sábado, 2 de mayo de 2015

Por el gusto de Contemplar

 
Por: Ximena Jordán
 
El discípulo le pregunta al maestro: “¿Cómo te entrenas para obtener la sabiduría?”
El mentor responde: “Cuando como, como y cuando duermo, duermo.”
“Pero eso lo hace todo el mundo”, replica el discípulo.
El maestro responde: “No es cierto. La mayoría de las personas cuando come piensa en mil cosas diferentes y cuando duerme sueña con otras tantas cosas”
Y cuando ven una obra de arte…están preocupadas de sacarle fotos y subirlas a Facebook.
Voy a comentar acerca de una nueva y creciente costumbre, que también podría considerarse una moda: la de fotografiar el arte. En los últimos años el espectador latinoamericano ha adquirido teléfonos móviles que incluyen cámara fotográfica. Públicos diversos asisten a exposiciones, obras de teatro y de danza “armados” con un teléfono que captura imágenes estáticas y videos. Esto ha cambiado nuestra experiencia frente a las obras de arte. Los espectadores ya no están viendo el arte solo con sus ojos sino también a través de la cámara fotográfica con la cual, supuestamente, lo capturan.
       ¿Esta costumbre generada por la actual posibilidad que tantos tienen de contar con una cámara de fotos, tendrá alguna desventaja? La respuesta depende del criterio de cada quien. Debido a que mi especialidad es la apreciación del arte, mi opinión al respecto de esta nueva moda frente al arte es bastante crítica, procurando no caer en el pesimismo.
       De acuerdo con las últimas teorías y metodologías de apreciación artística, un íntegro encuentro con las artes debe ser directo, fluido e ininterrumpido. La disponibilidad de estas condiciones facilita la concentración y el disfrute del espectador frente a las obra de arte. Mientras menos obstáculos físicos, auditivos y visuales existan entre la obra de arte y el espectador, mejores serán las condiciones para poder realmente disfrutar el arte que estamos viendo. De esta manera puede concebirse como real el ideal de percepción artística planteado por la filósofa del arte y la educación Maxine Greene (2004), quien postula que una apreciación profunda y reflexiva de las artes es la que habilita a los espectadores para “notar lo que está ahí para ser notado”, es decir, para develar todo el sustancioso misterio que nos depara la obra de arte. Así, cada observador logra revivir los trabajos artísticos desde su propia percepción, logrando extraer de ellos varios significados.
 
 Niño espectador fotografiando una escultura mientras mujer espectador ingresa con cámara fotográfica. Museo de Arte Modeno, Ciudad de México. Foto: Marco A. López Sánchez.
 
Al estar “constantemente en acción”, las cámaras fotográficas de los teléfonos celulares  son contrarias a la constructiva percepción del arte postulada por Greene; son un obstáculo para la adecuada apreciación del arte de quien está sacando la fotografía. Asimismo, constituyen un estorbo sensorial para los espectadores que rodean a los múltiples “fotógrafos”. Si ya es de por sí desafiante apreciar una obra de arte junto al resto del público presente (especialmente cuando este es numeroso) el tener además que lidiar con múltiples cámaras fotográficas invadiendo nuestro campo visual lo hace aún más difícil. Entiendo que para algunos lectores puede parecer esta una opinión un tanto exagerada, pero créanme que no es así. Lo que ocurre más bien, es que en los últimos diez años nos hemos visto forzados a lidiar con tele-cámaras en alto o en frente nuestro cada vez que vamos a un evento concurrido de arte. Esta situación nos llevó a inmunizarnos sensorialmente al perjuicio que causan estas múltiples cámaras a nuestra percepción. Para comprobar esta hipótesis, la próxima vez que vaya usted a ver una obra de arte de cualquier tipo y se encuentre nuevamente con cámaras de celulares que entran y salen de su campo visual, imagine cuánto más relajante sería el panorama si no hubiese ninguna de ellas, o si por lo menos los espectadores con cámaras no fueran la regla general, sino la excepción.
        Ahora bien, esto no sería tema de discusión si la imagen obtenida proporcionara a estos improvisados fotógrafos una experiencia estética tanto o más profunda que la ofrecida por la obra de arte original. Sin embargo, la realidad es justamente la contraria: la imagen o video capturados son deficientes comparándolos con el arte “real”. Por otro lado, si bien es cierto que una foto se toma en unos pocos segundos, tomarle fotos a "todas" (o a casi todas) las obras de arte que vemos aumenta ostensiblemente el tiempo invertido en esta tarea, el cual se resta del tiempo de apreciación de la obra de arte. Aún más importante que esto, es de considerar el “tiempo mental” que le dedicamos a la acción de fotografiar, la cual ciertamente nos desconcentra de la experiencia estética que podríamos estar viviendo en confrontación con la obra de arte.
 
Niños fotografiando “Las Dos Fridas” expuestas en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México. Foto: Marco A. López Sánchez.
 
El arte es un ente que - aunque material - se encuentra a su vez en permanente evolución debido a que se re-crea y re-significa cada vez que se expone delante de un público determinado. De este carácter evolutivo se desprende que una manifestación artística que nos es estéticamente atractiva nos invita a relacionarnos con ella, a entablar una suerte de “diálogo” con su contenido. Al igual que en una conversación con una persona, mientras menos interrumpida sea esta interacción será más factible captar la sustancia de la misma. Maxine Greene dice que cuando esto ocurre “se establecen nuevas conexiones en la experiencia, se forman nuevos patrones y se abren nuevas perspectivas. Las personas “están capacitadas para prestar atención cuando un trabajo artístico les dice “debes cambiar tu vida”. De este fructífero momento se pierden cientos de espectadores actuales por insistir en interrumpir su percepción artística con una foto, tras otra, tras otra…
Un hombre acudió un maestro Zen y le pidió algunas palabras que pudieran orientar sabiamente su vida.
En un trozo de papel, el maestro escribió: ATENCIÓN.
El hombre manifestó que no comprendía, y le rogó que se lo explicara.
El maestro tomó el papel y escribió: ATENCIÓN, ATENCIÓN.
Al pedirle nuevamente una explicación, el maestro le escribió al hombre:
ATENCIÓN quiere decir ATENCIÓN.
       En su obsesión por fotografiar el arte, el observador pierde la oportunidad de estar completamente presente ante una expresión artística, disfrutando la magia del mero instante. Esto, por estar pendiente del teléfono, del “a quién se lo voy a contar”, de subirlo a Facebook…etc. Piense con cuántos momentos libres de preocupaciones cuenta usted durante el ajetreo de su vida. No ser capaz de olvidarse del teléfono celular mientras estamos contemplando una obra de arte es privarse de uno de estos escasos y necesarios momentos. Por otro lado - y esto me consta pues me he dedicado a investigarlo con estudios de caso - el noventa por ciento de las fotografías y videos “telefónicos” de obras de arte que toman los espectadores …no los ocupan para nada. Ni siquiera los vuelven a mirar. A pesar de que los mismos asistentes a las exposiciones reconocen esta realidad, la obcecación por captar imágenes es francamente sorprendente y no parece disminuir.
      Antes de proseguir, aclaremos lo siguiente: no tengo nada en contra de fotografiar “una que otra” obra de arte. Tampoco critico el hacerlo con fines específicos ya sean académicos, pedagógicos o profesionales. Yo misma, por causa de mi trabajo, debo fotografiar para fines específicos de tipo laboral. Aún en estos casos, con dos o tres fotografías por cada exposición suele bastarme para poder hacer mi trabajo. Fíjense en los fotógrafos de prensa: ellos en ningún caso fotografían todo, muy por el contrario, seleccionan específicamente qué fotografiar y sin duda no están disfrutando de la muestra sino están concentrados trabajando. No es esto entonces lo que estoy criticando en el presente artículo, sino la creciente obsesión por fotografiar o grabar videos de “todo cuando el espectador ve” sin que medie un motivo racional para hacer aquello sino tan solo el mero capricho de apoderarse de las imágenes de las obras.
 
Espectadores fotografiando una reproducción digital de la Gioconda. Centro Nacional de las Artes, Ciudad de México. Foto: Marco A. López Sánchez
La solución al problema respecto al abuso indiscriminado de la documentación de las obras de arte recae mayoritariamente en el criterio del espectador. Los espacios de exhibición artística tales como museos, galerías, teatros y auditorios no necesariamente logran implementar políticas para evitar estos excesos pues ¿cómo distinguir, entre cientos de espectadores, a aquellos que criteriosamente se toman “la foto del recuerdo” al lado de la obra que más les gustó, de aquellos invasivos que toman fotos de toda la muestra de arte ¡o de toda la obra de teatro! como si contaran con una licencia de prensa que les facultara para entorpecerle la vista a los demás con tal de satisfacer sus ansias de documentación? Imposible pues. Sin desmerecer a las medidas preventivas que a su vez implemente cada organización, son los espectadores quienen tienen que también "medirse a ellos mismos" y atreverse, si les interesa, a realmente contemplar el arte.
       Cabe mencionar que dependiendo del tipo de arte, algunas obras son más adecuadas de ser fotografiadas que otras. Considero que sacarle fotos a las obras de arte visual en un museo es innecesario porque la mayoría de los museos mantienen imágenes de las obras en formato digital en Internet. En el caso de las galerías de arte se puede justificar fotografiar obras cuando hay un interés de compra, aunque por lo general esto tampoco es necesario pues directamente al artista o galerista se le pueden solicitar imágenes. Distintamente, fotografiarse con esculturas de gran formato, que en su mayoría fueron hechas con intenciones de ser interactivas con los espectadores, es una buena manera de relacionarse con este tipo de arte pues responde a la esencia misma con la cual el artista creó la obra. Lo mismo pasa con el caso del arte público, pues este está emplazado en espacios abiertos adonde rara vez se entorpece la vista de otro espectador con la acción de fotografiar y está generalmente fabricado con materiales resistentes e son inmunes al efecto de que al fotógrafo se le "escape" un flash. Esta última situación se repite frecuentemente con arte que no es resistente a la acción de esta luz, con el consiguiente perjuicio accidental de la obra.
      Por otro lado y a diferencia muchos, pienso que fotografiar o grabar videos de artes escénicas sin el consentimiento del director del montaje es una falta de respeto hacia el actor en escena y hacia los derechos de autor de la obra escénica. En el caso específico de las performances improvisadas en espacios públicos, sí considero válido tomar una fotografía pues como son obras esencialmente imprevistas, no hay cómo pedirles permiso a los encargados.
 Espectadora fotografiando una pintura. Centro Cultural Gabriela Mistral, Chile. Foto: Verónica Jordán.  Espectadora fotografiando una pintura. Centro Cultural Gabriela Mistral, Chile. Foto: Verónica Jordán.
Los invito a que tomemos conciencia de que no solo es innecesario fotografiar y/o grabar todo el arte que vemos, sino que además esto dañino para nuestros sentidos y para nuestra mente porque nos impide concentrarnos ciento por ciento en el presente y en la integralidad de lo que estamos viendo. Recordemos de paso, que el hecho de que “tanta gente lo haga” en ningún caso lo vuelve un comportamiento beneficioso, ni siquiera lo convierte en inocuo. Por el contrario, muchas veces masas de gente se abocan a comportamientos claramente perjudiciales, tales como comer comida chatarra, tirar basura en la calle, malgastar la electricidad, fotografiarlo "todo"...etc.
Los invito a apagar el teléfono frente a una obra de arte.
Mtra. Ximena Jordán
Master in Art Curatorship, Melbourne University
Licenciada en Estética PUC
Fbk: Xime Nili
 
Referencias:
Cuento Zen (autor anónimo) extraído en Abril del 2015 de URL:
Cuento Zen (autor anónimo) extraído en Abril del 2015 de URL:
Green, Maxine (2004). Variaciones de una guitarra azul. Editorial Edere, México.
Fundación Maxine Green, sitio web: https://maxinegreene.org/
Imágenes: gentileza de Marco Antonio López Sánchez y Verónica Jordán.

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