Foto: Archivo Excélsior
Por : Virginia Bautista
La bandera de Nahui Olin es la libertad. Es una libertad que incomoda, transgrede, cuestiona y pone en jaque todo lo establecido. Por eso, su propuesta vital sigue vigente”, afirma sin dudar la periodista Adriana Malvido (1957).
La autora de uno de los primeros libros que rescató, hace 25 años, la vida y la obra de esta poeta, pintora y modelo mexicana nacida en 1893 con el nombre de María del Carmen Mondragón, Nahui Olin. La mujer del sol, acaba de relanzar este título con editorial Océano, en el que incluyó un epílogo nuevo y fotos inéditas.
Este año será muy importante para Nahui. Habrá, además de esta reedición, una exposición y una película. El personaje ha crecido”, comenta en entrevista sobre la mujer que al hacer del erotismo el eje de su vida y su creación sacudió las buenas conciencias de la sociedad mexicana de los años 20, 30 y 40 de la pasada centuria.
La hija del general porfirista Manuel Mondragón, esposa del pintor Manuel Rodríguez Lozano —con quien tuvo a su único hijo, que tuvo muerte de cuna, y de quien se separó al descubrir que era homosexual— y amante del pintor y vulcanólogo Gerardo Murillo, Dr. Atl, quien la bautizó como Nahui Olin (movimiento perpetuo, en náhuatl), murió en 1978, a los 84 años, en la casa de Tacubaya donde nació y en plena soledad.
Se aludía a ella siempre con referencia a un hombre: la hija de, la esposa de, la amante de... Pero no como una mujer con una vida propia, que además estaba llena de mitos y leyendas; aún no sabemos cuáles son ciertos y cuáles falsos. Aquí es donde el periodismo ayuda a reunir las piezas”, agrega.
La investigadora añade que a la fecha se ha rescatado la vida de varias mujeres de la época como Frida Kahlo, Tina Modotti o Lupe Marín, pero aclara que cuando ella comenzó sus pesquisas la mitad del mundo estaba fuera. “La historia estaba escrita desde el punto de vista de los hombres. Y estas mujeres te dan la oportunidad de releer este episodio tan increíble de México. Hace falta sacar a la luz a estos personajes tan propositivos”.
Explica que propuso la reedición pues ya no se conseguía y seguían invitándola a dar conferencias. “Han pasado 25 años y Nahui sigue joven. Increíble. Además, pensé que hay toda una generación que no la conoce, que solamente conoce a Frida Kahlo”.
Detalla que el epílogo es una reflexión sobre cómo vivió sus últimos años la musa cuyos ojos verdes y cuerpo desnudo fueron inmortalizados en las pinturas de Diego Rivera y Jean Charlot, y en las fotografías de Edward Weston y Antonio Garduño.
Recopilo todo lo que ha pasado a partir de los 90, que es cuando Tomás Zurián y Blanca Garduño organizaron la exposición sobre ella en el Museo Estudio Diego Rivera. Ha habido intentos de películas, obras de teatro, novelas. Las piezas estaban ahí, su pintura, poesía, fotos, y el recuerdo en la memoria colectiva; pero faltaba juntarlos”, indica.
La libertad, el fin Malvido advierte que la libertad que alcanzó y conservó Nahui Olin debe ser un ejemplo a seguir en nuestros días. “Los movimientos como Me too son totalmente válidos, pero hay que encauzarlos hacia una libertad y no a poner candados. En México estamos metidos mucho con Tánatos y nos hace falta Eros.
Eso no implica un sometimiento ni olvidar todo lo terrible que ocurre con los feminicidios, siete mujeres asesinadas al día, 23 mil en la última década. No podemos descuidar eso, pero tampoco podemos dejar de ver lo vital”, señala.
Asegura que mujeres como Nahui tienen aún mucho que decir. “El presente es lo que nos está sucediendo. Hay que participar, hablar, visibilizar. Y, hacia el futuro, debemos lograr un cambio desde las raíces culturales y educativas. Construir masculinidades menos dañinas. Esto no es tarea sólo de la mujer”.
La escritora destaca que aún hay gente que se escandaliza con Nahui Olin, que la creen loca. “No hay que olvidar que ella fue una artista, que ejerció la vida como si ésta fuera una obra de arte. Entonces, su erotismo desbordado libremente está en su poesía, su pintura, en su vida misma”.
La autora de libros como La noche de la Reina Roja, Zapata sin bigote y Por la vereda digital destaca la relación gozosa que Nahui tenía con su cuerpo. “Estaba muy orgullosa de él y lo ves en sus desnudos y en cómo se pintaba. Ella sufre porque es muy arriesgada, pero nunca fue una víctima.
Al final de su vida, cuando se refugia en la soledad de su escritura, debe asumir las consecuencias de eso que escogió. Estaba convencida de que el mundo le quedaba demasiado chico y tenía mucha dignidad. Hasta el último día de su vida cobró sueldo como maestra de arte”, apunta.
Malvido piensa que Nahui sigue enamorando a muchos, como al empresario Samuel Podolsky. “Él compró la casa de Tacubaya donde ella nació y murió para convertirla en bodegas y alguien le regaló el libro y se enamoró de Nahui. Me buscó para que recorriera la casa. Decidió que no la iba a demoler. Tiene toda la intención de restaurarla. Sería como de sueño que se convirtiera en un centro cultural o en un museo de sitio”.
Confiesa que durante estos 25 años no se ha separado del personaje. “Soy una esclava feliz de Nahui. Te vuelves obsesiva. Me dio curiosidad el final de su vida y es el que abordé. Pero todavía se desconocen sus años de niña en Europa o los años que vivió con Rodríguez Lozano. Y hay mucho que conocer de su obra”, concluye.
cva
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