no es para el elevador, de fondo, para mí es igual que leer un libro, así escucho un concierto o sonata de Beethoven, de Shostakóvich…
–¿Que le gusta comer?
–A mí me gusta explorar en la comida. Desde luego la gastronomía de mi país, México, me gusta mucho. Todos los moles, la comida oaxaqueña, la yucateca...
Como digo: me gusta mucho explorar. En mis viajes siempre busco comidas que la gente considera extrañas o exóticas, incluso no usuales. En Japón me entusiasme con su cocina, la de la India me fascina y me gusta ir a Londres, no tanto por la comida inglesa que no es mala, sino por la comida hindú y china que hay ahí. Este es otro de mis placeres.
–¿Y los deportes. Practicó o le interesa alguno?
–En una época me gustó algo que no se puede considerar un deporte, sino una práctica bastante salvaje: el boxeo. Es algo perverso. Ya me ha dejado de interesar. Hoy no encuentro ningún boxeador con el que pueda entusiasmarme como Ray Sugar Leonard. Y las pocas veces, cuando de muy joven lo practiqué, me pareció la cosa más desagradable del mundo: recibir un puñetazo en la cara. Hoy hago cotidianamente largas caminatas.
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