Por: Leticia Robles de la Rosa
Acostumbrado más a guardar silencio y expresarse en sus versos, Francisco Hernández compartió al pleno del Senado que el pequeño librero de su padre fue la puerta que se abrió para adentrarse al mundo de la poesía y que le mereció el Premio al Mérito Literario Rosario Castellanos que concede el Senado de la República.
"Todo esto me lleva a recordar los primeros textos, encontrar en un pequeño librero que tenía mi padre un libro de Rubén Darío y otro de un tal Salvador Díaz Mirón. Y entonces darme cuenta de que podía escribirse de otra manera y bucear el mundo extraño con palabras, qué es lo que podría nombrarse de otra manera que pareciera igual y que, sin embargo, fuera distinta".
"Que ése era el verdadero reto, que eso era lo difícil, ser otro siendo el mismo”, compartió a los senadores.
Nacido en 1946 en San Andrés Tuxtla, Veracruz, Hernández ha sido reconocido con el Premio Nacional de Ciencias y Artes en la especialidad de Lingüística; el Premio Internacional Rubén Bonifaz Nuño, de la UNAM; el Premio Nacional Xavier Villaurrutia, entre otros.
El poeta recordó que cuando era niño un muchacho lo invitó a pasear en su caballo. “Mi mamá por fin accedió. Me puso en la silla con él. Entonces en una de esas calles se le acercan para decirle que habían matado a su papá en una cantina”.
Los pasos del caballo se convirtieron en un galope aterrador, recuerda el poeta.
"Cuando se dio cuenta me bajó del caballo y me entregó a una señora a la que le dijo: ‘Regréselo a su casa, yo tengo que ir a otro lado’’’, y siguió corriendo a buscar el cadáver de su padre.
Esa anécdota fue el preámbulo y la semilla de su obra Odioso Caballo.
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