jueves, 23 de mayo de 2024

Armando González Torres busca avivar las llamas de la conversación

González Torres reunió ensayos de autores como Pablo d’Ors, Chantal Maillard e Irene Vallejo, entre muchos otros. Foto: Cortesía Armando González Torres



Por: Juan Carlos Talavera

Con 60 microensayos compilados en Libros alegres, el escritor Armando González Torres (CDMX, 1964) intenta estimular la curiosidad y el optimismo razonado, pero sin caer en la ingenuidad ni en la ñoñería, en espera de que los lectores atraviesen sus páginas y salgan más serenos, más despiertos, joviales y contentos.

Así lo dice a Excélsior el también autor de La lectura y la sospecha y Eso que ilumina el mundo. “Se trata de un amplio abanico de textos sobre autoras y autores que pertenecen a las más distintas disciplinas –escritores, filósofos y científicos como Philippa Foot, Pablo d’Ors, Chantal Maillard, Iris Murdoch, Oliver Sacks y Richard Sennett, entre muchos más– a quienes los une un optimismo razonado, un equilibrio analítico y, sobre todo, una gran calidad literaria”, explica.

El volúmen, publicado por el sello El tapiz del unicornio, lo mismo habla del amor por el vino y la necesidad de reconexión a partir de la pospandemia, que sobre el mundo de los artesanos, la mescalina como experimentación artística, la creación aforística de Nicolás Gómez Dávila o la claridad mental de Pablo d’Ors, la escritura aguda de Chantal Maillard y la mirada de Irene Vallejo, que guardan un común denominador: no ostentan una verdad única.

Prácticamente ninguno de los autores pronuncia una verdad incontrovertible, más bien son autores que, si bien tienen ideas y argumentaciones fuertes, no están descubriendo o pregonando una verdad, es decir, existe una apertura hacia otras opiniones y un sentido de sano relativismo, que es importante en nuestros tiempos”, asegura.


¿Van sus textos más allá de la alegría?

Sería imposible dividir la literatura y el pensamiento entre lo alegre y lo no alegre. La literatura siempre es curativa y puede haber remedios amargos, dulzones y los más frecuentes: los agridulces. En ese sentido, más que fijarse en la alegría (este libro) aborda todas las gamas de la experiencia humana”.


¿Este libro reivindica el carácter lúdico del ensayo? “La imagen tópica que tenemos del ensayo en la actualidad, es la de un escrito aburrido, solemne, lleno de notas y orientado a citar figuras de autoridad que demuestra una verdad incontrovertible.

Sin embargo, más allá de la caracterización del ensayo académico, recordemos que este género, en sus orígenes, fue maleable, flexible y hecho de subjetividad, de opinión personal, abierto a la digresión y al juego del estilo, tal como lo pensó Montaigne. Creo que es importante recuperar y restituir la facultad original del ensayo: fomentar el diálogo y avivar la conversación”, concluye.

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