La Aida de Giuseppe Verdi es la obra símbolo del festival lírico que se celebra en la Arena de Verona. EFE
EFE EN VERONA
La "Aida", de Giuseppe Verdi, es la obra símbolo del festival lírico que se celebra en la Arena de Verona (noreste) desde que comenzó a celebrarse en 1913 y para su 100 aniversario la historia de la esclava etíope, interpretada este sábado por la soprano uruguaya María José Siri, se convierte en un espectáculo futurista donde la tecnología hace olvidar la herencia del antiguo Egipto y sorprende al espectador.
Tras el estreno de la obra maestra de Verdi este viernes con Anna Netrebko, en el papel de Aida, y su esposo, el tenor Yusif Eyvazov, en el papel de Radamès. Con la presencia de políticos y autoridades y de la madrina del centenario, Sophia Loren, este sábado tocó a la uruguaya María José Siri recoger para las próximas dos fechas el testigo de la soprano rusa.
Y Siri, que es de casa pues vive en Verona, encandiló al siempre exigente público de la Arena, cuyo festival lírico es uno de los más importantes del mundo.
Junto con Siri, una de las favoritas de la Arena, que la ha querido además de para el papel de Aida, también en Nabucco y en Madama Butterfly esta temporada, Eyvazov como Radamés; Olesya Petrova como Amneris y Michele Pertusi interpretando Ramfis.
En el escenario transparente de esta Aida galáctica un "ejercito" de 400 artistas entre cantantes, bailarines y actores de la Fundación Arena de Verona con sorprendentes trajes de alta costura, repletos de joyas, espejos, brillantes, cascos plateados, que constituyen también una de las obras de arte del espectáculo y en un auténtico desfile de moda italiana.
La nueva "Aida" sorprende porque se aleja de las producciones inspiradas en el Antiguo Egipto que recreó Verdi y de la mano de su director artístico, Stefano Poda— que ha cuidado cada detalle de la producción, desde los decorados, al vestuario, a las luces, a la coreografía— evoca un mundo futurista entre pirámides transparentes y rayos de láser que se introducen en los espacios del anfiteatro romano creando la escenografía.
Poda, en una conversación habla con entusiasmo de su "sueño" o de "su delirio", bromea, y asegura que esta Aida "es un salto hacia el futuro" y la Arena "una catedral secular, un lugar sagrado y milenario dedicado a los 12.000 espectadores que lo disfrutarán".
El director explica que su inspiración para esta "Aida" de cristal se basa en que esta historia es "una mezcla de vida, amor y muerte" y "una obra épica que habla de una civilización que estuvo al ápice de todo, de la tecnología... y que se derrumbó y esto hace pensar".
Efectivamente el público no sólo disfrutó de una ópera clásica sino que se vio inmerso en un escenario cargado de experiencias artísticas, que podrán no gustar a los más ortodoxos de la ópera, pero que no pueden dejar de sorprender y ser admiradas por la novedad que representan.
Para los espectaculares escenarios se ha ideado una mano gigante de metal de más de 20 metros de altura de metal, que explica Poda es el "símbolo del poder humano porque todo se crea con las manos y todo se destruye" y también se observan ruinas de columnas griegas y naves espaciales.
La famosa "marcha triunfal" se convierte en un ballet donde los trajes destellan y los prisioneros etíopes emergen del fondo como en un infierno dantesco.
Pero la ligereza y transparencias de los escenarios hacen, sin embargo, que se pueda disfrutar durante el espectáculo de la majestuosidad del anfiteatro romano a 360 grados.
Y la historia deja de ser la de una esclava etíope de hace varios siglos y pasa al retrato intimista de una Aida "de cristal", representativa de cualquier mujer, de cualquier historia de amor y en cualquier época dramáticamente marcada por una guerra.
Y cuando la orquesta dirigida por Marco Armiliato comienza los primeros compases del "Celeste Aida" interpretata da Yusif Eyvazov los 12.000 espectadores de la Arena olvidan por un momento la época en la que viven.
No hay comentarios:
Publicar un comentario