Por: Lizzy Zubieta
Si cada región geográfica en el mapa dota a sus músicos de un sonido característico, entonces Jalisco proveería a Porter, y otros contemporáneos, de un gusto particular por el rock de cabida electrónica y, curiosamente, de un interés por la preservación de las músicas mexas. Todo esto, ocurriendo al mismo tiempo.
El resultado son álbumes que tocan las más profundas fibras del ser que los escucha y que se convierten en verdaderos obsequios oníricos que nos ofrendan experiencias de todo tipo. En esta ocasión, Porter, banda conocida por beber de las fuentes del misticismo para lograr sus obras maestras, recurre a una inexplorada apertura a la inmensidad que representa el ser humano, lo que nos habla de cuatro humanos trascendidos habitando otra fase de su vida personal y por supuesto, profesional.
Así llega La historia sin fin, una oda a la humanidad, su cosmovisión, su inmensidad y su individualidad. En una especie de viaje intergaláctico, producto de la sonorización, el cuarteto nos lleva a dar un paseo por nuestra historia como especie en el planeta, y se hace acompañar por la siempre afable voz de Ana Torroja en Cachito de galaxia, tema semilla del que germinan nueve temas más.
Del todo se pasa al uno mismo en Guirnalda, canción que tiene pinta de ser un nirvana ya de cada verso se desprende un claro asentamiento emocional, una aceptación que solo puede venir de las experiencias que transcurren con el paso de los años.
Y así, poco a poco la fotografía se va reduciendo: pasa por el universo, la mente y los lugares que pueden ser nuestra galaxia entera así solo sea un Ranchito, el lugar donde vivimos nuestra infancia, el sitio donde pasamos los momentos más puros de nuestro existir. El tema se desenvuelve bajo esa añoranza de retorno a las raíces, y para acentuar el sentimiento, se cierra con el sonido de una banda de pueblo de fondo, el toque infalible de mexicanidad que tenía que estar presente.
El amor arrebatador y repentino, no puede quedar fuera de una historia humana y para eso están Roma, Sonámbulo y La sombra del amor, canciones que arropan sentimientos apasionados y de ternura desmedida.
Es así como Porter acierta una vez más en su paso por la música contemporánea: con una obra que se erige desde la grandeza del cosmos y culmina en la inmensidad del «yo» personal.
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