Jean Meyer celebra los 50 años de la primera edición de su libro “La Cristiada”.
Por: Reyna Paz Avendaño
Las mujeres tuvieron un activo papel durante la Cristiada, levantamiento popular que sucedió entre 1926 y 1929 en casi todo el país después de que el entonces presidente Plutarco Elías Calles decretara una ley que intervenía en la vida interior de la iglesia. Al inicio, las brigadas femeninas pasaron de 17 integrantes a 17 mil, así lo plantea Jean Meyer en su libro “La Cristiada”, obra editada por Siglo XXI que cumple 50 años de vida.
“Juan Rulfo tenía 10 años cuando sucedió la Cristiada, es decir, en edad de recordar perfectamente los acontecimientos y la tragedia familiar porque un tío materno era sacerdote católico y un tío del lado paterno era un oficial federal que buscaba al otro para fusilarlo. Juan Rulfo me dijo: si usted no toma en cuenta a la mujer, usted no entiende a la Cristiada, sin la mujer no hay Cristiada”, narra el historiador y geógrafo.
Meyer dedica un capítulo a las brigadas femeninas, en especial a las Brigadas Santa Juana de Arco que en el norte, en Durango, se llamaban las BB: Brigada invisible, brigada invencible.
“Cerca de 30 mil mujeres durante los tres años de la Cristiada hicieron una labor de hormigas: procuraban dinero, aprovisionaban a los combatientes, suministraban municiones, informes y refugios. En todas partes, la mujer tuvo la función de información, de alimentación, de atención a los heridos; su movilización fue decisiva”, indica.
Hace 50 años, cuando el libro vio la luz por primera vez gracias a la decisión de Arnaldo Orfila (el entonces editor de Siglo XXI), la Cristiada era satanizada y por ende, también quienes investigaran sobre el tema. “Durante años la Cristiada fue satanizada como reaccionaria, mucha gente se negaba a hablar, los archivos no se podían consultar, decían que eran bandidos o agentes de las compañías petroleras”.
En ese levantamiento participaron entre 40 y 50 mil insurgentes y más de 200 mil mexicanos murieron, causando daños colaterales de hambruna y epidemia. El momento que agudizó los enfrentamientos fue cuando (en 1926) los obispos suspendieron el culto público como respuesta contra la Ley Calles.
Uno de los hechos que pudo demostrar Meyer cuando se abrieron los archivos sobre esta guerra fueron las decisiones que el Papa Pío XI tomó desde el Vaticano para intermediar en el conflicto.
“Tuvo dos decisiones fundamentales. La primera: cuando ya estaba la crisis en México, en el verano de 1926, una minoría de radicales, tres o cuatro obispos y sacerdotes jesuitas lanzaron la idea de que la única manera de resistir a la Ley Calles era suspender el culto público, una especie de huelga; pero la mayoría de los obispos no estaban de acuerdo”, expresa.
Sin embargo, esa minoría viajó a Roma, brincándose los canales institucionales, para tener acceso al Papa, a quien lo convencieron de que la única solución era la suspensión del culto. La autoridad católica aprobó esa decisión.
“El gobierno pasó a la represión, corrió sangre y provocó los primeros levantamientos. A lo largo de los tres años de guerra siempre hubo en el bando revolucionario y también en el católico gente que buscaba una salida, un compromiso para poner fin a la guerra”, señala.
El Papa Pío XI quien había tomado la decisión de cerrar iglesias, años más adelante decidió firmar con el gobierno mexicano arreglos de paz en 1929, que pusieron fin al conflicto, por lo menos de manera temporal, porque en los años 30 hubo un segundo episodio de anticlericalismo del gobierno y un segundo episodio de guerrilla católica. “El Papa intervino dos veces y dos veces de manera decisiva”, indica Meyer.
Estados Unidos fue uno de los actores que siempre se pronunció a favor de poner fin al conflicto religioso, añade el autor. “Incluso cuando el expresidente Obregón busca contacto con el Vaticano, lo hizo gracias a amigos norteamericanos que tenían contacto con obispos católicos”, señala.
EDICIÓN ESPECIAL
Desde 1973, cuando se publicó “La Cristiada”, ha sido una obra que ha encontrado sus lectores. “La presente edición es para celebrar los 50 años de la primera edición pero hubo más de 20 reimpresiones, es decir, es un libro que sin necesidad de publicidad y sin lanzamiento, con muy pocas o ninguna entrevistas, y pocas reseñas, ha encontrado su público y creo que ya no se sataniza al cristero, entra en la historia oficial de Revolución Mexicana, la Cristiada es el último capítulo”, indica Meyer.
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