Por: Katherine Guevara Velásquez
¿Qué relación tienen los
creadores de danza contemporánea con su público?
¿Existe alguna barrera entre los públicos y la danza contemporánea?
Sentada en cualquier sala en la que se estrene una obra de danza contemporánea (y digo estrene ya que difícilmente en mi ciudad, Bogotá, existe una obra en “temporada”), miro alrededor y puedo reconocer a un gran porcentaje de las personas que conforman el público. Se trata de bailarines, estudiantes, maestros, familiares y/o amigos de quiénes están en escena. El porcentaje de público que se acerca por curiosidad propia, porque se enteró por una publicidad y le interesó, o porque consulta la agenda cultural de la ciudad es menor. También me arriesgo a decir que una vez terminada la obra, algunas miradas buscan una explicación a lo que acaba de suceder. Y es desde esta situación donde parten las inquietudes que quiero plantear a continuación, que son además una suma de reflexiones propias y conversaciones con amigos y compañeros de la danza, el arte y la vida.
Si bien el arte
contemporáneo ya tiene sus propios desafios en la relación con su público, la
danza los tiene más aún. La danza al ser una experiencia corporal puede tener
un valor comunicativo, catártico, liberador e infinitas cualidades más para
quien la experimenta en su propio cuerpo. La transmisión de esta experiencia al
espectador se convierte en el gran desafío.Y aunque como artistas en algún momento
se nos pase por la cabeza lo ideal que sería que todas las personas vivieran en
carne propia lo que nos produce la práctica artística; no es así y tal vez no
lo será jamás, en ese sentido, no podemos limitar nuestras creaciones para ser
“entendidas”, “apreciadas”, “valoradas” o “digeribles” solamente por quienes
tienen la misma experiencia que nosotros; si fuera así ¿Qué sentido tendría?
¿Hacemos arte solamente para artistas? Es más ¿Hacemos Danza solamente para
bailarines o solamente para el goce y experiencia del propio creador?
Deberíamos ser capaces de
reconocer si existe un límite o diferencia entre la experimentación, el goce
propio, el proceso artístico y una obra o puesta en escena en la cual existe un
tercero que termina de completar la experiencia que es el espectador; y en ese
caso, según lo dicho antes, la aceptación propia o de los pares no sería
suficiente.
Aquí se puede abrir un
debate frente a la “libertad del artista y su creación”.Yo sostengo que es
conveniente tener presente qué se busca en una obra y que si en el momento de
la creación está planteada claramente la pregunta: ¿A qué tipo de público
quiero dirigir mi trabajo? Puede aparecer alguna intención de salir de la
endogamia que estoy describiendo. Para ello, tendríamos que preguntarnos sobre
nuestro público; existen ya programas institucionales de formación de
espectadores, pero ¿estamos formados nosotros como artistas para entender a
nuestro público?
Recurriendo a
planteamientos teóricos que apoyen y amplien los términos de esta reflexión,
encontramos lo que claramente plantea Bourdieu (1979) en La Distinción y es la
determinación social del gusto, que también es planteada por Umberto Eco (1979)
en Lector in Fabula como la “Enciclopedia personal”. La idea central es que
cada persona se enfrenta a la interpretación o vivencia de un texto u obra de
arte no más que con su propia experiencia de vida social, con su contexto y su
bagaje intelectual, emotivo y cultural.
Eco plantea varios retos
para el “Autor” y propone estrategias para superarlos, relacionándolo incluso
con una estrategia militar, prever la reacción del otro ante una acción propia,
lo cual solo se da a partir de la observación, conocimiento y análisis del
“adversario”. Para lo cual sugiere evaluar los contextos y los límites, por
ejemplo, menciona la barrera del idioma: quien no conozca el idioma en el que
está escrito un texto no va a poder acercarse a él.
Los medios a que recurre
[el autori] son múltiples: la elección de una lengua (que excluye obviamente a
quien no la habla) (...) la elección de determinado patrimonio léxico y
estilístico (...) Puedo proporcionar ciertas marcas distintivas de género que
seleccionan la audiencia: "Queridos niños, había una vez en un país
lejano..."; puedo restringir el campo geográfico: "¡Amigos, romanos,
conciudadanos!"
De vuelta a las artes
escénicas, si estas preguntas y estos límites no están planteados desde el
principio de una creación, probablemente los artistas terminen poniendo en
escena una obra en una lengua distinta a la del público y entonces volverán las
preguntas por la reacción del público… ¿Por qué éste siente que no entiende?,
¿por qué no se acerca nuevo público a la danza contemporánea?
Para pensar el público en
términos de quien vivencia una experiencia estética, quiero citar a Hans Robert
Jauss. En su estudio titulado “La estética de la recepción” Jauss (1972)
sostiene que «Gozar es la experiencia estética primordial» y «Toda obra de arte
pone a nuestra disposición una irremplazable posibilidad de experiencia».Propone
un ejemplo que considero interesante de compartir: «Nadie que afirme saber de
vinos piensa que un vino es bueno sólo para él. El juicio del gusto estético es
siempre una invitación a participar en un gozo compartible» y cita a Paul
Valéry, «Lo que sólo tiene valor para uno no tiene ningún valor». Percibo con
preocupación en el sector de la danza contemporánea un aparente desinterés por
ampliar su público.
Considero que es un deber
como creadores, observar, analizar y conocer a quiénes nos dirigimos y, a
partir de este análisis poder decidir si la obra está dirigida a un reducido
número de personas o si se quiere ampliar el acceso a la misma. Sin que sea
susceptible a un juicio de valor, puede ser una decisión consciente y ambas
totalmente válidas en el territorio del arte, un mismo artista puede estar en
la posibilidad de estar en estos dos lugares.
Ante esto, sin embargo,
no deja de existir la posibilidad de que una obra sea criticada por los mismos
artistas pares, ya que usualmente puede suceder que una obra que busque
expandir su alcance en el público sea juzgada por quien no considere esto como
una necesidad. Como gestora y productora, la búsqueda de nuevos públicos para
la danza es un gran compromiso, y frente a un objetivo como este el desafío es
aún mayor, debe haber una exigencia técnica y artística. Si un producto
artístico tiene como fin “captar o fidelizar” debe generar curiosidad desde
algún recurso, sea sensorial, emotivo, narrativo, visual o estético, procurando
al mismo tiempo no caer en la obviedad ni subestimar al espectador; es un
equilibrio bastante delicado de encontrar. Además desde la creación o puesta en
escena, se debe brindar recursos al espectador para completar su experiencia,
lo más importante: sin asumir que este “entiende” lo que el creador pretende
que “entienda o experimente”.
Propongo, finalmente,
pensar en el público como parte de la obra, pensar en el público desde la
creación, sin que esto signifique necesariamente que debo involucrarlo de una
manera “interactiva”; Rancière lo dice así en El espectador emancipado:
No tenemos que
transformar a los espectadores en actores, ni a los ignorantes en doctos. Lo
que tenemos que hacer es reconocer el saber que obra en el ignorante y la
actividad propia del espectador. Todo espectador es de por sí actor de su
propia historia, todo actor, todo hombre de acción, espectador de la misma
historia.
Jauss, a su vez, afirma
que:
Se estrecharía la función
social primaria de la experiencia estética si el comportamiento hacia la obra
de arte quedara encerrado en el círculo de la experiencia de la obra y la
experiencia propia, y no se abriera a la experiencia ajena, lo que desde
siempre se ha llevado a cabo en la praxis estética en el nivel de
identificaciones espontáneas como admiración, estremecimiento, emoción,
compasión, risa, y que sólo el esnobismo estético ha podido considerar como
algo vulgar.
También se podría pensar
en involucrar al público si en lugar de esperar que sea él quien se acerca a la
sala a ver la obra, son los artistas quienes buscan los espacios donde entrar
en relación con él, aunque esto no sea nuevo para la danza. Sin embargo, para
que esta y otras estrategias puedan surgir, lo primero que debe aparecer es la
pregunta por el público. Propongo, por esta razón, considerarlo un asunto de
estudio dentro de la teoría y el hacer del arte y la gestión, pues como lo dijo
Jauss por los 70’s:
La actitud de goce, que
desencadena y posibilita el arte, es la experiencia estética primordial; no
puede ser excluida, sino que ha de convertirse de nuevo en objeto de reflexión
teórica, si es importante para nosotros justificar ante sus detractores la
función social del arte y de la ciencia a su servicio, tanto frente a los
intelectuales como frente a los iletrados.
BIBLIOGRAFÍA
Bourdieu, P. (1979) . La
distinción. Madrid: Taurus
Eco, U. (1979) “Lector
Modelo” en Lector in fabula, Barcelona:Lumen.
Jauss, H. R. (1972)
Pequeña apología de la experiencia estética, Barcelona: Paidós.
Rancière, J. (2010) El
espectador emancipado, Buenos Aires: Manantial.
Zuain, J. (2012) El
público de arte. Algunas preguntas [en linea]. Disponible en:
http://cuadernosdedanza.com.ar/textosdanzacontemporanea/345/http-cuadernosdedanza-com-ar-enpalabras-texto-el-publico-de-arte-algunas-preguntas
(Consultado en diciembre de 2017)
Katherine Guevara
Velásquez
Maestra en Artes
Escénicas con énfasis en Danza Contemporánea y maestranda en Gestión
Cultural. Después de más de 10 años como bailarina, se ha dedicado a
formarse y trabajar por la producción y gestión de proyectos culturales y de
danza tanto en Colombia como en Buenos Aires, sumando orden y planeación a la
pasión de crear.
*Texto presentado como
ponencia en la 5ta edición de Tendencias Escénicas: Congreso para
profesionales, creativos y teóricos del espectáculo - Universidad de Palermo
(2018).
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