Por: Juan Carlos Talavera
La iconografía de un escritor es un poliedro que revela sus múltiples caras, un monumento en papel con facetas inadvertidas, una suerte de cambiante máscara mortuoria que aspira, paradójicamente, a mantener vivo en la memoria el rostro de un autor cuya voz vive en sus libros e influye, a través de ellos, en nuestra manera de entender los acontecimientos que vivimos.
Todo eso es Octavio Paz. Iconografía, volumen con 330 fotografías —algunas inéditas hasta ahora y otras poco vistas— del Premio Nobel de Literatura 1990, construido por el poeta y periodista Rafael Vargas.
Octavio Paz (1914-1998) fue abundantemente retratado y esta iconografía intenta mostrarlo como era: accesible, cordial, dinámico, como corresponde a un escritor de tiempo completo, dueño de una energía impresionante, movido por una profunda curiosidad”, dice Vargas a Excélsior, en el marco del 23 aniversario luctuoso del poeta (19 de abril).
Además, recuerda que en el siglo XIX era común la práctica de hacer máscaras de yeso de los difuntos importantes. “Ahora hacemos iconografías, es decir, libros que son un homenaje a los más notables autores desaparecidos y, a la vez, un medio para acercarlos a los lectores más jóvenes, que no tuvieron oportunidad de verlos y escucharlos. Es una idea similar a la de la serie Voz Viva de México, creada por Max Aub, en 1957.
Así que este volumen muestra a un Paz vivo. La fotografía tiene la virtud –así sea ilusoria– de retener un hálito de vida de las personas”, dice Vargas, y por eso en esta edición no incluyó fotografías de los últimos días del poeta. “No quise que el libro cerrara con un timbre doliente y dejar al lector una imagen ligada con la cercanía de la muerte”.
Vargas explica que “el universo icónico de Paz es tan dilatado que incluir algunos dibujos de los que fue objeto, de los lugares que habitó, de las monedas y sellos postales que portan su efigie, habría requerido más páginas”, por lo que sugiere que en un futuro alguien reúna retratos y dibujos del poeta mexicano hechos por caricaturistas y artistas plásticos de México y del mundo.
También alude a los ancestros de Paz. “Es una historia que aún está por escribirse, aunque se cuenta ya con información suficiente para que sus biógrafos comiencen a reconstruirla. Se sabe, por ejemplo, que el primer Paz que llegó a México –al otro día de la Conquista, como dijo el poeta– procedía de Extremadura”.
"Aunque el origen de su familia materna no se remonta tan lejos, pero se tiene claro que su llegada a México ocurrió tiempo después, a finales del siglo XIX, cuando José Lozano, productor de jerez, llegó a México”.
En una de las primeras fotos aparece Paz niño en el patio de la casa de su abuelo, don Irineo, en Mixcoac (1921), junto a su prima Rosa y su tía Amalia. También se le ve con uniforme del Colegio Williams (1926) y con sus primos Emilio y Alfonso (1923).
A ojo de pájaro, esta cronología visual cubre cinco etapas del autor de Piedra de Sol. La primera, de su infancia, con muy pocas fotos, “por lo que cada una es una joya”. Otra más donde el joven autor va en ascenso y empieza a ser fotografiado.
"El retrato más interesante de esa época es el que hizo Enrique Díaz, fotógrafo de El Popular, donde Paz publicó sus primeros artículos. Es la imagen de un joven con el pelo levantado, como si hubiera viajado en la caja de un camión de redilas”, dice Vargas.
Un tercer instante (entre 1943 y 1945) es cuando Paz se marcha a EU, a California, donde un tiempo estuvo solo y vivió en el sótano de un hotel cuyo dueño le permitía dormir luego de que un grupo de mujeres terminaba de jugar bridge”.
A los 33 años Paz destacó cada vez más y fue fotografiado con frecuencia, aunque no como en la última etapa, a partir de 1971, cuando volvió al país, tras renunciar a la embajada de México en la India por la represión al movimiento estudiantil de 1968.
Entre las imágenes más peculiares está la serie captada por Alicia D’Amico, en la que Paz asoma la cabeza a través de una escultura de acero, y la tomada por María García para la revista Siempre!, donde se le ve sonriente, fumando, mientras charla con Elena Poniatowska.
Y se incluyen decenas de fotos donde es captado con María Zambrano, Jorge Guillén, Juan Soriano, Manuel Felguérez, Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez y su inseparable Marie-Jo, entre muchos más.
Una imagen en la que sonríe es de 1967, junto a Leonora Carrington; otra, de 1968, al lado de Indira Gandhi, jefa de Estado de la India. Pero también es captado con semblante adusto en Sri Lanka, y a bordo del vapor Victoria, de Bombay a Barcelona; o en los alrededores de la iglesia de Saint-Séverin, París (1969).
Otras facetas de Paz se observan en su encuentro con John Cage (1970), en un acto en el auditorio Justo Sierra o en la reunión con el equipo de la revista Plural, cuando participó con Efraín Huerta en una emotiva lectura de poesía en el Palacio de Minería (1977), en la reunión privada que sostuvo con Borges (1981) y en el homenaje fúnebre dedicado a Juan Rulfo.
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