Por: Eleane Herrera Montejano
Todos hemos amado o amaremos alguna vez y esa seguramente ha sido o será una de las experiencias que más nos marcarán, ya sea para bien o para mal. Al menos eso considera la escritora regiomontana Gisela Leal (1987). Ante la publicación de su novela “La Soledad en tres actos” (Alfaguara, 2023), la escritora comenta que el amor es, por excelencia el tema que mueve al mundo y la vida.
“El amor, cuando es real, te mueve el piso por completo, te cambia la vida; por eso es un tema tan inmenso como el océano, y por eso nunca dejaremos de hablar de él; amaremos hasta el fin de la civilización”.
Por otro lado, apunta que la soledad no es más que la consecuencia de una ausencia de amor.
“Es su contraparte: eso que nos debilita, nos aísla, nos hace sentir desconectados del Todo, y que cuando se prolonga por mucho tiempo nos termina enfermando hasta matarnos, porque la soledad es algo antinatural para el ser humano, quien por naturaleza es un ser social, que necesita de los otros para existir”, considera y es por ello que estos han sido sus grandes temas literarios.
–¿Qué vigencia encuentras en estos temas?
–Toda.
A los 24 años Gisela Leal se convirtió en la autora más joven publicada por Alfaguara, con su ópera prima “El club de los abandonados” (2012). En esta ocasión entrega una novela que fusiona estructuras dramáticas porque “le divierte”.
“Me gusta explorar los distintos formatos, estructuras y límites que puede tener un texto, hasta dónde se puede llevar y todo lo que gracias a eso puede llegar a contar y hacer sentir. Creo que se alimentan mutuamente y eso enriquece la historia y, por ende, la conexión con el lector”.
–¿Cómo fue el proceso de escritura para armar esta novela?
–Lo primero que supe fue que, contrario a mis novelas anteriores, esta no estaría situada en un espacio y tiempo concreto. Me interesaba desmenuzar la condición humana, la cual es universal y atemporal; no necesita espacio, tiempo ni modas para existir; esos son meros accesorios que igual los quitas y los pones y cambias de formatos y de nombres, el resultado será el mismo: seguimos siendo los mismos.
“Empecé a escribirla a mediados de dos mil diecinueve y la terminé un año después. El año que me tomó escribirla trabajé en ella todos los días hasta que puse el punto final; después la dejé respirar y la retomé meses después para leerla con otros ojos y trabajar en la edición, que me tomó alrededor de dos años”, continúa.
Agrega que la primera versión era de algunas 850 páginas. Es decir, que se deshizo de poco más de trescientas.
“Creo que la edición fue un proceso tan interesante como escribirla; me parece que trabajé algunas cinco ediciones”.
Entre las influencias detrás de esta nueva publicación, la autora reconoce la presencia de Saramago, cuya obra le parece brillante y magistral.
“Es verdad que existe una corriente de consciencia, aunque no me atrevería a decir que de una manera joyceana, que es mucho más experimental y arriesgada. Cuando estoy trabajando en una novela trato de no leer ficción para que no influya en la voz de los personajes algo que encuentre en otro lugar y me guste tanto que lo quiera utilizar; en el proceso leí sobre temas que me parecen fascinantes como la neurociencia, psicología y la conexión entre mente y cuerpo”, ahonda.
Respecto de quién sería el lector ideal o qué personas que quería alcanzar con esta novela, Gisela Leal indica, simplemente, “uno que logre encontrar compañía entre estas páginas”.
Le interesa que al leerla, la gente se pregunte algunas de las cosas que se cuestionan entre las páginas, que tenga la mente abierta; “que ame la literatura”.
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