El célebre bailarín, coreógrafo y profesor Eduardo Rivero Walter, uno de los forjadores de la danza moderna en Cuba, falleció el miércoles pasado en Santiago de Cuba a los 76 años.
Discípulo del maestro Ramiro Guerra, bailarín perfeccionista, coreógrafo de recia personalidad y profesor de reconocida trayectoria en el ámbito internacional, la muerte de Rivero constituye una pérdida sensible para la cultura cubana.
Fue un precursor y un innovador de la escena danzaria cubana y latinoamericana. A él se deben numerosos hitos de la danza folclórica cubana de las últimas cinco décadas, entre ellas Suite Yoruba, Súlkary, Okantomi yTributo.
Nacido el 13 de octubre de 1936 en el barrio habanero de San Isidro, desde niño recibió influencia de la cultura caribeña por vía de su abuela jamaicana.
El primer vínculo con la danza lo realizó a través de Manuel Ángel Márquez, quien le da a conocer la obra de luminarias como Igor Youskevitch, Gene Kelly y Tamara Toumanova, y lo lleva a matricular al Conservatorio Municipal de La Habana en 1953.
Se graduó tras seis años de estudios de ballet y se integró como balarín fundador a la compañía Danza Nacional de Cuba (DNC) en 1959.
El 24 de junio de 1960, Rivero y Fidel Pajares estrenaron Suite Yoruba, de Ramiro Guerra con música de Amadeo Roldán, convertido en un clásico de la danza folclórica cubana de todos los tiempos.
Fue así como se produjo su ascenso hasta los primeros planos como primera figura de DNC, con amplio reconocimiento en los escenarios de Cuba y el mundo, alabado por los principales críticos danzarios.
Pero su talento no solo estaba en danzar, sino en concebir coreografías para los escenarios. En 1970 se sumó al camino de la creación coreográfica de la mano de Guerra y dio a conocer Okantomí, uno de los títulos imprescindibles de DNC.
Después seguirían Sulkary, Duo a Lam, Tributo, Elogio de la Danza, Destellos y Ceremonial de la Danza, entre otros títulos de obligada mención en la historia de la danza moderna en la isla.
"La obra de Rivero sintetiza con elegancia y depurada técnica las aportaciones de Ramiro con expresiones acervadas en la cultura afrocaribeña, santiaguera y universal", escribió el crítico Noel Bonilla Chongo. "El, un luchador incansable, seguirá siendo esa huella que perdura ante el tiempo y sus fantasmas".
Su retiro como bailarín se produjo oficialmente en 1989, durante un espectáculo en el Teatro Mella de La Habana en el que Rivero bailó el Orfeo Antillano.
Maestro internacional
Para entonces ya el maestro había fundado en Santiago de Cuba, en 1988, el Teatro de la Danza del Caribe, con el que siguio creando hasta sus días finales.
Como pedagogo y formador de nuevas generaciones de bailarines, su labor incluye el establecimiento de compañías como la National Performing of Granada, Compañía de Danza Contemporánea Okantomi de Barcelona y la National Performing de Belice.
Fungió además como profesor y asesor técnico de múltiples instituciones danzarias internacionales, como la Compañía Nacional de Danza de Guyana, la National Dance Theatre Company y la National School of Dance, ambas de Jamaica.
Impartió también cursos de verano en Londres y Birminghan en Inglaterra, y era profesor invitado en instituciones de Inglaterra, Canadá, Jamaica y Alemania.
Rivero era además profesor titular del Instituto Superior de Arte de La Habana y ostentaba las más altas distinciones del Estado cubano en reconocimiento a sus aportes a la cultura nacional, entre ellas la Orden Félix Varela y la Medalla Alejo Carpentier.
En el 2001 recibió el Premio Premio Nacional de Danza, otorgado por la UNEAC.
Su cadáver fue expuesto desde la mañana de este jueves en la Casa de Cultura de Santiago de Cuba y será inhumado en horas de la tarde en el Cementerio Santa Ifigenia de esa ciudad.
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