l ovimiento corporal es el primer sistema de comunicación en el ser humano, se ha demostrado que el feto dentro del útero es receptivo, constantemente está estimulado por el líquido amniótico y la creciente presión de su propio cuerpo contra las paredes del útero. A través del sistema vestibular, el feto comienza a traducir su entorno, recibe y da respuesta a los estímulos, por lo tanto, el movimiento es nuestra primera conexión con el mundo, también es la herramienta primigenia para la sobrevivencia.
El ser humano es cuerpo y movimiento, incluso antes de cualquier acepción de sí que alguien pueda elaborar conscientemente. A través del movimiento nos afirmamos en esta realidad, a través de éste nuestras personalidades se construyen.
Siendo la comunicación corporal el sistema primigenio para la comunicación humana, ¿qué importancia puede tener para la educación infantil?, semejante pregunta tiene respuestas innumerables; sin embargo, me gustaría señalar algunas que me parecen importantes:
En estos tiempos que la idea de inteligencia ha comenzado a revaluarse y el aprendizaje significativo se vuelca constantemente sobre las instituciones educativas, redimensionar la esfera corporal resulta indispensable; ¿dónde si no?, en el cuerpo es donde se depositan las experiencias que se traducen en conocimiento, es en el cuerpo donde todas nuestras relaciones ocurren --sean materiales o intelectuales--, es el cuerpo el depositario de todo pensamiento y acción.
Acceder a la vida corporal significa que somos capaces de manifestar nuestro ser a través del movimiento, saber quién soy y cómo me siento respecto a otros en un mismo espacio, me otorga la capacidad de reaccionar de manera inteligente, que las acciones que elabora un ser humano, en respuesta a los estímulos proporcionados por el entorno, nazcan de una necesidad interna, del estar y ser cuerpo en este momento.
La vida corporal permite que un niño aprenda con mayor facilidad, que enfoque la mente y el cuerpo en la actividad que se está llevando a cabo. Es casi seguro que un niño responda con entusiasmo a la invitación de moverse, de expresarse con el cuerpo, de hecho los niños son expertos en la integración mente-cuerpo, ellos utilizan esta integración para aprender permanentemente del mundo que les rodea, ellos sienten antes que pensar.
Desafortunadamente, muchas veces el adulto devalúa esta herramienta de expresión --un adulto que ha aprendido a inhibir su vida corporal, educado para no recurrir a la experiencia propia, sino a las conceptualizaciones realizadas por otros--. Es necesario que los educadores se vinculen con la experiencia corporal, que aprecien el valor de este conocimiento para que puedan aplicarlo de manera creativa en la formación de los seres que están aprendiendo de ellos. Nadie puede enseñar lo que no ha aprendido. Como guías del proceso de enseñanza-aprendizaje, habrá que reeducarnos corporalmente.
La educación corporal está relacionada con la ex-presión, es decir exprimir hacía fuera lo que las personas llevan dentro; a diferencia de la educación física tradicional, la educación corporal no persigue modelos corporales específicos, no hay secuencias de movimiento que memorizar; sin embargo, hay estímulos a los cuales responder, el estímulo puede ser una música, una frase, un cuento o un sueño. El objetivo de esta educación es la relación, en primera instancia, de la acción-sentimiento-pensamiento hacia dentro del individuo y después hacia los otros: la relación es una condición indispensable para el aprendizaje significativo.
La habilidad de relacionarse está implícita en la educación corporal, de hecho no hay relación sin movimiento, los seres humanos “tenemos una idea”, “rechazamos un sentimiento”, “nos abalanzamos hacia una persona”; todas estas frases tienen una connotación corporal, porque es en el cuerpo donde toman su significado.
Aprender a relacionarse de manera participativa en un entorno específico significa la sobrevivencia para cualquier ser vivo, intercambiar experiencias es indispensable para sobrevivir mental, emocional y físicamente. Sobrevivir mentalmente implica que las ideas personales son valoradas, que como individuo se me permite pensar y expresarlo; la sobrevivencia emocional significa que estoy incluido(a) en la comunidad con mis sentimientos, que es posible relacionarme a través de ellos, y la sobrevivencia física no es sólo que yo pueda permanecer en el entorno, sino que estoy y soy un miembro activo(a) en la comunidad. Todas estas acciones de pensamiento y sentimiento ocurren en un cuerpo.
Sabemos que las escuelas son espacios que permiten potenciar o no, a los seres humanos, pueden ser una verdadera jungla donde el más fuerte sobrevive y el más débil muere, si no en el sentido físico, sí en el sentido emocional o mental. Esta es una condición que nos ha llevado como sociedad a replantearnos, ¿cómo es que somos educados? y lo más interesante; ¿cómo podríamos ser educados?, ¿que tipo de seres humanos queremos ser?, cualquier descubrimiento empieza con una pregunta, es tiempo de descubrir alternativas para que la escuela sea un espacio donde los individuos, maestros y alumnos, crezcan y se construyan a sí mismos.
Para ello necesitamos tiempo, tiempo para la exploración de nuevas alternativas, para replantearnos viejas preguntas y atrevernos a dar nuevas respuestas, tiempo para el yo, para investigar en un proceso personal, para compartir los descubrimientos. Tiempo y voluntad para aprender y enseñar del ser al hacer.
Somos seres espaciales, construimos el espacio y el tiempo en nuestros cuerpos, nos movemos, alcanzamos y rechazamos en el espacio la confianza que desarrollamos para movernos en él: es la confianza que tenemos con la vida, de poder incluirnos en su flujo, de pensar y actuar en consecuencia de esta afluencia, de sentir que la vida nos lleva con ella, que estamos a salvo, que podemos confiar en que hay un lugar y un espacio para nosotros en este mundo, que podemos habitar un espacio físico, que tenemos derecho a ello, que somos un cuerpo, que aprendemos y expresamos nuestra humanidad en él.
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