Por: Leticia Maldonado
Luis Arturo Ramos, nacido en la
ciudad de Minatitlán, Veracruz, en 1947, es uno de los narradores mexicanos que
consolidaron su obra en la década de los 80, y ha conservado su estilo hasta la
actualidad.
Su último título es “De puño y
letra”, cuyo tema central, es la relación del intelectual mexicano con el
poder; aunque en sus propias palabras, lo que busca al publicar un libro, es
lograr atraer mucho más adeptos a la literatura.
En entrevista concedida a CAPITAL
VERACRUZ, en la presentación de su última obra en El Ágora de Xalapa, Luis
Arturo Ramos lamentó que el desinterés por la lectura en el país sea cada vez
más grande, pues ejemplificó que de los años 80 a la actualidad, el tiraje de
libros ha disminuido a tal grado de quedarse únicamente con el 20 a 25 por
ciento, de hace poco más de 3 décadas.
“Cuando yo empecé en la
intelectualidad, los tiros eran de hasta 3 mil ejemplares, ahora están
reducidos a mil o hasta a 500″, dijo.
Sostuvo que no existe en México,
un hábito real por la lectura, incluso consideró que los generadores y los
amantes de nuevas tecnologías las aprovechan al máximo, pero despreciando en
todo momento, que a través de estas, la humanidad podría leer cientos de
títulos.
No obstante, admitió que las
nuevas tecnologías podrían ser una herramienta por demás útil para la
literatura.
“Es la falta de apoyo al hábito
de la lectura, es el despreció que los grandes tecnócratas tienen por algo que
a su juicio no sirve para nada, como es el libro y específicamente la
literatura”.
Definió que el ejercicio de la
lectura no es sencillo, toda vez que implica un aprendizaje y seguimiento; que
debe aprenderse desde que el ser humano comienza a formarse en las aulas.
En este sentido, el literato
veracruzano sostuvo que es reprobable que el sistema educativo del país no ha
tomado en cuenta que desde el nivel primaria se requiere de literatura para
niños, y que además, las estrategias de hace 20 años, por supuesto, ya no son
efectivas en la modernidad.
“Imposible es para el país tener
nuevas generaciones que devoren libros, cuando –dijo– ni siquiera se les enseña
con el ejemplo en casa, que los libros son imprescindibles”.
“¿Cómo queremos tener adultos
lectores si no impulsamos el habido de la lectura?, y hablo de cualquier tipo
de libro, historia, ciencias, drama, lo que fuera. Si ni se va entendiendo al
libro como una necesidad igual el pan y los huevos, entonces estamos perdidos”.
Sin el objetivo de ser pesimista,
sostuvo que de continuar las generaciones creciendo sin amor por la lectura, en
un lapso no mayor a 10 años, la producción de libros en el país será mínima.
“Cada vez, insisto, no creo que
sea más, sino que se lea menos”, subrayó.
Refirió además que si bien las
nuevas tecnologías son positivas, también es necesario reconocerse que antes de
Google y de Wikipedia, los estudiantes acudían a las bibliotecas, leían libros,
hacían un resumen, interpretaban y comprendían, lo que de una u otra forma les
relacionaba con la literatura; en tanto que en la llamada modernidad, sólo
abren páginas de internet, copian, pegan y no tienen idea de la información que
entregan como trabajos de investigación: “Ahora pican y jalan lo que viene, y
que además muchas veces es información deshonesta o tergiversada”.
De allí que opinara que las nuevas
generaciones están condenadas al “analfabetismo funcional, a la incapacidad de
discernir y a la incapacidad de tener un juicio crítico”.
“Si la familia, el gobierno y el sistema
educativo, no ponentes manos a la obra, el autor sentencia a la literatura a
quedar reducida a muy pocos”, finalizó.
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