Hace algún tiempo, comenzó una larga procesión. Cuentan las bocas que veían a seres que parecían enmascarados. Unos cuentan que uno era el mismísimo Diablo. Por ahí se escucha a una señora clamar que a la que vio era a la Muerte. Otros dicen que sólo eran chamacos maloras que iban disfrazados para causar espantos. Y quién sabe qué voces tenían la razón, lo que es cierto, es que Diablocalavera vino desde el más allá para compartir su música.
Oriundos de la Ciudad de México, la banda había estado sacando algunos sencillos que nos contaban parte del viaje. Ya sea una fiesta dancepunk en “Calavera”, el pesar melancólico e histórico en “Malinalli”, o el recuerdo de algo que pudo ser, rodeado de dulces típicos en “Noche sin Luna”, las canciones de Diablocalavera parecen encontrarnos en un punto específico de lo que significa ser mexicano.
¿Qué es lo que nos identifica como tales? Podemos enumerar un sinfín de cosas, pero en algún punto llegaremos a esos principios de noviembre, cuando los muertos salen a pasear, a darle traguitos a sus tequilas, mordiditas a los panes y sonreír de nuevo al encontrarse su mole preferido junto a una foto de su juventud.
La procesión ha culminado y aquellos seres con aroma a copal traen bajo el brazo su primer disco homónimo con 8 temas y que vio la luz este 02 de noviembre en plataformas digitales
Quizá sí, todo ya se haya dicho alguna vez, pero las maneras de contar las cosas son infinitas, y mientras existan bandas como Diablocalavera que son capaces de crear pastiches culturales tan paladeables, se agradece que la narrativa y la inspiración no hayan muerto… y si ya murieron, se agradece que estos muchachos les hayan puesto una ofrenda para que regresaran hasta ellos.
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